#101

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Maya empezó a tocar su guitarra, y las niñas se quedaron maravilladas al presenciar cómo es que las sombras en la habitación parecían ir cobrando vida repentinamente, transformándose en personajes de cuento que iban y venían a través de las paredes conforme Maya narraba la siguiente historia:

—Hubo una vez, hace mucho tiempo ya, numerosas hadas que habitaban esta misma tierra. Esas hadas se llamaban las Keshali, y tenían una reina llamada Ana, que era la más hermosa y noble de todas ellas.

Las Keshali vivían en paz, sin que su mundo conociese nunca la tristeza, la maldad ni el dolor. Pero un día llegaron los Loçolici, unos monstruos que en otro tiempo habían sido humano, pero cuya terrible maldad había provocado que fuesen transformados en demonios como castigo.

El rey de los Loçolici, al ver a la reina Ana, quedó prendado de su magnífica belleza, diciéndole: "¡Tienes que ser mi esposa!". Más como era él un monstruo tan horrible y espantoso, Ana se escondió de él.

Enfurecido por este rechazo, el rey de estos demonios llevó a cabo una venganza terrible, ordenándole a sus súbditos que devorasen a todas las Keshali, así como también a sus hijos e hijas.

"¡Hasta que te cases conmigo, seguiremos matando a todas las Keshali, y también a todos sus hijos e hijas!" dijo el rey de los Loçolici, y con esto el mundo fue llenándose de muerte y amargura.

Desesperadas, las Keshali solicitaron ayuda a su reina, quien sin otra alternativa, aceptó finalmente casarse con el horrible rey de los Loçolici, quien la llevó hasta sus dominios. Sin embargo, ni siquiera aun así este monstruo era feliz, puesto que a pesar de ser su esposa, ni siquiera soportar sostenerle la mirada, de tan espeluznante que era.

"¡Quiero un hijo! ¡Quiero un hijo!" demandó furioso el rey demonio, pero la reina Ana se rehusó a conceder tan abominable deseo, por lo que, lleno de ira, aquel monarca siniestro partió fuera de su palacio. Y de tanto caminar, llegó finalmente a un oscuro pantano, donde un sapo dorado se le apareció, diciéndole:

"¡Rey de los Loçolici, si quieres que la bella Ana te de un hijo, prepárale un guiso hecho con los sesos de una urraca!"

Acto seguido, el sapo desapareció, y el monarca regresó a su palacio, listo para cumplir con la indicación que le había sido dada. Y en cuanto Ana probó el guiso hecho con sesos de urraca, cayó en un sueño profundo, profundo, del cual el malvado rey se aprovechó para conseguir su malvado deseo.

Sin embargo, al ser concebidos sin amor y producto de malévolas hechicerías, cada uno de los hijos del rey de los Loçolici resultó un horrible monstruo, cada uno más perverso que el anterior:

El primer vástago del rey de los Loçolici se llamó Melalo, y era una grotesca urraca de dos cabezas, y plumaje grisáceo.

La segunda hija del rey de los Loçolici se llamó Lilyi, y era una enormísima pez bruja con rostro de mujer.

El tercer hijo del rey de los Loçolici se llamaba Tcullo, y era como un erizo de mar hinchado y de largas espinas.

La cuarta hija del rey demonio se llamaba Tcaridyi, y era una horrible lombriz cubierta de pelo.

La quinta hija del rey demonio se llamaba Silali, una gigantesca rata blanca con numerosas piernas y manos.

El sexto hijo de la pobre Ana, se llamaba Bitoso, un gusano nauseabundo con numerosas cabezas.

El séptimo hijo de esta infeliz unión se llamó Lolmischo, una horripilante rata roja cuya piel está cubierta de sarna, furúnculos y eczemas.

La octava y última hija de Ana, la más malvada de todas, se llamaba Minceskre, un escarabajo cubierto de pelo, capaz de provocar las más terribles enfermedades.

Pero el horror de Ana no terminó allí, porque el destino le tenía preparado una sorpresa final, todavía más espantosa: Deseando vengarse del malvado rey de los Loçolici, Ana y las Keshali urdieron un plan para quitarle la vida por medio de un pastel venenoso que contenía pelos de gato, polvo de serpiente, y pelos de un sabueso infernal.

Pero en vez de morir, del rey demonio surgió un noveno hijo, todavía más horripilante que los nueve anteriores: El demonio que traía dentro de sí todas las más terribles enfermedades que asolan a la humanidad...

Es imposible describir bien su forma, pero era como si ocho cabezas diferentes se dedicasen a devorarse entre sí. Algunas de las cabezas eran de gato, otras de un sabueso infernal, y también tenía cabezas de serpiente...

Inclusive el propio rey de los Loçolici quedó horrorizado al ver esta criatura, y recién entonces entendió que por mucho que lo desease, jamás podría tener un hijo que no fuese una bestia maligna.

Así que dejó a Ana en libertad, pero con una condición: Que él y los suyos dejarían de devorar a las Keshali únicamente mientras Ana viviese. Así que desde entonces, Ana reside en un viejo castillo de piedra alejado de todos los demás reinos del mundo, alimentándose únicamente de tres gotas de sangre de tres Keshali diferentes.

Esto es lo único que la ha mantenido viva hasta el día de hoy. Y si algún día Ana llegase a morir, toda la humanidad estaría condenada, porque los Loçolici regresarán a la tierra para devorarnos a todos.

¿Y qué fue de los hijos de Ana, se preguntarán?

Ellos regresaron con su padre, de vuelta al infierno de donde vinieron. Sin embargo, es tanta su maldad, tanto su horror, que nos llega hasta el mundo presente numerosas maldiciones suyas, que se manifiestan bajo la forma de todo tipo de enfermedades.

Y hasta el día de hoy siguen allí, esperando para el día en el que puedan volver a la tierra para devorar a todos quienes habitamos en ella...

Lee la parte #103.

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