Helena
La única constante en mi vida siempre había sido el dolor.
No recordaba muy bien quién era sin él. En forma de aguijón presionando mi corazón o materializándose en moretones a lo largo de mi piel. Siempre estaba ahí.
Después de todo, había aceptado un trato que me condenaba a sufrir. Básicamente.
En pocas palabras, estaba jodida. Hasta el fondo.
Por eso mismo pasé toda la semana después de la fiesta sintiendo que algo andaba mal conmigo. No sentía dolor, no sentía nada igual a lo que estaba acostumbrada.
Había pasado toda la semana cerca de Nate y lo culpaba por el rayito de esperanza que se había sembrado dentro mío. Quería arrancarlo de raíz, pues no debía sentir nada de eso. Estaba jodida, ¿recuerdan? Acercarme más a él era sencillamente cruel.
Y sin embargo ahí estaba yo, buscando su mano en secreto durante las pocas clases que compartíamos, oliendo su perfume por más tiempo del prudente, aceptando su brazo sobre mis hombros mientras caminábamos por el campus juntos.
Yo no era así. No me gustaban las muestras de afecto en público. Y tampoco era fanática de que la gente supiera con quién salía o follaba. Podían meterse en sus propios jodidos asuntos.
— Te gusta, es tan simple como eso —me repitió por tercera vez Cass desde el otro lado de la mesa durante el almuerzo. Era viernes, gracias a Dios, por lo que los chicos tenían clase en este horario y ninguno de ellos tenía que escuchar nada de... lo que fuera este absurdo confesionario.
— Claro que me gusta, hace casi un año que follamos. Sería raro que no me gustara, ¿no? —contesté un poco malhumorada, porque no era eso lo que me preocupaba.
Por supuesto que Nate me gustaba, ¿lo han visto?
Esto era diferente. Estaba de acuerdo con que me gustara. Un poco. ¿Pero más allá de eso? No estaba tan segura de poder hacerme cargo de ello.
— ¿Y entonces, qué tanto? Sigan follando como conejos y tengan muchos conejitos.
— Ay, por Dios. Tócate la teta izquierda. Todas, todas tóquensela —dijo Liv a mi lado, llevando su mano a su seno izquierdo para evitar que las palabras de Cass se hicieran realidad—. No estoy lista para ser tía.
— Yo menos, ni siquiera puedo aprobar Análisis Matemático III, menos voy a poder cambiar un pañal —agregó Bianca junto a Cass, apretándose la teta sin sacar la vista de sus apuntes.
La morocha la miró con los ojos entornados y la boca ligeramente abierta por unos segundos hasta que volvió a hablar.
— Eh... No correlation, amor. Y no me refería a eso, claramente yo tampoco quiero ser tía. Aunque me encantaría que hubiera una mini Lena en el grupo con tu misma cara de culo, sería tan tierna.
— Mi bebé no va a tener cara de culo —contrarresté un poco ofendida. Hasta que... ¿Por qué demonios estábamos hablando de bebés?—. ¿Podemos volver a lo importante? ¿Qué hago con Nate?
— Fóllalo, móntalo, chúpalo. —Miré a Cass y levanté las cejas, no del todo sorprendida con que esa fuera su sugerencia—. Sabes muy bien que si tu no lo haces hay una fila entera esperando para hacerlo.
— Gran ayuda, Cass. Siempre en el blanco —la retó Liv y se metió un bastón de zanahoria con hummus en la boca. Vaya, la comida aquí realmente estaba mejorando.
— Solo digo la verdad. No maten al mensajero. —Se encogió de hombros y le dio un gran mordisco a su porción de pizza antes de volver a hablar con la boca llena—. Hablando de matar... —Todas la miramos con los ojos muy abiertos mientras ella deglutía sus carbohidratos—. No me miren así, locas. Quiero comenzar una campaña para recaudar fondos y donarlos a las personas que perdieron su hogar debido a un incendio. O a los bomberos voluntarios, o a ambos. No lo sé, todavía no me decido. ¿Qué opinan? Casi morimos el otro día y... No puedo sacármelo de la cabeza. Necesito hacer algo para calmarme.
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Lo que hubiésemos sido
RomanceAiden Reeves desapareció de mi vida un sábado por la noche y regresó un lunes por la mañana, tres años después. No le alcanzó con traer su odiosa presencia de vuelta, sino que volvió dispuesto a joderme, literalmente. Dicen que del amor al odio ha...