− ¡¿Dónde diablos te metiste?
− No tengo tiempo para explicarte, por favor ayúdame
− ¿Ahora qué hiciste?
− Ayúdame a meterla
− ¿Quién es ella?
− No sé, se lanzó contra el auto
− ¡¿cómo que se lanzó?! ¡La arrollaste!
Sólo escuchaba la voz de ambas mujeres murmurar, no veía muy bien, solo árboles y el cielo oscuro, me quejé del dolor que agobiaba mi cabeza y mi cuerpo.
− ¡No la arrollé! – gritó alguien dejando caer mis piernas sobre algo duro.
− ¡Lisa! ¡No la sueltes! – gritaba otra mujer.
¿Lisa? ¿Quién es Lisa?
Me recostaron sobre algo suave, estaba tratando de abrir los ojos o al menos despertar completamente, pero el dolor que sentía en mi cabeza me lo impedía.
− cuidado con su cabeza – murmuró alguien, algo en mi frente ardía como el demonio, tanto que casi abro mis ojos como platos, al hacerlo, sólo una visión borrosa se posó frente a mí.
Una chica con un peculiar flequillo y ojos color miel, su cabello largo y rubio que caía sobre mí y sus labios decirme – Sólo no te muertas ¿ok? – no pude contestar a su indicación, me quejé del ardor en mi cabeza y volví a cerrar los ojos.
Ésa noche, no lograba recuperar mi conciencia, soñé esos ojos color miel todo el tiempo, mis sueños no eran claros, porque en imágenes veía una rubia mirarme desde lejos, luego la vi acostada a mi lado nuevamente y susurrándome "No te mueras, por favor" ... Así, fue el resto de la noche, esos ojos velando por mí.
Hasta que finalmente, una luz blanca caló en mi rostro. Los cantares de unos pájaros invadieron mis oídos y el aroma a café mi olfato. Fruncí el ceño cuando intenté abrir los ojos antes de quedar ciega por el alba de éste día.
Llevé mi mano sobre mi cabeza y tenté un vendaje sobre ésta, seguí el tacto con mis dedos hasta que – ¡Auch! – ahí justo cerca de la cien me dolía bastante. Me incliné un poco y miré mi cuerpo tendido sobre una colchoneta y un cobertor encima. Estaba dentro de una habitación de un estilo "antiguo" las paredes de madera, la ventana con una persiana igual de madera o bambú, no sé bien, el techo de madera, todo era madera y casi no había muebles dentro. Sólo una guitarra acústica en una esquina, una caja extraña que tenía dos ruedas negras en cada esquina y en medio botones con una puertita, a lado vi unas botas militares regadas por todas partes al igual que ropa por doquier, una pila de libros en una esquina y unas gafas negras redondas, que se me hicieron bastante familiares.
− ¿Dónde estoy? – pregunté en murmullo, a lado mío había un peltre con un paño blanco manchado con sangre. ¿Era sangre mía?
Pasé saliva intentando asimilar todo lo que había dentro, pero, no había divisado todo en realidad, por en ese mismo instante que había decidido retirarme el cobertor del cuerpo para levantarme y justo cuando lo hice, me vi en interiores, ¡no tenía puesta mi ropa! Pero lo peor ocurrió cuando un largo y pálido brazo envolvió mi cintura.
Me petrifiqué con el corazón latiendo a mil, había alguien abrazando mi cintura, giré lentamente mi cabeza y cuando lo hice – No...te...mueras... ¿ok? – una chica rubia estaba justo a mi lado hablando dormida.
− ¡Aaaaah! – grité temblando como loca, no sabía si quiera quien era. Tenía su cabello enmarañado, ropa vieja y manchada de sangre.
− ¡Aaaaah! – ella también gritó como loca cuando yo lo hice, haciendo que yo gritara más fuerte.
Se puso rápido de pie al igual que yo cubriendo mi cuerpo con el cobertor− ¡No te acerques! ¡No me hagas daño! – pedí, ella parecía una vagabunda, ¿me secuestraron? ¡Parece una loca! ¿Abusaron de mí, me violaron? ¡Oh, Dios mío! − ¡¿Mi ropa?!¡¿Dónde está mi ropa, pervertida?! – grité asustada.
− ¿Qué? – preguntó, sujetó su cabello llevándolo hacia atrás, fue entonces cuando la luz que entraba por la ventana se clavó en su rostro, la luz del sol penetró sus ojos dejando ver un color miel cristalino que brillaba cautivadoramente, era la chica que soñé.
− ¿Lisa? – pregunté, no sé por qué, pero era el nombre que se me había quedado grabado toda la noche.
− ¿Cómo sabes mi nombre? – preguntó seria.
− ¡¿Qué ocurre?! – gritó otra mujer corriendo hasta la habitación donde estaba. Sentí pánico al verlas, me hice hacia atrás para que no se acercaran a mi.
− Parece que se dio muy duro en la cabeza, ¡Me dijo pervertida! – dijo la chica rubia, yo en cambio me sentía como un perrito acorralado.
− ¡No se acerquen, no me toquen, por favor!¡No me hagan daño! – gritaba alterada, hasta que tiré la guitarra que estaba cerca.
− Tranquila, no te haremos daño, confía en mi – decía la mujer mayor.
− ¡Ja! ¡¿Daño?! Si fuiste tú quien le hizo daño a mi auto y a mí me provocaste un daño psicológico también, ¡pensé que te habías muerto! ¿Quién pagará eso? ¿eh? ¿quién pagará las terapias? – preguntaba la otra chica acercándose demasiado a mí.
− ¡Lisa! – le gritó la mujer.
− ¡No te acerques! – grité sujetando la guitarra de alado, como pude el levanté del mástil como amenaza para golpearla.
− ¡Oh, no! ¡No te atrevas! – alertó la rubia mirando su guitarra.
− Te lo advierto, das un paso más y te golpeó con la guitarra – advertí.
Ella parecía pensarlo, no quitaba sus ojos del instrumento y tampoco se movía – Por favor, baja mi guitarra, no la metas en esto, es inocente – avisó.
Vi en su rostro preocupación, incluso que pasó saliva, definitivamente ésta chica le preocupaba el instrumento, así que lo levanté un poco más, eso hizo que ella soltara un casi inaudible gritillo.
− Hey – me habló la otra mujer – Aquí está tu ropa, mira. − me la extendía para que la tomara, si lo hacía el cobertor caería de mi cuerpo, entonces debía pensar que tirar si el cobertor o la guitarra. – Tómala, está bien, no pasa nada... − aquella mujer me brindaba confianza, lo veía en su mirada, así que empecé a bajar la guitarra.
− Seo, cuando te diga yo la noqueo y tú la amarras – siseó la otra chica.
Algo que hizo que me pusiera alerta − ¡Lisa! ¡Basta! ¡La estas asustando! – le gritó la mujer. ¡Dios sólo denme mi ropa, la guitarra pesa! – ¡Vete de la habitación, ya!
− ¿Qué? – preguntó la rubia irguiéndose hacia la otra mujer – Pero si es mi recamara, ella es la intru...
− ¡Go away! – gritó la mujer severa señalando la salida de la habitación.
La rubia alta resopló y salió de la habitación a regañadientes, yo en cambio bajé la guitarra lentamente porque ya no soportaba su peso – Mi nombre es Seo Yeji, anoche te quité la ropa para limpiarla, estaba llena de tierra y sangre, nadie te hizo daño – vi sinceridad en su rostro − vístete y cuando estés lista te explicaremos todo, por favor – pidió dejándome la ropa sobre la colchoneta y salió de aquella habitación cerrándola con una puerta corrediza.