Capítulo 9

5.8K 511 391
                                    

Estoy devastada, física y mentalmente por el día tan horrible que hemos tenido, sin contar el mini Tour de France que hice para llegar al otro pueblo, pero ni eso me sirve para poder dormir. Menos ahora que he traído a mi consciente lo que ha venido maquilando mi mente. En parte es ridículo, llevamos apenas unas semanas de conocernos, más no puedo seguir negando lo que estoy sintiendo. Que en parte de ahí viene el conflicto, yo no soy... ni siquiera puedo pronunciarlo. Si lo fuera, ser parte de un equipo de voleibol hubiera sido el paraíso para mí; licras que apenas te cubren, nalgadas, duchas compartidas y todo lo que implica estar en un equipo así. Aparte, cumplo con el estereotipo de chica gringa en la escuela, salí con los capitanes de los equipos de ahí, cuatro para ser exacta. Nunca, nunca me sentí atraída por una mujer, hasta que llegué aquí y Ana puso de cabeza todo en mí.

Busco entender esto y comprenderme a mí dentro de este lío. Quizá mi corazón está listo para querer a las personas sin importar su género, antes que mi cabeza llena de prejuicios y etiquetas. Quise a mis novios en algún momento, pero ni los cuatro combinados se acercan a lo que está estallando dentro de mí. Y todo este vomito mental viene de la mano con la gran interrogante diagonal decepción, ¿Ana llegará a sentirse como me siento yo? La chica apenas tolera que la toquen, dudo mucho que algún interés romántico ronde su mente, y si así fuera, dudo que sea con otra mujer. Es la jodida hija del pastor. Es muy probable que la cama en la que estamos ahora esté hecha de biblias. En ninguna circunstancia ella se fijaría en mí. Menos sabiendo lo que implica una relación de esta naturaleza.

En donde vivo esto es visto como normal, pero hay mucho debajo de esta aceptación que no se ve. Recuerdo muy bien a una pareja en Texas; una era de tercer año y otra de segundo, solían tomarse de la mano y a nadie parecía importarle hasta que Regina, la Olivia de mi otra escuela, puso sus ojos sobre ellas. Ellas no se metían con nadie, su único "error" fue no esconderse de una mente perversa. Regina creyó divertido poner consoladores en sus casilleros, lo cual las convirtió en la burla de la escuela. Participé como espectadora y ha sido de las pocas cosas que me han hecho sentir mal. El ver la cara de las chicas, ojalá hubiera hecho algo. Nunca las vi más.

¿Qué puede depararme aquí? No creo que conozcan tan siquiera el término homosexualidad y si lo hacen, lo asocian con Satanás o algunos de sus secuaces. Aunque, técnicamente no soy... gay, sólo me gusta Ana. Sí, seguramente la gente se va a relajar muchísimo si saben esta información. Yo y mis ocurrentes formas de ponerme en aprietos. Pero esto no solo me afecta a mí o a Ana, en el utópico caso de que esto sea recíproco, esto pondrá en el ojo del huracán al señor Cardozo, si no es que directo a la hoguera. Y si no me equivoco, arrastraré a Norma también. Con quién, por cierto, tengo que prepararme para un interrogatorio digno del FBI. Creo que la directora será la más relajada con este tema o al menos tratará de ser comprensible, pero con el hijo de dios que guía a una comunidad entera no tengo muchas esperanzas.

Pero, si lo pongo en perspectiva, esto de la homosexualidad no es tan grave, representa una solución a la creciente sobrepoblación en nuestro contaminado planeta. Ana no podrá embarazarme y por obvias razones yo a ella tampoco. Un hombre no podría embarazar a otro hombre o embarazarse del todo. Con certeza puedo decir que ya hay suficiente gente para asegurar la continuidad del homo sapiens y hay muchos niños que no tienen un hogar... ¿por qué mierda estoy pensando en hijos y en descendencia? Esto es mucho y no quiero a mi cerebro divagando más de la cuenta. Lo más adecuado es charlar con Norma y que me ayude a aclarar mis ideas, si es que encuentro el valor para hacerlo.

Siento a ricitos moverse bruscamente y comenzar a manotear. Está teniendo un mal sueño y creo saber de qué se trata; la forma en cómo está sobre mí me impide defenderme de sus ágiles manos. La tomo de la cintura para intentar quitarla de mí, pero solo logro que me patee.

La Hija del Pastor (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora