Capítulo 10

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Capítulo 10

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Capítulo 10

Leo

 
La luz del sol entra por la ventana de mi cocina, dejándome ciego cada vez que el reflejo de algún electrodoméstico me da en la cara. No sé porque les permití a mis hermanas encargarse de la decoración de mi cocina si estos aparatos de acero inoxidable son más una molestia que una ayuda para mí. Tenía que haber elegido todo negro, así no tendría este tipo de problemas.

La próxima vez que me mude, no les permitiré a mis hermanas elegir nada.

Pero, ¿qué demonios digo? No voy a mudarme de nuevo nunca.

Me siento frente a la encimera, poniendo el plato con muchas frituras frente a mí y otro reflejo me da en plena cara. Cierro los ojos, pero con ello solo logro que el dolor detrás de estos se intensifique y se una al de la cabeza.

Gruño, deslizándome al puesto contiguo.

Voy a achacarle todo mi mal humor a la resaca que tengo y a que no dormí todo el día como lo tenía previsto. En cambio, me he levantado a medio día por culpa de mi estómago gruñendo. En momentos como este me gustaría tener personal de servicio, tal vez una mujer mayor que se compadezca de mí cada vez que me vea en este estado y me haga de comer. Recuerdo que me gusta mi privacidad y aparto la idea.

El teléfono de casa empieza a sonar y maldigo en voz alta.

¿Quién se atreve a llamarme a ese aparato que suena como un gato en época de apareamiento?

Me levanto refunfuñando y alcanzo el inalámbrico de la cocina.

—Seas quien seas, te odio.

La risita característica de Leah me recibe.

—¿Tienes resaca?

Regreso a la encimera y me dejo caer a las malas en el taburete, por poco cayendo al piso.

—No, este es mi humor siempre.

Otra risa que hace palpitar mi cabeza, alejo el teléfono de mi oreja y me llevo una papa frita a la boca.

—Sí que lo es, pero con resaca es mil veces peor. 

—¿Cuál es el motivo de tu llamada?

—Al grano, ¿eh?

—Quiero darme un baño para seguir durmiendo, Leah.

—No te entiendo entre tanto gruñido, pero bueno, a lo que venía. —Gracias al cielo sobre nuestras cabezas—. Necesito que me ayudes a pagar la asesoría de un abogado.

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Frunzo el ceño.

—¿Por qué necesitas asesoría legal?

—No es asesoría legal en sí, quiero que un abogado me diga lo que tengo que hacer con respecto a un... asunto.

Dejo las frituras a un lado, ahora interesado en lo que ella está diciendo. O, más específicamente, interesado en lo que no está diciendo.

—¿Qué tipo de abogado necesitas?

—No importa cual —chilla—, puede ser tu propio abogado, solo quiero hacerle unas preguntas.

—Leah, este comportamiento tuyo me está asustando, por no decir lo del abogado.

Ella resopla, entre cansada e indignada.

—¿Puedes ayudarme o no?

—¿La prima de Dan no estudia leyes?

—¡Te lo estoy pidiendo a ti, Leo!

Me quedo callado, asombrado por arrebato. Leah no es de las que grita, Lara sí, pero Leah no. Algo debe estar pasando con ella, pero también sé que insistir no va a llevarme a nada. No me dirá lo que le pasa si cree que estoy metiéndome en su vida.

—Voy a llamar a mi abogado y ver si puede darte una cita telefónica en esta semana.

Suelta un suspiro de alivio.

—Gracias, Leo —murmuro y mi pecho se calienta.

Mis hermanas me molestan casi todo el tiempo, pero me gusta saber que soy un apoyo para ellas.

—No es nada. —Me aclaro la garganta—. ¿Llegaron bien a San Francisco? ¿Lena no tuvo un ataque de pánico por llegar tarde?

Ríe bajito.

—Sí, Lara y yo tuvimos que apartarnos antes de que lograra arrancar nuestros cabellos.

Río, imaginando la escena. De las tres, Lena es la más responsable. Si bien Leah es la voz cantante y Lara es la alocada, Lena es la perfeccionista, la que tiene que hacer todo derecho o no lo hace.

—Esa chica necesita relajarse, creo que voy a regalarle una semana en un spa de lujo. —Atraigo el plato de nuevo y me llevo un muslo de pollo a la boca—. ¿Cómo va la universidad para las tres?

—Asco, Leo. Traga y luego habla.

—No quiero —hablo de nuevo con la boca llena y muerdo de nuevo el muslo solo para molestarla.

—Como sea —musita—. Va bien, un poco estresante. Ya sabes, la vida adulta apesta. —Estoy a punto de darle la razón, pero ella habla de nuevo—. Oh, cierto que el señor superestrella no tiene una vida complicada.

Es burla. Ella siempre se mete con mi estilo de vida.

—Sí, claro —bufo—. Mi vida es un sueño.

—Hablando de tu espectacular vida, ¿has visto las noticias hoy?

Tomo el bote de salsa de tomate y lo agito hacia abajo para luego apretar, bañando las papas de rojo.

Tócame © | The Scene II.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora