Pirexia

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Luego de esa noche no he vuelto a ver a Yongsun.
Aquel día pasamos la mañana juntas entre diálogos cortos pero agradables, que comenzaron por el hecho de notar que el foco no se fundió la noche anterior, pues lo encontramos encendido, todavía fallando.

Reitero, su compañía fue agradable, pero fue más que claro que muchas de las cosas vividas la noche anterior, sólo fueron la liberación de sentimientos atrapados con ayuda del alcohol, y a la mañana siguiente ella decidió volver a encerrarlos, aunque yo quería seguir demostrando cuanto me importa, comenzó a tornarse incómodo, por lo que no tuve más alternativa que hacer lo mismo, aparentar que nada de lo previamente confesando, fue expuesto.
Al terminar el desayuno, fui a dejarla a casa y hasta entonces, tres días después, no nos hemos visto.
Intercambiamos un par de mensajes parciales, pero nada más.

Me siento rara de tener que estar así, porque parecía que estaba dispuesta a tomarlo y darlo todo aquella noche, pero al despertar, todo cambió y, honestamente, eso me desanima, pero la vida continúa, ¿no?

Y aunque no puedo dejar de pensar en esa noche... Porqué nunca di tanto de mí, ni de esa manera a nadie, y sé que eso no pasó desapercibido por las colosales diferencias que hubo entre esa noche y la última vez que nos acostamos, pero, creo que no me dirá nada al respecto, y puede que así sea mejor.
Al final, parece que así estamos bien.
Como quiera, hay vida después de ella.

Me siento en el borde de la cama y me encuentro con un mensaje de Andrew, doy una respuesta genérica y de inmediato me meto a la conversación con Kim:

— Miller me pidió que vaya mañana, ¿te han llamado a ti también? —Escribo en mensaje y me da una respuesta bastante rápida—.
— También me llamó.
— ¿Quieres que pase por ti?—pregunto con interés genuino—.
— No, te veo allá.

Inhalo más profundo.
Apago la pantalla al ver la respuesta que no esperaba, pero que respeto, y que, de alguna manera, sabía que llegaría.

Me acuesto por encima de las cobijas y miro el techo.
Apago la lámpara de mi tocador y pongo las manos entrelazadas sobre mi abdomen.
Cierro los ojos siendo consciente de que debo acostarme apropiadamente.

Respiro un par de veces, el calor de mi cuerpo me dice que ya no me mueva, porque estoy a punto de dormir, pero debo meterme bajo las cobijas.
Muevo las manos y las recargo sobre el colchón, me decido a acomodarme, al abrir los ojos veo un atardecer que durará máximo quince minutos, según la posición casi oculta del sol.
Parpadeo un par de veces, pero todo sigue igual.

Me quedo estática hasta que alguien pasa demasiado cerca y me empuja con el hombro, eso fue deliberado, pues estoy parada en medio de todo el movimiento de personas. ¿En qué momento apareció tanta gente?
Doy un paso hacia atrás y me permito mirar a todos a mi alrededor.
El vestuario de las personas y sus facciones me hacen darme cuenta que estamos en una época antigua, miro hacia las casas y construcciones que tiene un aspecto entre gótico y barroco, estamos cerca del renacimiento, o eso parece.
Miro hacia abajo para observar mi propia vestimenta, traigo mi playera blanca, botas y pantalón de gabardina.

No entiendo qué hago aquí.

Alguien nuevamente me empuja con su cuerpo, volteo a verlo, un hombre con barba enmarañada y ceño fruncido habla:

— Hazte a un lado, muestra respeto por los muertos.

Me quedo sin habla, ¿cuáles muertos?
Paso saliva y hago una reverencia rápida, de inmediato me orillo.

Sigo a las personas que caminan con flores en sus manos, ramos de flores con todos los colores que hay, también cargan ramas entre sus manos.
Todos caminan a paso lento, por lo que comienzo a desesperarme, pero tengo miedo de hacer algo que, nuevamente, les moleste.
Lo último que quiero es hacerlos enojar, así que me resigno y adapto a la situación lo mejor que puedo.
Al avanzar varios metros, el color del cielo se intensifica en cuanto a claridad y muestra matices rosas.
Al bajar la mirada, veo a una niña que me ofrece muchas ramas secas de un color café opaco y una sola flor blanca ya marchita en el medio.

Antítesis de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora