Un mes.
Había pasado un mes entero, en el que me negué a mí misma ver a Ethan. ¿Para qué? No tenía respuesta para él. Si era honesta conmigo misma, él tenía razón. Nos gustábamos.
Pero eso no era suficiente. No para mí, al menos. Una atracción cualquiera podría desaparecer tan rápido como llegó, y para entonces, habré traicionado a mi mejor amiga, habré lastimado a Ethan y me habré roto el corazón por nada.
No, no podía arriesgarme.
Pero al mismo tiempo, todo mi ser me decía que debía intentarlo. Todos esos 31 días había estado comiendo sola, a veces derramando una que otra lagrima por la sensación de que había terminado con algo que me hacía feliz. Por las noches era un infierno, porque mi cuerpo ya conocía al de Ethan y por esas pocas ocasiones en las que habíamos dormido juntos, llegué a anhelar más de su contacto. Pero lo peor eran las mañanas, porque era cuando veía a Golly y tenía que fingir que todo estaba bien, que mi corazón estaba fuerte y estable. Ella no parecía creerlo, pero tampoco insistía, ya que yo no era muy dada a hablar de mis sentimientos.
Ethan no había mandado ningún mensaje, no había aparecido por mi casa ni por mis salones de clase. Estaba más que claro que no quería presionarme, pero a veces deseaba que lo hiciera, porque extrañaba estar con él y mi cabeza tonta no me dejaba ceder a mis deseos.
Pero todo cambió esta mañana.
Me había despertado un poco tarde, aunque debía ir a la escuela, porque me pasé casi toda la noche pensando en los diferentes escenarios que sucederían si tan solo dejara atrás todo mi miedo a arruinar las cosas y tuviera una conversación decente con Golly, fuera honesta con Ethan y dejara de impedirme ser feliz a mí misma.
Así que me levanté de la cama, decidida a enfrentar mis miedos, ¿qué era lo peor que podía pasar si Ethan y yo salíamos? Uno o dos corazones rotos, tal vez un poco de fragilidad en mi amistad con Golly pero nada que no se pudiera solucionar.
Me alisté, desayuné y salí de casa con una sola idea en mi mente. Conseguir al chico. No sabía ni como lo haría, pero estaba determinada y eso debía contar para algo.
Llegué a la escuela y mis primeras clases se sentían eternas, intenté prestarles atención pero más que nada estaba pensando en cómo acercarme a Ethan. Aún no había llegado a nada, pero seguramente en la inspiración del momento sabría qué decir.
En cuanto terminaron mis clases de antes del almuerzo, salí corriendo hacia la cafetería en la que solíamos reunirnos. Abrí la puerta, pasé de la entrada e inmediatamente mi corazón se detuvo.
No había nadie en nuestra mesa.
Él no estaba aquí.
Tenía ganas de llorar, se podría decir que era culpa de mis hormonas, ya que estaba cerca de tener mi periodo, pero me contuve. No era para tanto.
Decidí ir a las otras cafeterías, pero para mi mala suerte, Ethan no estaba en ninguna.
Vagué por el campus, pasé por las aulas en las que él asistía a clases. Pero nada. No estaba por ningun lado.
Entonces, cuando toda esperanza estaba perdida, miré hacia el piso. Y noté números. Era algo inusual, y la verdad no les entendía mucho, pero los seguí. Estaba a punto de cruzar la calle sin mirar a los lados cuando una mano me detuvo el brazo.
Era él. Tan lindo como siempre, alto, con su cabello oscuro y guapo. Sonreí. Pero él estaba frunciendo el ceño, así que dejé de hacerlo.
-¿En qué estabas pensando? - Preguntó enfadado.
ESTÁS LEYENDO
Los momentos que robamos
RomanceLee Keating, no espera encontrar al hombre perfecto en meses, años, décadas, tal vez siglos, pero su amiga Golly cree lo contrario. Por lo que ahora Lee se ve sometida a constantes citas a ciegas. Sin embargo, en ellas no logra conocer a alguien lo...