Capítulo XXXIV

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Diana Cano

Salté del suelo tan pronto como pude reaccionar y me lancé hacia un lado. Escuché unos estruendos y vi como Catherine chocaba contra el mueble sobre el que me estaba apoyando y tumbaba un centenar de cosas en el camino.

¿Qué mierda le está pasando? ¿Cómo puede hacer esas cosas de repente? ¡Nunca me había pasado algo así, ni siquiera con Bastián!

He oído de las posesiones, si, incluso Bastián me ha hablado de ellas, pero hasta donde entiendo, para que el alma de una persona se convierta en un fantasma se necesita, al menos, una de tres cosas.

1. Un objetivo sin cumplir.
2. Una fuerza de voluntad muy fuerte.
3. Un gigantesco deseo por ese objetivo.

Y de todas maneras ¡Se supone que los fantasmas no pueden otorgar fuerza sobrehumana, solo controlar el cuerpo de una persona!

Me encontraba gateando hacia las escaleras, tengo que salir de aquí y buscar ayuda. Debo aprovechar para escapar mientras ella está aturdida por el golpe.

Sentí un fuerte jalón y al instante me fue imposible seguir arrastrándome, volteé a ver y me di cuenta que mi chaqueta se encontraba incrustada en la pared, un cuchillo estaba atravesándola, dejándola clavada contra el muro.

Mierda.

Levanté la mirada y vi a Catherine, al menos su torso estaba normal esta vez, pero sus ojos seguían brillando con ese mismo verde lima brillante y aterrador. Sangre goteaba desde la parte de arriba de su cabeza y escurría por la mitad izquierda de su rostro, sus dedos, al igual que parte de sus brazos y cuello se encontraban negros, como si de un momento a otro hubieran sufrido necrosis, las venas de esas zonas se encontraban extremadamente brotadas y brillaban con un verde igual al de sus ojos.

Tan pronto como nuestros ojos se conectaron, comencé a sentirme incómoda, comencé a retorcerme, buscando quitarme esa sensación pero eso solo lo empeoraba casa vez más y más, una presión se hizo presente tanto en mi pecho, donde se hacía fuerte y fría, como en mi abdomen bajo, donde se sentía como si mi estómago estuviera revolviéndose. Cada vez se me complicaba más el pensar con claridad, tan solo podía notar un cosquilleo en mis dedos, una frustración que crecía dentro de mi, combinada con ira y ganas de llorar, como si algo estuviera acaparando cada pequeña parte de mi mente y no dejara espacio para que pudiera pensar en nada más...

Estoy teniendo un ataque de ansiedad, el más horrible que nunca haya tenido. Mis manos y mi cuerpo entero comenzaron a temblar tan pronto como vi que ella se acercaba poco a poco a mi, y no porque me fuera a hacer daño, sino porque sabía que era lo que quería hacer... Quiere reemplazarme, quiere tomar mi lugar y alejarme de mi mejor amigo, eso ha querido desde el primer momento... Pero no, no dejaré que pasé.

Nuestras miradas siguieron conectadas mientras yo me ponía de pie, dejando mi chaqueta incrustada en la pared. Por alguna extraña razón no puedo apartar los ojos de los suyos, pero eso no importa, si quiere alejarme de Bastián, tendrá que hacerlo sobre mi cadáver.

Y justo cuando estábamos a un paso de estar lo suficientemente cerca la una de la otra como para agarrarnos o golpearnos, Catherine separó la mirada.

Tan pronto como esa conexión se rompió, sentí que pude volver a respirar, como si hubieran quitado de mi una enorme presión que se encontraba sobre mi pecho y abdomen, esa sensación de incomodidad desapareció rápidamente y, aunque me dejó con la respiración agitada, pude volver a pensar con claridad... ¿Qué mierda fue eso?

Caminos Cruzados (Saga Pecados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora