Capítulo 6: Los niños de la fotografía

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Drac entra a la habitación de la princesa y me deja afuera sola con otros cuatro guardias que se ven más serios de lo normal. Después de un rato la reina sale rápidamente y me asusta un poco, se ve enojada lo que me asusta aún más, yo la saludo respetuosamente y hago una reverencia incómoda, debo empezar a practicar mejor mis reverencias. La reina inclina un poco la cabeza y pasa de largo, dos guardias la siguen a una distancia considerable.

La veo alejarse por el pasillo y desaparecer al dar la vuelta, suspiro y me relajo un poco. Volteo a la puerta y luego a los guardias, ven al frente pero no hacia mí, solo cuidan el final del pasillo, que ninguna amenaza potencial aparezca por esa esquina. Me ofende un poco que no me vigilen, no me ven como una amenaza, lo que tampoco está mal, solo es raro. Me aburro de estar allí sola así que me acerco a una ventana. Esas ventanas tienen una hermosa vista de toda la ciudad. Se ven los parques llenos de árboles, las grandes plazas, el lago y la cascada, las casas clásicas y el tren bala dándole vuelta a la ciudad. De pronto escucho la puerta del cuarto de la princesa abrirse detrás de mí.

—¿Es hermosa la vista? —me pregunta la voz de Drac.

—Lo es —le contesto con una sonrisa.

—La princesa saldrá en un minuto —volteo hacia él con curiosidad.

—Creí que nos veríamos en su habitación.

—La princesa ya no quiere estar en su habitación —dice mientras se acerca y se para a mi lado en frente de la ventana—. Nunca había visto por estas ventanas. Se ve toda la ciudad desde aquí.

—¿Por qué nunca habías visto por aquí? Tengo entendido que los guardias viven aquí.

—Siempre estoy frente a la puerta viendo el final del pasillo —dice primero señalando la puerta y después el pasillo hasta llegar al final—. Tengo que cuidar a la princesa. Y cuando era pequeño no tenía permitido venir acá.

La vida de un guardia no suena tan interesante. No logro ver la fascinación que le tiene Alik a esto. Es solo pararse frente a una puerta, no tienen opinión, no pueden hablar, ni distraerse. Tiene prohibido hacer muchas cosas.

—¿Vivías aquí desde pequeño?

—Sí, mi padre fue el guardia del rey Zigor. Entonces vino aquí a vivir con mi mamá y después nací yo y también viví aquí. No conozco otro lugar al que le pueda llamar hogar —está parado muy cerca de mí y tan concentrado en la vista que está frente a nosotros.

—¿Desde pequeño querías ser guardia? —lo miro, examino su rostro.

—No he visto otro trabajo. Fui a la escuela, pero siempre he pensado que mi trabajo perfecto es este. Y la princesa es mi amiga de la infancia, la he cuidado desde siempre. Ya no es un trabajo, es una costumbre —me gusta escucharlo hablar, cada que menciona a la princesa aparece una ternura especial en su mirada.

—Mi hermano quiere ser el guardia de la reina, cuando la princesa Melania sea reina.

—¿Me quiere robar el trabajo?

—Sí —digo sonriendo.

Él está sonriendo y ve por la ventana con asombro. Cuando está relajado es muy diferente a su pinta de guardia, es amable, tierno y, si lo interrogas, hablador. Sin olvidarnos que es increíblemente guapo. Él me mira y yo a él, estando así de cerca me doy cuenta que tiene destellos rojos en sus ojos cafés. Escuchamos que se abre la puerta y ambos giramos hacia atrás. La princesa Melania está en su puerta viéndonos con una sonrisa, es una sonrisa traviesa, como si se le hubiera ocurrido algo. Se ve bien, lleva su cabello corto y castaño oscuro suelto hasta los hombros. Tiene su piel morena perfectamente limpia e hidratada. Sus labios son rojos claro, sus ojos verdes brillantes. Está bien maquillada, tal vez por eso tardó en salir. Está vestida con un vestido floreado rojo con zapatos bajos rojos. Sonríe, pero tiene la mirada cansada y con una pizca de tristeza. Es bonita, pero se ve un poco infeliz.

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