Capítulo 11: Dos rayitas

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•Catherine•

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Catherine

El sueño que había tenido se iba evaporando poco a poco como la niebla y me dejaba en una oscuridad infinita que poco a poco se volvió claridad hasta que las cosas a mi alrededor volvieron tangibles y sentí la almohada debajo de mi cabeza y las sábanas sobre mi cuerpo.

Abrí los ojos lentamente y me estiré. Sentí un cuerpo al lado mío así que voltee. Sonreí para mí misma y me acerqué para darle un beso. Él se movió e instantes después abrió los ojos. Unos bellos ojos azules que me miraban cansados pero llenos de amor. Su pelo estaba despeinado y se pasó una mano por éste.

—Buenos días, princesa —me dijo—. Buena manera de comenzar el día, viendo tus pechos.

Me cubrí los pechos rápidamente mientras reía. Él me tomó de la cintura y besó mi cuello. Su contacto con mi piel desnuda hacía que miles de hormonas se activaran mi organismo y yo no podía hacer más que reír para evitar cualquier otra cosa.

Estábamos en su casa. Gracias a Dios sus padres no estaban hoy así que no habían apuros de que me cambiara rápido por miedo a que alguno de sus padres entrara y me viera dentro de su habitación y en su cama.

Me levanté luego de darle un último beso y comencé a vestirme pues debía llegar a casa, mamá no tenía ni idea de dónde estaba y cuando papá se enterara sería una tremenda guerra en casa.

—¿Tienes que irte ahora? —me preguntó mientras me vestía.

—Debo llegar a mi casa —le dije—. Mis padres van a matarme.

—Por Dios, Cath, haz amanecido muchas veces fuera de casa.

—Sí, pero avisando al menos que no llegaré —dije y me acerqué a él para darle un casto beso en los labios—. Tengo que irme.

Él me haló de nuevo hacia sí para besarme apasionadamente, yo le devolví el beso con gusto y le sonreí para luego salir de su habitación y bajar las escaleras.

Salí de su casa y me dirigí a la farmacia más cercana. Desde hace unos días me he sentido algo mareada. ¡Dios me libre de estar embarazada!

Llegué a la farmacia y recordé de uno de los cuentos de la abuela cuando engañó al abuelo al decirle que estaba embarazada.

—¿Qué desea, señorita? —me preguntó la chica detrás del mostrador.

—Quiero una prueba de embarazo —le pedí.

—¿Para usted? —me preguntó yendo a buscarla.

—¡A ti que te importa! —le grité asustandola. Bien, me siento Catherine de nuevo.

—Aquí tiene —dijo algo temerosa.

—Gracias, perrita —dije arrojándole el dinero en la cara y yéndome.

Querida Mégane/Querida JessyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora