XXI: Fase final

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No hubo alarma que me despertara, tampoco voces o personas imprudentes que entraran a mi habitación con la única intención de abalanzarse sobre mí, arruinando mi sueño y de paso mi humor. Sino fuera por la luz viva de los nacientes rayos de sol, que se colaban con discreción a través de las largas cortinas de colores perlados y puros, Nessa Miller jamás hubiera sentido que la hora de levantarse había rebasado el tiempo aceptable.

Podía culparme, o podía culpar a la cama por ser tan cómoda.

No opté por descargarme contra alguna víctima inocente, dejé de perder tiempo con el enojo, entré al baño como pude, tomé la ducha más apresurada y gélida de mi vida, me coloqué mal el traje de combate y tuve que repetir la acción un par de veces para que quedara bien. Tropecé en el pasillo que llevaba a la cocina al intentar encajar en las botas, y rodé los escalones finales por no abrochar correctamente los cierres de las mismas.

El golpe me dolió, pero no tanto como entrar al comedor y ver que de todos los lugares, solo dos seguían ocupados, y de la comida, que seguro fue un manjar, quedaba apenas suficiente para un plato.

Respiré profundo, relajé mi expresión y sonreí.

— Buen día, Imoan, Valentine. — dije, tomando asiento al frente de dónde ambas se encontraban, degustando los restos finales de los platos elaborados.

— Nessa. — Imoan sonrió, bajando los cubiertos. — ¿Pudiste descansar?

— Pude. ¿Ustedes?

Asintieron. Tomé el resto de la comida y lo jalé a mi sitio, comenzando a introducir bocados lentos, aparentemente normales.

Ellas terminaron sus alimentos y siguieron en el mismo lugar, mirándome como si esperaran algo, dejé la comida y alcé una ceja.

— ¿Ocurre algo?

— Varlerine. — dijo Valentine, viendo con pesar su taza vacía. — No está.

Relajé mi expresión facial, intentando no desvelar la preocupación y ansias, que, por cada segundo de silencio después de tal revelación, se desbordaban sin frenos, sofocándome, ahogándome.

— ¿Cómo que no está? ¿A dónde pudo haber ido?

Los ojos de Imoan centellaron, revelando la parte más viva y penetrante del rojo infernal.

Rojo sangriento.

Temblé; disimulando la acción natural de mi cuerpo al miedo, me obligué a alzar el siguiente bocado y meterlo a mi boca, manteniéndome ocupada con los sabores agradables de un desayuno que empezaba a enfriarse.

 — Nessa, estaba contigo anoche.

Otro bocado.

Sostuve el vaso de agua y bebí el contenido de jalón. El sonido metálico de los cubiertos, hicieron un traqueteo contra la mesa, Valentine volvió del golpe una melodía regular, molesta y llena de advertencias.

Me apresuré a tragarme la comida, atragantándome por poco debido a los grandes bocados, que apenas y alcanzaba a moler. 

— Nessa. — dijo Imoan de nuevo, y ya no fue más un llamado, sino una amenaza. — ¿Dónde está Varlerine?

Las dos sillas que ocupaban salieron volando hacía atrás, estrellándose contra la pared, rompiéndose en el acto hasta volverse meras astillas y pedazos regados de madera. La familiaridad de los rostros cambió con brusquedad, adquiriendo la versión original de Ran y Rada, suspendidos a centímetros de mi rostro por un campo invisible de fuerza y protección.

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