“No me creas delicada como una flor, sino más bien como una bomba”
Segundo día de encierro, despertar de nuevo en la cama de Eliot, me hará adicta a su olor y eso no es bueno. Discutimos dónde dormiría y claro que él gano en que me quedase con su habitación. Ahora me cuesta levantarme, bueno desde siempre fue una batalla perdida por salir a la vida en una nueva mañana, mas ahora es misión imposible. Unos golpes en la puerta interrumpen mi amorío con estas sabanas calientitas.
—Selene, desayuno servido.—Gracias, ya-ya salgo. —Mejor me apresuro y evito otro bochorno como el del otro día.
El celular, la Tablet y cualquier otro aparato de comunicación sigue muerto, por un lado, me alegra, ya que Jeannice no me molesta en absoluto, pero por el otro estar sin saber nada del mundo es estresante y ni loca le presto el teléfono a Eliot, no es una emergencia y Lukas ya sabe dónde y con quién estoy.
Vuelvo a tomar algo de su ropa y en verdad, siento que saldré loca de esta aventura y no, no es recomendable. El olor canela y jugo de naranja invade mis fosas nasales, la boca s eme hace agua y suspiro emocionada.
—Todavía te cuesta levantarte temprano ¿no? —su pregunta viene acompañada de una sonrisa baja bragas.
—Con los años se hace peor, buenos días. —sonríe y pone un plato de roles de canela humeantes y un vaso de jugo frente a mí.
—Recuerdo que las vacaciones de invierno en el primer año de la universidad
—Oh, no, por favor, ni lo menciones.
—Pero fue muy gracioso, no le creí a tu hermano eso de que te morías cuando dormías y ese día se propuso comprobármelo.
—Claro, acosta de que me matase el camión de la basura —me quejo con fingida molestia, en tanto él se ríe y sigue en su recuerdo de los viejos tiempos.
—Oye, yo de verdad creí que al mover tu cama desde el cuarto a la carretera te despertaría, recuerdo que era una mañana fresca, pero pensé que por lo menos la diferencia entre el aire acondicionado y el aire del exterior te haría despertar.
—Y les pareció muy gracioso dejarme ahí hasta que casi me atropellan.
—Le pagamos al tipo de la basura para que se estacionase justo en la cabecera de tu cama y sonara el claxon —se parte de la risa y la mandíbula me cae al plato vacío del desayuno—. No iba a atropellarte, ¿Lukas nunca te lo dijo?
—No, por supuesto que no. Son tal para cual los dos. —sonrió tras el vaso de jugo, si bien pase un susto del demonio, ese día su risa y carcajadas de chico malo me enamoraron un poco más de él.
—Recuerdo que estuviste enojada hasta Noche Buena —se hacen unos minutos de silencio y la nostalgia me llena el corazón—. Fueron buenos tiempos, creo que esa época fue la más feliz de mi vida. —se levanta y se lleva consigo los trastos sucios para darme la espalda y se ocupa en lavarlos.
No sé qué decir o qué hacer, él tiene razón, todo era más simple y mejor en aquellos tiempos.
Rocco llega a salvarme, trae en el hocico un muñeco anaranjado, lo pone en mis pies y se restriega en busca de atención.
—¿Quién es el chico más bello de esta casa? ¿Quién, ah... quién? —el canino ladra como asegurándose ese título y mueve su cola de forma desenfrenada.
—Rocco, no seas un mentiroso los dos sabemos la respuesta a esa pregunta —replica Eliot cruzándose de brazos antes de recostarse en la encimera de la cocina.
—Sí, Rocco, claro que eres tú, no le hagas caso a la bestia envidiosa.
—No es envidia, es la pura verdad.
—Sí sí sí, el primer paso es creértelo tú mismo para que los demás lo crean.
—De acuerdo, dejémoslo así, yo me lo creo y te voy a convencer para que te lo creas tú también y lo admitas.
—No sé en qué mundo imaginario estás viviendo, pero estás viviendo ahí tú solo. —me río burlándome de su cara incrédula.
—Ya lo veras, por ahora voy afuera a ver si puedo ubicar la camioneta o tus cosas —camina hacia la parte trasera de la casa—, no puedes usar mi ropa todo el tiempo. No es sano para mí. —esto último lo dice tan bajo que y se encuentra tan alejado que seguro lo imagine.
Regresa con pico y pala en mano.
—Toma —me entrega el teléfono—, no sé por cuánto tiempo estaré afuera, con eso por lo menos te entretienes o llamas al señor Massimo, en la sala también está el televisor y hay películas grabadas.
Sin esperar un segundo enciendo el enrutador para que le llegue señal a mi celular. Uno pensaría que al ver las noticias y darte cuenta de que enviaste a una empleada a morir congelada, la consideración sería la premisa, pero claro que no, no si hablamos de Jeannice, maldita bruja despreciable, en menos de cinco segundos el celular marca ciento ochenta y ocho llamadas perdidas y cuarenta mensajes tanto en Whatsapp como en Messenger, incluso a Instagram, ni siquiera me sigue la muy desgraciada y me escribe al Instagram.
