11: Pastillas.

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Capítulo 11: Pastillas.
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Candie, discoteca Blaster.

Me bajo los 10 chupitos que hay en la barra de golpe y los chicos comienzan a aplaudir y gritar.

Suelto un "aah" tipo dragón y juraría que mi boca expulsó fuego.

—No pensaba que fueras a hacerlo tía, estás colgada. —Dice una chica  para después dejar un billete arrugado de 5 pavos encima de la mesa.

—No subestimes mis poderes ZORRA.

Cojo el dinero a medida que lo van dejando en la mesa y lo guardo en el bolso mientras sonrío ante cada cumplido que me hacen.

Si ser una borracha y que te premien por ello se considera cumplido.

Lo dejo a vuestro criterio.

Miro a mi alrededor y veo como las cosas empiezan a multiplicarse, vaya dos tíos iguales, quizás son gemelos, me encantan los gemelos.

Dios me encanta el flan de huevo.

Voy hacía la pista de baile, me lleva una mano, parece que estoy flotando, debería vender este tipo de pastillas.

La mano me agarra de la cintura, y esa mano se convierte en una persona, dios es una persona, le conozco, qué persona es? Oh dios no sé quién es.

Me río y sigo bailando con esa persona, ahora puedo distinguirlo, es un chico, salto salto salto salto y salto al ritmo de la música, hay mucha gente y el techo parece estar sudando, me toco la frente, vaya, me ha caído una gota enorme del techo, cómo suda.

La mano que se convirtió en una persona ya no está, camino, saludo a gente, oh hola tía cuanto tiempo, pero si nos vimos ayer, el ayer es el ayer y ahora hay que vivir el ahora.

Veo a muchas manos que se convierten en personas y después en nombres, estoy fuera de mi cuerpo, lo veo todo como si fuera un videojuego, dios tendría que cambiarme el pelo, dónde demonios se edita esto?

Una mano que se transformó en persona y luego en nombre me mira, oh es un nombre, es mi hombre, es Emmet.

Esto no es lo que parece.

Sangre, sangre en mi boca que sabe a metal, me gusta, tenía hambre.

Tengo pelo en la mano, oh dios e acariciado a un gato, oh no, le he pegado a una mano que se transforma en persona y luego en nombre.

Se ha bugueado el juego, mi avatar va solo, dónde vas cabrona?

Oscuridad.
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Ashton.

—Candie por dios, despierta.

Le riego un poco de agua en la cara, era mi última opción, pero ha funcionado. Se levanta con rudeza del sofá y mira para todos lados menos para mí, se mira las manos y frunce el ceño, como si estuviera loca de remate. Me mira y exclama  un "oh" alargado, tiene efecto retardado esta niña.

Iba a preguntarle por lo que había pasado pero en cuestión de segundos está presionando sus labios con los míos, le sigo el beso con desesperación, ella se sienta encima mía separando a penas por unos segundos nuestros labios lo que me da tiempo a recordar que esto es completamente ilegal, pero todo pensamiento sensato desaparece cuando empieza a mover las caderas de una forma que sólo lo haría una diosa.

Mis manos actúan por sí solas y se dirigen hacía su trasero apretándola más hacía mí, me agarra del pelo tirando mi cabeza hacia atrás para dejar sensuales besos sobre mi cuello, suelto un suspiro y levanto la cadera hacia ella buscando más contacto.

Entonces suena el timbre, ¿el timbre?

Frunzo el ceño, ella parece no haberlo escuchado ya que sigue con su labor de ponerme endemoniadamente cachondo.

Le cojo de la cara para que se centre.

—Voy a mirar quién es, quédate aquí sin hacer ni un solo ruido. —Le digo mientras la cojo en brazos para sentarla en el sofá.

No me quedo para escuchar lo que dice, voy corriendo hacia la puerta.

Miro por la mirilla.

Tom.

Abro la puerta con cara de pocos amigos.

—¿Se puede saber que haces aquí a estas horas? —Le pregunto un tanto borde.

Él levanta el pack de cervezas.

—Le robé estas cervezas a la fulana que me ligue en el Blaster, te hace acabar la noche viendo viejos partido de fútbol?

Me llevo la mano a la cabeza.

—Me duele la cabeza y eso me irrita, no creo que sea una buena compañía ahora mismo.

Entonces escucho un ruido y por la cara de Tom, el también lo ha escuchado.

—¡Profesor Kutcher, necesito que venga a castigarme, he sido mala!—Grita Candie desde el salón.

Tom abre los ojos como dos huevos.

—Ya, te duele la cabeza. —Me da las cervezas y entra en la casa sin pedir permiso. —¿Está desnuda?

Cierro la puerta y dejo las cervezas en el suelo, voy corriendo hacia el pero entra antes en el salón y ve a Candie.

Está completamente vestida, bueno, el vestido está completamente subido.

—¡Eey, has traído un amigo profesor!

Tom se sienta a su lado y pone una mano encima de su muslo.

—¿Cuántos años tienes hermosa?

—Tom ya se iba. —Le agarro del brazo para sacarlo de encima de Candie y le empujo en dirección a la puerta.

—Nooo, tengo 17. —Dice Candie con esa voz tan dulce como su nombre.

Tom me mira entrecerrando los ojos y negando con la cabeza, antes de salir me dice:

—Espero que me presentes a alguna amiga suya.

Le cierro la puerta en la cara y me paso la mano por el pelo quedándome ahí pensando.

Acabo de firmar mi despido, debo decirle que se marche.

Voy hacia el salón con intención de sacarla de mí casa cueste lo que cueste, pero me la encuentro dormida, cojo la manta del sofá y se la pongo por encima.

Cuando duerme tiene una expresión tan relajada, como si nunca fuera roto un plato y en realidad rompió más de una vajilla.

Tiene el labio partido, llevo mis dedos hacia su boca.

Mal.

Le quito con cuidado el pelo de la cara y le acaricio durante unos segundos la frente.

No puedo  alejarme de ella.

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