CAPÍTULO IV

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− ¡¿Dónde diablos te metiste?

− No tengo tiempo para explicarte, por favor ayúdame

− ¿Ahora qué hiciste?

− Ayúdame a meterla

− ¿Quién es ella?

− No sé, se lanzó contra el auto

− ¡¿cómo que se lanzó?! ¡La arrollaste!

Sólo escuchaba la voz de ambas mujeres murmurar, no veía muy bien, solo árboles y el cielo oscuro, me quejé del dolor que agobiaba mi cabeza y mi cuerpo.

− ¡No la arrollé! – gritó alguien dejando caer mis piernas sobre algo duro.

− ¡Lisa! ¡No la sueltes! – gritaba otra mujer.

¿Lisa? ¿Quién es Lisa?

Me recostaron sobre algo suave, estaba tratando de abrir los ojos o al menos despertar completamente, pero el dolor que sentía en mi cabeza me lo impedía.

− cuidado con su cabeza – murmuró alguien, algo en mi frente ardía como el demonio, tanto que casi abro mis ojos como platos, al hacerlo, sólo una visión borrosa se posó frente a mí.

Una chica con un peculiar flequillo y ojos color miel, su cabello largo y rubio que caía sobre mí y sus labios decirme – Sólo no te muertas ¿ok? – no pude contestar a su indicación, me quejé del ardor en mi cabeza y volví a cerrar los ojos.

Ésa noche, no lograba recuperar mi conciencia, soñé esos ojos color miel todo el tiempo, mis sueños no eran claros, porque en imágenes veía una rubia mirarme desde lejos, luego la vi acostada a mi lado nuevamente y susurrándome "No te mueras, por favor" ... Así, fue el resto de la noche, esos ojos velando por mí.

Hasta que finalmente, una luz blanca caló en mi rostro. Los cantares de unos pájaros invadieron mis oídos y el aroma a café mi olfato. Fruncí el ceño cuando intenté abrir los ojos antes de quedar ciega por el alba de éste día.

Llevé mi mano sobre mi cabeza y tenté un vendaje sobre ésta, seguí el tacto con mis dedos hasta que – ¡Auch! – ahí justo cerca de la cien me dolía bastante. Me incliné un poco y miré mi cuerpo tendido sobre una colchoneta y un cobertor encima. Estaba dentro de una habitación de un estilo "antiguo" las paredes de madera, la ventana con una persiana igual de madera o bambú, no sé bien, el techo de madera, todo era madera y casi no había muebles dentro. Sólo una guitarra acústica en una esquina, una caja extraña que tenía dos ruedas negras en cada esquina y en medio botones con una puertita, a lado vi unas botas militares regadas por todas partes al igual que ropa por doquier, una pila de libros en una esquina y unas gafas negras redondas, que se me hicieron bastante familiares.

− ¿Dónde estoy? – pregunté en murmullo, a lado mío había un peltre con un paño blanco manchado con sangre. ¿Era sangre mía?

Pasé saliva intentando asimilar todo lo que había dentro, pero, no había divisado todo en realidad, por en ese mismo instante que había decidido retirarme el cobertor del cuerpo para levantarme y justo cuando lo hice, me vi en interiores, ¡no tenía puesta mi ropa! Pero lo peor ocurrió cuando un largo y pálido brazo envolvió mi cintura.

Me petrifiqué con el corazón latiendo a mil, había alguien abrazando mi cintura, giré lentamente mi cabeza y cuando lo hice – No...te...mueras... ¿ok? – una chica rubia estaba justo a mi lado hablando dormida.

− ¡Aaaaah! – grité temblando como loca, no sabía si quiera quien era. Tenía su cabello enmarañado, ropa vieja y manchada de sangre.

− ¡Aaaaah! – ella también gritó como loca cuando yo lo hice, haciendo que yo gritara más fuerte.

AMOR EN ROSA - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora