—Hay que ir hasta allá, Sig no está solo —le grita Susana a Arthur.
—Es Erick —interviene Martín—, ese chico ha perdido el control completo del implante. El aparato y sus emociones más oscuras dominan su cuerpo. Qué terrible error he cometido. Estamos reviviendo el pasado.
—¡Santo Dios! Recuerdo haber escuchado la historia: el salvador perdió el control, casi mata a sus amigos o el que se le atravesará en un arranque de ira, ¿qué hicieron para detenerlo? —pregunta Susana angustiada.
Unai llega con Marco casi en brazos y junto con los niños. Adela, Telma y Roger se unen para tratar de ayudar.
—¿Qué le pasó a Légolas? —pregunta Josh.
—Cuando escuchó lo que pasaba, colapsó —responde el viejo.
—¡Susana, Carol, ayúdenme!, tenemos que sujetarlo para evitar que se haga daño —les pide Unai.
Helena decide ir a los campos a buscar a Sig.
—¿Qué haces? —la detiene e viejo, que entiende sus intenciones—. Vas a salir herida si te acercas.
—¡Esto es mi culpa!
—¿Qué Sig se enfrente con Erick es culpa tuya? ¡Deja de ser estúpida! Allá ocurrió otra cosa para que ambos peleen de esa manera. Se repite la historia de hace veinte años. Les dije que no íbamos a poder controlar el uso de esas cosas —responde Unai impaciente mirando a Arthur.
—¡Pero algo tenemos que hacer, Unai! —le grita Ela preocupada—, ¡debe existir un modo de detenerlos!
—No lo sé, algo estalló aún más la ira de Sig, ese idiota Erick hizo algo. Ahora su poder es solo emociones y no reconocerá quién es su amigo o enemigo, ¡No tiene caso que vayas hacia allá, Ela, podría matarte si te acercas!
—Él no me hará daño, me reconocerá. Estoy segura.
—Unai, si siguen peleando, uno de ellos terminará muerto, o alguien más. Tendremos que buscar lo que usamos aquella vez para enfrentar la rebelión interna —habla Arthur con miedo en su rostro.
—Estás hablando de dispararles, militar, debe existir otra manera antes de usar esa vía.
Este no es el caso de unos jóvenes que querían utilizar el implante en un movimiento rebelde. Nos equivocamos en experimentar de nuevo con esos aparatos, ahora es imprescindible que destruyamos esas cosas. –dice Claudia en reclamo a los alcaldes.
Ya lo he dicho, pero tú y el Coordinador insistían en mantenerlos, Arthur. «Preservar el conocimiento», ¡imbéciles! Ustedes no son diferentes de los verdes. Al final Ela tenía razón, la armas y los implantes son como la espada del Samurái.
—Nosotros lo haremos —les dice Sebastian a los adultos—, los detendremos. Podemos contener a Sig y a Erick si vamos todos.
Los niños se les acercan en grupo, incluyendo a los de los otros municipios.
—Escuchen, ustedes no pueden ir. Por favor, entiendan que hay posibilidades de morir. Telma, tú has tenido episodios de esa fuerza que invade el cuerpo, lo has sabido controlar, pero no creo que puedas con ellos dos.
—Tal vez sola no, pero si vamos en equipo creo que podremos contener a Erick. A Sig no lo sé, parece que su nivel es diferente.
Todos los presentes en el patio dirigen su vista al municipio uno. La pelea continúa y ahora se empiezan a acercar a los campos.
—¡Vienen hacia acá! —grita Arthur—. ¡Claudia, Unai, vayamos al hospital a buscar las armas, les dispararemos en las piernas para detenerlos!
—Yo iré también —se presenta Federico Mendoza—, ayudaré en esto, antes de que alguien muera debemos contener a esos niños.
YOU ARE READING
LA IRA DE SIG
Science FictionEn el futuro, una pandemia mundial causada por los animales ha exterminado al 80% de la población humana. Uno de los pocos lugares sobrevivientes es La Ciudad Once, un asentamiento sumido en una guerra civil entre un grupo conocido como "Los Estudia...