PUTA INSEGURA

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Cuando la alarma sonó, los dos abrieron los ojos al instante. No se habían movido en toda la noche, y una pesada y gruesa erección descansaba en el culo redondo y respingón de Harry, que sentía su propia polla pesada en su muslo.

-Hay que pasar nuestras cosas a una habitación del segundo piso.- Su voz ronca evidenciaba el buen descanso.- ¿Vas a bañarte?

-Sí.- Y se corrió de su espalda, sacudiendo su cabeza para despertarse. Nunca fue un hombre de dormir tantas horas, se sentía amodorrado.

Se metió en el baño y abrió la ducha, y cepilló sus dientes mientras el agua tomaba una buena temperatura. Su polla saltó dura e imponente cuando se sacó la ropa interior, y siseó cuando el agua la golpeó sin piedad. Se lavó el pelo y envolvió el puño espumoso en su erección, comenzando a masturbarse cada vez más rápido, jadeando suave cuando su mente invocó un culo parado y redondo, brazos fuertes y seguros, labios carnosos y unos ojos profundamente verdes. Se corrió entre maldiciones, y terminó de lavarse indiferente.

Harry había armado un bolso más grande que el suyo para cuando salió, y vio que la cajonera de abajo de la cama ya estaba vacía. Lo miró acercarse aún rojo y oliendo a su jabón y cerró su equipaje, tirándolo al suelo.

-Si quieres buscar la nueva llave hazlo, no quiero perder tiempo entre ir y venir.- Pasó a su lado.- Diles mi nombre, te darán la habitación.

Se vistió en silencio cuando Harry se metió al baño, y desenredó su corto pelo con los dedos antes de salir al frío corredor, usando solo un jogging sobre sus calzas. La misma mujer de la noche estaba allí, y casi se cae de culo al ver al pedazo de hombre completamente tatuado y hermoso acercarse descalzo y sin remera. Era el mismo ruso de la noche anterior, y sus ojos seguían igual de serios.

-Vengo a buscar la llave de la nueva habitación.- Su voz dura y marcada le hizo apretar las piernas.- A nombre de Harry Edward.

-Muy bien, señor.- Abrió su libro, nerviosa.- Necesito sus datos también.

-¿Para qué?- Ladró.

-Por su seguridad y la nuestra, señor.- Vaciló.- Son las normas.

-Louis Tomlinson.- Habló brusco y mintiendo sin vacilar. Entre menos gente sepa que estaba allí, mejor.- ¿Vas a darme mi llave o no?

-Uhm, sí.- Se giró muy nerviosa a la caja donde guardaba las llaves, y se le cayó al piso.

-La gente inútil por la mañana me molesta.- Chasqueó la lengua hablando en un filoso ruso, y la mujer se puso más nerviosa.- País de estúpidos.

-Aquí tiene señor, habitación veintiocho. ¿Se llevará el desayuno de la habitación siete?

-Sí.- Se sentía generoso: lo había dejado quedarse sin preguntar, podía llevar su desayuno, ya estaba allí. Además, el clima de fuera le era agradable.

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