Capítulo 19

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Noviembre 29, 2019

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Noviembre 29, 2019.
Krai de Perm, Rusia.

Recién estaba amaneciendo, por los ventanales del gran avión se podía ver como el sol buscaba abrirse paso entre las nubes, marcando el inicio de un nuevo día y finalmente con eso, se venía el llegar a Perm. El viaje fue más largo de lo esperado, hubo unos problemas con una turbina que para nuestra fortuna de logró arreglar en una madrugada durante una de las paradas en las bases militares que había por toda Rusia.

Las compuertas fueron abiertas, introduciendo una gran corriente de aire helada al interior de la nave. Tomé mi pesada maleta, colándola en mis hombros para poder bajar a la explanada e ir a casa. Caminé hacia la salida, viendo como unos cuantos soldados más se ponían de pie también para bajar.

En la puerta del avión, detuve mi paso unos segundos, viendo a lo lejos una camioneta un cuanto conocida para mí. Recordaba haberme montado en ella unas cuantas veces, y a su lado, recargado en ella estaba Austin. Sonreí internamente en cuanto lo reconocí. No estaba del todo segura de que me recordaran o siquiera estuviesen pendientes de mí y de mi llegada. Con cuidado bajé por la rampa, sintiendo también los pasos de Alan tras de mí.

El hijo de Henry comenzó a caminar en mi dirección, abriendo los brazos hacia mí, para terminar por darme un abrazo que de cierta forma me vi obligada a corresponder. Una pequeña mueca salió de mi parte al sentir presión sobre la herida de bala que aún tenía, pero, no mencioné nada al respecto.

—Veía y veía llegar aviones y no te vi en ninguno. Por poco y creía que te habías olvidado de nosotros y que habías preferido quedarte en Moscú —soltó riendo, terminando de separarse de mí.

Negué con lentitud, dando un vistazo más hacia atrás, viendo al resto de los militares bajar.

—No, no ¿Cómo crees? Solo tuve unos cuantos pendientes que arreglar y eso hizo que me retrasara.

—Lo importante es que ya llegaste a casa. Mi padre quería venir también, pero se le atravesó un caso y ahora está trabajando, y mamá ahora está haciendo unas compras —agregó con una pequeña sonrisa. Llevó una mano a mi cabeza, tocando mi hora corto cabello con asombro —Oh por Dios, mírate. Tu cabello...

Asentí, comprendiendo la situación de ambos. Honestamente, ni siquiera tenía que darme explicaciones, comprendía que no estuvieran aquí, y repito, ni me esperaba el que estuviera aquí para recibirme. Y sonreí suavemente también al notar lo de mi corte.

—Te agradezco el que estés aquí. Espero pronto ver a tus padres.

—Ellos también esperan por ti. Ven, vamos a casa.

Se acercó, tomando la maleta que tenía sobre mis hombros, quitando un enorme peso de encima, el cual ya me estaba comenzando a calar por el dolor del abdomen. Realmente una bala podía dejar sumamente sensible el área impactada.

Caricias de Calibre 40 (Saga Mentiras Piadosas) Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora