Renato miraba a Marcela por la ventana, estaba paseando por el campo con Perseo, extrañamente montar se volvió parte de sus actividades favoritas. El mundo estaba más tranquilo y el otoño y sus colores le hacían sentir que poco a poco lo peor se terminaba.
Después de cinco meses la vida empezaba a tomar forma, Fernando se quedó con el padre después de que la investigación contra su familia comenzó, Renato hizo lo posible por ayudarlos, a él y a Aldo, los sabia inocentes y el tiempo tendría que demostrarlo.
Renato tuvo paciencia, era como volver a caminar para ella, la tomo de la mano en las noches oscuras, y la beso en los días malos, la ayudo a comer cuando su garganta se cerró y canto para ella cuando no podía parar el llanto. Muchas de esas veces Marcela creyó que definitivamente estaba soñando o que quizá su fin llego ese día en esa cabaña vieja y esto era un tipo de letargo.
-¿Cómo estuvo el paseo?- Renato la tomo de la cintura para ayudarla a bajar del caballo- fue un poco más largo de lo normal- beso su frente poniéndola en el suelo
-El clima es bastante agradable, me perdí en el tiempo definitivamente- se sujetó de su campera
-¿Tienes hambre?- la sintió bajo su barbilla negar con la cabeza- ¿Estas bien?- levanto su barbilla con los dedos
-Es hora...-
-¿Cómo?-
-Quiero visitar a mi madre y mi hermano... creo que es hora...-
-Pero...- Renato se tensó separándola de el- Esta bien...-
-Sé que sigues molesto, lo sé, pero...-
-Marcela, no estoy molesto, estoy furioso, te expusieron, todo lo que paso fue su culpa, incluso en el hospital intentaron llevarte de mí...- camino unos pasos desesperado- no me pidas que los considere, cuando todo el tiempo han mirado a otro lado mientras tú te derrumbabas...-
-Amor...- lo alcanzo tomando su rostro con ambas manos...- no podemos seguir viviendo con más odio...-
-Si... tienes razón, y yo no me negare a que los veas, solo queria que supieras como me siento...-
-Sé que ha sido difícil, nunca me alcanzara la vida para poder compensarte todo este dolor...-
-Shhh... no.... No- la apretó a él- aquí solo somos víctimas de la vida, nada más, no me debes nada, ni yo a ti, nos amamos, estamos juntos, y caminamos de la mano... nada más que eso-
Marcela se sintió agradecida al escuchar esas palabras, en un principio él respeto su distancia, pero jamás comento como se sentía, aunque no hacía falta que lo hiciera, él era tan transparente para ella como un espejo y sabía perfectamente que aún no perdonaba a su hermano por hacer que se la llevaran.
Incluso ella llego a pensarlo "Si tan solo me hubiese dejado en El Tostado, jamás habría vuelto a tocarme" pero no fue así, y los secretos y las palabras que no se dijeron terminaron de esta manera.
La ciudad que la vio nacer empezaba a formarse frente a ellos, jamás la pisaron juntos, pero aquí estaban tomados de la mano mirando por las ventanillas del auto. Renato la miro feliz, mientras ella contaba sobre ese parque donde su padre la llevo de niña, esa escuela a la que ella y su hermano fueron, ese centro comercial donde en su adolescencia dio su primer beso.
Estaba frente a él aquella marcela que conoció hace tanto tiempo y se sentía feliz de que así fuera, sentía tanta dicha que no soportaba la sonrisa. Su cabello ya no era tan largo como antes, ni sus rizos tan alborotados, ahora en su mejilla se dibujaba una cicatriz de oreja a ojo, y sus manos tenían marcas que no se borrarían, pero estaba feliz, y esa luz, y ese brillo en sus ojos no habían cambiado por más que los años pasaran.
ESTÁS LEYENDO
La Piedad
RomanceRenato Torres, ese nombre era conocido por demás en todos los ranchos respetables, tenía el rancho cafetalero más grande de la región fruto del esfuerzo de toda una generación, era un hombre solitario y de pocas palabras, déspota y completamente al...