Capítulo dos.

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Llegó el cumpleaños del pelinegro, una fiesta tranquila y relajada, con un pastel rojo y refrescos.

Feliz cumple Juggie

— Gracias Betts

— El pastel me gustó mucho, tiene frutos rojos y crema pastelera

— Mi mamá la preparó

— Pues le quedó muy rico el pastel señora Jones

— Gracias linda — sonrío bebiendo refresco.

Alice tomó de la mano a Betty y besó su mejilla.

— Hora de irnos pequeñuela

— Si mami, adiós Juggie, adiós señora Jones

Ambos se despidieron con la mano y la rubia subió al carro.

— ¿Te divertiste pequeña?

— Si mami, habían juegos y globos y muchos dulces

— Se escucha divertido linda, me alegro que te hayas divertido

— Mami, ¿crees que Juggie y yo tengamos una vida juntos en un futuro?

— Escuchame cielo... tú y el son buenos amigos, pero no puedo saber lo que pasará más adelante, ni siquiera un sabio lo sabría, toda felicidad siempre va y viene, así como papá y yo. Escuchame bien... nunca es tarde para un final feliz, todo lo que se va, siempre vuelve.

— ¿Qué quiere decir mami?

La rubia estacionó el carro y la miró.

— Imaginemos qué tenemos dos pajaritos, y uno de ellos se va para siempre. ¿Cómo se sentirá el otro pajarito?

— Triste.

— Ahora imaginemos que ellos dos se amaban con todo el alma, y nunca más pudieron verse. ¿Qué pasará?

— Uhm... ¿El pajarito que sigue ahí, está triste sin saber que hacer?

— Exacto. Ahora digamos que ellos dos al no poder verse, comienzan a extrañarse, y el que se había ido, volvió de manera inesperada. ¿Cómo se sentirán ambos?

— Pues muy felices

— Así es, tu y Jughead tienen mucho por vivir, faltan risas y aventuras por conocer. Nunca es tarde para nada, ni siquiera de una sola sonrisa, mi vida.

La rubia de seis años se quedó con ambas frases grabadas en la cabeza, al saber que el y ella tendrían un futuro unido, creció muy segura de sí misma.









— Años después —

— Betty es tu primer día en la universidad, ¿en qué momento dejaste de ser una niña chiquita? — dijo con unas lágrimas.

— Ay mamá no seas exagerada —rió un poco. — Jughead me irá a recoger, y luego iremos hacia el río a pasar la tarde

— Me parece bien que Jughead siga siendo tu amigo, desde los seis años que lo conozco y es buen muchacho.

— Claro que si

Jughead tocó el claxon y la rubio se despidió de su madre, para luego subir al carro.

— Oal preciosa — levantó las cejas.

— Ay por dios Jughead — le dio un golpe en la nuca.

— ¡Auch!

— rió. — Apurate antes de que se nos haga tarde, es el primer día de clases y no pienso tener un punto rojo en tardanza

— Lo que la señorita diga — puso la radio y condució.



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