Prólogo. Primer jueves.

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—¡Gryffindor!

El Sombrero Seleccionador había gritado justo lo que el joven Potter había deseado oír. Quitándose el sombrero y levantándose del taburete, Harry corrió hasta la mesa de su nueva casa, pensando en lo mucho que se alegraría Sirius cuando recibiera su lechuza al día siguiente. "Va a estar realmente orgulloso" pensó el niño.

Al llegar a su destino, Fred y George Weasley lo recibieron entre vítores y palmadas en la espalda, abriéndose paso entre los todavía asustados alumnos de primer año. Percy (su hermano mayor) se levantó de su asiento y sacando el pecho para hacer todavía más notoria su insignia de prefecto los mando a su lugar; aunque antes de hacer lo mismo, le revolvió el cabello a Harry, en un gesto cariñoso. Él le agradeció con la mirada, antes de volver a distraerse cruzando los dedos debajo la mesa, pidiendo porque Ron también se quedara en la casa de los valientes.

Había hecho lo mismo minutos antes, mientras todavía estaba parado en la fila junto a sus compañeros de primer año y el turno de "Malfoy, Draco" había llegado. Durante los instantes que le tomó al rubio llegar al taburete, Harry deseó que su amigo rompiera con la tradición de su familia y entrara en Gryffindor. Tristemente para él, apenas el Sombrero Seleccionador tocó los rubios cabellos del niño gritó "¡Slytherin!". La desilusión que sintió Harry sólo era comparable con el alivio que sintió Draco, quién no sabía lo que su padre podría ser capaz si no entraba en la noble casa de Salazar.

Cuando Harry vio a su amigo pelirrojo colocarse el sombrero, pálido y con la piel verdosa, se preocupó seriamente por un momento. Afortunadamente después de unos minutos (que a ambos les parecieron eternos) el sombrero anunció que lo que tanto habían deseado, se convertiría en realidad: compartirían dormitorio por los siguientes 7 años.

Si los hermanos Weasley lo habían recibido a él efusivamente, cuando llegó el más pequeño de su familia casi se quedaron afónicos. Ron tomó asiento al lado de Harry y chocó su mano con él. El sueño que tenían desde pequeños empezaba a hacerse realidad. El pelinegro dirigió su mirada a la mesa más lejana y observo a su amigo rubio conociendo a sus compañeros de casa. Los Malfoy no tenían mucha relación con los Potter, pero con los Black sí y Sirius Black era el tutor de Harry, además de su padrino. Por eso conocía a Draco desde que eran unos bebés.

A lo largo de los años, Harry había intentado numerosas veces que Draco y Ron se llevaran bien, pero lo más que había logrado era una fría cordialidad. Draco levantó la mirada hacia su amigo, desde su puesto en la mesa de su nueva casa, y alzó sus pulgares mirándolo por un segundo. Satisfecho, Harry regresó su atención a la mesa. Esperaba que ahora que estaban en Hogwarts sus amigos empezaran a tolerarse más y formaran un buen grupo de amigos. No habría nada que pudiera romper su amistad. Entonces, se fijó en la niña que estaba sentada frente a él. Al sentirse observada, ella se presentó.

—Soy Hermione Granger.


Hoy es juevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora