Capítulo 06

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Capítulo 06: escape.

—Ya deja de quejarte, maldición.

—Lo hiciste a propósito.

—Pff ¿Cómo crees?

Rodé los ojos, el único hombre entre nosotras nos hizo callar segundos después y yo solo acaricié mi cabeza, la idiota de Grecia me había lanzado una mochila en la cabeza. La luz lunar se cuela por la pequeña entrada. Después de que Gao y yo le echamos un ojo a la zona ellas nos siguieron el paso. Llevamos minutos caminando en el mismo pasillo y es que al cruzar por un pasadizo este nos llevó al inicio. La construcción fue muy mala, solo desmejoraron la estructura, quedó mal hecha. Las paredes de piedra tienen pequeños agujeros hechos por picos de excavación, el moho en las paredes y suelo es abundante, Lim ha resbalado varias veces por ello. Nos arriesgamos a seguir por otro pasillo, la voz de Valentine hace eco en el lugar.

—Ocho... —me llama, su nariz hace un extraño movimiento, yo asiento al saber lo que eso significa.

—Por aquí ya pasamos, crucemos a la derecha. —asienten a lo que digo, y es que nuestro olor ya está impregnado en esta parte, lo que dice que ya estuvimos por allí.

A medida que caminamos, solo hay más olor a humedad, moho y rastros de la obvia modificación de las vías de escape. No hay muchas cosas, y sé que no estamos dando vueltas en círculos porque puedo escuchar las voces y pasos de los escoltas que cuidan la zona.

—No hemos caminado mucho, creo que estamos debajo de una torre. —avisa ella, me mira y yo vacilo. No puedo saberlo con exactitud, el olor a humedad me distrae bastante. Los pasos son constantes, más movimiento que en las zonas verdes. El palacio aún está lejos por lo que descarto la idea.

Pero no creo que sea una torre.

—Mi sentido de la orientación dice lo contrario. —opina Gao, sus pasos se detienen y nosotros hacemos lo mismo.

Observando una de sus manos tocar la pared de piedra cierra los ojos, yo solo hago una mueca de asco porque sus manos se llenan del verdoso y viscoso moho pegado a ella. Suspira, entonces oigo muchísimos pasos concentrarse cerca de nosotros. Valentine vuelve a mover la nariz.

—¿Qué demonios...?

—Es el invernadero, estamos debajo del invernadero. —interrumpe él a Grecia. Ella me mira, yo miro a Valentine.

—¿Qué están haciendo? —pregunta Grecia. Valentine y yo caminamos más, hasta estar seguras de que estamos en el lugar exacto debajo de esa multitud de pies.

—¿Qué sientes? —Me pregunta ella— ¿Puedes ver a través de esto?

—No, estamos muy abajo... No puedo pero —frunzo el ceño—, diez pares de pies, creo, por el peso de los pasos son botas militares.

—Son soldados. —confirma ella. Grecia regresa, me escudriña con sus verdes ojos y también se propone canalizar su habilidad.

—No me gusta la negatividad del ambiente.

—Y a mí no me gusta la ansiedad de aquellas plantas. Absorben las malas energías como un reflejo.

—¿Puedes preguntarles qué sucede? —le sugiere ella.

—Están dormidas, pero lo voy a intentar.

Mientras Gao intenta establecer su propia conexión, yo me enfoco en escuchar. Las paredes aquí más la tierra son espesas, pero logro escuchar los murmullos y poco a poco mi audición se hace más clara.

—¿Está ubicado?

—Desde ayer, señor.

—Muy bien, entonces solo queda esperar. Los hermanos ya duermen.

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