Ignoro las llamadas y por su puesto ni loca se las devuelvo, lo que si hago es pasar de manera olímpica sobre todos esos mensajes y revisar las noticias antes de escribirles a papá y a Lukas. Quiero que estén calmados y que sepan que pronto volveré a casa o eso espero, eso necesito. No puedo acostumbrarme a jugar a la casita con la bestia, no puedo ni quiero, no puedo querer que me vuela a romper el corazón.
***
Unas tres horas después Eliot sigue afuera, y me siento aburridísima, en las redes sociales es siempre lo mismo, del caso de Xenox Invest y Lean Hogger sigue estancado, las pruebas son circunstanciales hasta ahora. El otro teléfono suena sobresaltándome, reviso y es un correo electrónico del departamento de justicia. No puedo leer lo que dice sin abrir el buzón, aunque me imagino que es por el asunto de su antiguo trabajo, me siento tentada a darle al icono y a la vez me asusta. El corazón me galopa desbocado por la adrenalina y la curiosidad de saber cuál de las dos partes lo llama como testigo, me intriga. Si lo fuesen a arrestar ya estarían aquí, voy a abrirlo y asumo las consecuencias
—¿Qué miras con esa expresión de angustia? —un grito de película de terror sale de mi garganta y casi sale al vuelo el teléfono por los aires—, perdón no quise asustarte.
—Caminas como un desgraciado ninja —los latidos de mi corazón retumban en la mano con la que aferro el celular—, te pondré un cencerro en el cuello, no puedo pasar el tiempo que me queda aquí llevando estos sustos.
Se carcajea y se sienta a mi lado en el sofá para calentarse con la chimenea.
—Y entonces qué tanto te angustiaba hace unos momentos.
¡Mierda!
—No... eh... no era angustia, estaba en un momento de indecisión importante, incluso hasta ilegal y tú me salvaste.
—¿Yo?
—Sí, toma, aparta la tentación de mí.
Sonríe y recibe el aparato justo en la aplicación de correo, veo como frunce el entrecejo, me mira y de regreso al celular. Se levanta y va hacia la nevera saca una botella de agua y se la toma en dos tragos como si quisiese ahogarse en ella.
—Lo siento, no quise husmear
Baja el plástico vacío y mira la pantalla del teléfono. Segundo después regresa con una furia instalada en su mirada y viene toda dirigida a mí.
—Si no entro en ese preciso instante estoy seguro que lo abrirías —se inclina para verme a los ojos y transmitir esa ira colosal con la que pretende amedrentarme—, todo por obtener la primicia que tanto viniste a buscar —y si él esta fúrico, en mi interior comienza a sonar el tic tac de la bomba de relojería que soy—, ¿no? ¿Eso es lo que quieres, no, Rainbow? —lo empujo con todas mis fuerzas para alejarlo y poder levantarme del sofá.
No esperaba mi reacción y trastabilla antes de estabilizarse.
—¡¡Vete a la mierda Eliot!! —me cruzó de brazos muy enojada y con muchísimas ganas de llorar a la vez—, No te voy a mentir, vine aquí a buscar tú punto de vista con respecto a Xenox Invest y a tu amiguito Lean Hogger, que por lo que sé no piensa medirse al momento de involucrar a quién sea —me acerco unos pasos en su dirección y él empuña sus manos a los costados, mientras un tic en su mandíbula me marca lo molesto que esta—, incluso a inocentes, como tú, con tal de salvarse, quería y quiero la verdad, pero no sin tu consentimiento y solo porque siento que en toda esta historia hay mucho más que contar —tomo aire ya que con el discurso, siento que mis pulmones colapsaran en cualquier momento con las ganas de llorar por la rabia contenida—, pero claro, para ti es mejor huir como siempre lo haces. —elevo la vos sofocada y con la ira que brota de mi cuerpo al reclamar algo muy distinto a lo que es su antiguo trabajo.
Nos quedamos con la mirada fija el uno en el otro, mi sube y baja con rapidez al intentar llevarle el ritmo a mi corazón, la rabia y la impotencia que siento ante su silencio me dice todo, por lo que me giro dispuesta a salir de estas cuatro paredes asfixiante.
No logro dar un paso ya que su mano en mi antebrazo, detiene mi intento de diluir la rabia que siento.
—Yo no hui de nada —volteo a verlo a los ojos y luego a su mano que me quema como lava ardiente, mas, este no es el momento de pensar en esas cosas, regreso mi mirada a la suya y subo una de las cejas para que agarre la indirecta se aclara la garganta antes de continuar—, de nada de lo que tenga que arrepentirme. Éramos muy joven, Selene, tu hermano era es mi mejor amigo y...
—No quiero hablar de eso ahora —lo interrumpo, me suelto de manera brusca de su agarre y escucho como la cinta que le puse a mi corazón hace tantos años tráquea con una rotura nueva—, no hablo de nosotros, nosotros nunca pasó ni pasará en un futuro. Como te dije quería y quiero darte la posibilidad de desvincularte del asunto de tu antiguo trabajo, por eso vine, aunque ya eso no depende de mí.
Desde ese día y hasta el sol de hoy, siempre que recuerdo mi cumpleaños número dieciocho me duele, y en cada cumpleaños aprendí a ocultar mi dolor, lo que debió ser un día único y memorable se arruinó con el salir del sol y su partida.