DIEZ

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Fingió desmayarse pero, sinceramente, estaba muy cerca de perder el conocimiento. Así que no era realmente algo difícil de falsificar.

Cuando finalmente cesaron las palizas del día, le bajaron los grilletes. Estaba atado a la pared con un mecanismo que, si alguien tiraba de él hacia arriba, lo pondría en pie también, pero cuando se bajaba, los grilletes estarían lo suficientemente sueltos como para que se cayera al suelo.

Eso es lo que esperaba Shawn cuando fingió desmayarse.

Se tomó un momento para equilibrar su respiración, para reunir unas cuantas pizcas de las fuerzas que le quedaban. Cuando los guardias se marcharon por fin y cerraron las rejas del calabozo, escuchó atentamente cualquier sonido que indicara que no estaba solo.

Cuando el silencio lo convenció de que no había nadie más cerca, se arrastró lentamente hacia donde había visto anteriormente el destello de un alambre. Sin embargo, sus grilletes no eran lo suficientemente largos como para alcanzarlo. Necesitaba maniobrar su cuerpo para llegar a los varios centímetros que le separaban de ese pedazo de alambre.

Cuando finalmente pudo posicionar su cuerpo para alcanzar el cable, se quitó de una patada una de sus botas para poder usar los dedos de los pies para alcanzarlo. Le costó un poco hacer todo esto porque no era tan ágil como siempre había sido la princesa.

Pero una de las muchas habilidades que había aprendido con éxito de la propia princesa Lauren era la de forzar cerraduras. Puede que le haya llevado un tiempo, pero al final había aprendido el truco.

Ahora, con ese trozo de alambre metido entre los dedos de los pies, Shawn no pudo evitar que la sonrisa se extendiera por su cara...

* * *

Había un pequeño campamento de elfos a varias millas de las fronteras del sur de Zaragoza. Y hacia allí se dirigía el comandante Austin.

Era un campamento, con alrededor de cien elfos, armando tiendas y encendiendo fuego para calentarse y tomar el té. Le pareceía que estos elfos eran del tipo nómada que eran devotos adoradores de la madre naturaleza, siempre viajando a donde quiera que los llevara el viento e interpretando las fases de la luna y las constelaciones; nunca habían tenido una residencia permanente real.

"Pareces perdido", dijo una elfa posada en un árbol.

"Estoy buscando a una amiga", respondió secamente.

"¿Tu amiga tiene un nombre?"

El Comandante Austin estudió a la elfa posada en la rama de un gran árbol a unos metros por encima de él. No parecía como la mayoría de las de su especie, reservada y un poco distante. Parecía del tipo alegre y un poco demasiado entrometida para su propio bien.

"¿Sabes lo que pasó en el camino a unas treinta millas de aquí?"

La elfa lo miró inquisitivamente, con una ceja alzada.

"No mucho", la elfa saltó del árbol, aterrizando fácilmente sobre sus dos pies justo en frente de Austin, "¿Por qué lo preguntas?".

"Me preocupa que mi amiga se haya ido por ahí y que haya quedado atrapada en medio de esa pelea".

"Bueno... Eso es algo trágico,"

La elfa le pasó por delante, dirigiéndose hacia donde sus compañeros se habían instalado cómodamente. No ofreció ninguna información útil y Austin desconfiaba un poco como para seguir preguntando.

"Está oscureciendo. No es prudente recorrer el bosque en la oscuridad", dijo la elfa mientras se alejaba. "Si quieres, puedes quedarte en la tienda de mi padre. Puede que él sepa las respuestas a tus preguntas".

The Princess and The Bandit (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora