Capítulo 15

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Luego de cortar el pastel y brindar en buena compañía Felix tuvo que regresar al palacio. Estaba entrando en la segunda faceta de su celo, ¿Por qué segunda faceta?
Fácil, porque hace cuatro años que no tenía algo similar.

Se encerró en su alcoba negándose a recibir personas molestas que intenten fastidiarlo en sus momentos sensibles. Pero olvidó a su esposo.

Permíteme ayudarte. Sé que no estamos en buenos términos, pero prometí que lo haría.
—Se escuchaba arrepentido, como si hubiese cometido un gran pecado, aparte del gran engaño que le ha hecho soportar.

—Seo Changbin, sal de la alcoba antes de que ordene que te saquen.
—Honestamente, estaba bajo las sábanas de seda abrazando una chaqueta ajena a su esposo.

—Es nuestro momento para procrear, Felix, por favor escúchame.
—Acarició una de las piernas del menor sobre la manta, provocando que este se estremeciera. Fue distinto, la sensación no fue igual a las caricias de Hwang.

—¡Cállate con eso! ¡Largo de aquí!
—Sólo servía para recordarle lo inútil que es, un omega incapaz de procrear no es útil, él no lo era. Changbin sin más opciones se marchó. Mientras que Felix se restregaba esa chaqueta por su nariz intentando obtener un ápice de ese aroma que ahora había sido reemplazando por el suyo.

Media hora después su celo empeoró. La ayuda de ese alfa quizás no era una mala idea, no podía detenerlo con sólo medicina, necesitaba a alguien para que le ayudase a liberarse, al punto en el que se encontraba rogaría ayuda a su secretario, tomando en cuenta que también es un omega.

—Dile que venga.

Por esta noche no se negaría, dejaría que Changbin hiciera lo que quisiese con él, a cambio de una mejora a su molestia. Su respiración estaba fuera de control, el lubricante natural que su parte producía se escurría entre sus piernas y tenía una erección que no lograba calmar.

La puerta se abrió iluminando por un efímero segundo esa oscura alcoba.

No era lo que esperaba, era mil veces mejor. Quien entraba por esa puerta no era su esposo, sino el dueño de esa chaqueta. Estaba seguro que era él, su aroma a pesar de ser débil pudo llegar a sus narices alertando al omega. Felix se levantó de la cama sin ser consciente de sus acciones, lanzándose sobre esa figura que no tardó en sostenerlo en sus brazos.

—Majestad, vine por la chaqueta. Yang me dijo que pasara por ella. ¿Se encuentra bien?
—No podía visualizar ese rostro que tanto le gusta, la oscuridad se lo impedía, pero esos ojos tan brillantes iban más allá, llegando a ser encontrados por los del alfa.

—Haz algo, después de todo es tu culpa. Es tu culpa que esté en celo, estoy así por tus feromonas, entonces hazte cargo.
—Arrastraba su lengua para poder completar cada palabra, no podía siquiera mantenerse en pie. Se aferró a la camisa de ese hombre, impidiendo que se fuera de su lado.
—Estuve a punto de terminar mi celo con él, incluso si quería estar contigo. Iba hacerlo. Entonces entras por esa puerta y mi objetivo principal pasa a ser desechado automáticamente, todo por tu culpa.

Las lágrimas humedecieron el rostro del general. Abrazó ese delgado cuerpo que estaba frente a él. Como quería que esas palabras suyas tuviesen un significado diferente, no podía estar feliz por provocar un celo indeseado, ocasionalmente también una infidelidad.

Esta vez no lo dejaría escapar. Nada de sólo caricias, él podía darse el lujo de estar con alguien más, aún si  la persona que quería estaba apartada por otro omega, esta vez no permitiría que se marchara. Retiró la chaqueta que traía puesta lanzándola a una esquina de su alcoba con intenciones de quedársela.

—Majestad, yo-

Unos labios detuvieron su intento de escape. Iba a soltar una excusa al azar para poder evitar días de evitaciones y rechazos por parte del omega, aunque siendo honestos, él moría por esto.

Enredó sus dedos en los cabellos del pequeño sintiendo aún más ese beso. Con la necesidad que sentía, así era como le estaba besando. Está bien que no pudiese hablar, porque de lo contrario confesaría todo lo que por tanto tiempo había estado reprimiendo.

Sostuvo al pequeño en sus brazos caminando hacia la enorme cama de la alcoba. Colocándose sobre esta sin detener ese beso que cada vez era más intenso. Tal vez Felix no fuera capaz de sentirlo por la situación en la que se encontraba, pero esa noche iba ser amado. Esa noche millones de palabras serían transmitidas en delicados roses que erizarían su piel, ojos que le mirarían con el amor más puro que quizás alguien fuese capaz de sentir por él.

Entonces, antes de ir un poco más allá de los besos el omega acarició la mano izquierda del mayor, encontrando en esta su objetivo. Tomó ese hilo que tantas dudas le causaba para guardarlo para él, aunque este no le perteneciera. El alfa al sentir que ese hilo se deslizaba de sus dedos se separó del beso, el menor aprovechó la oportunidad para sentarse sobre su regazo.

Nunca antes había sido tan descarado, tampoco había tenido la iniciativa en esa clase de situaciones, pero quería besar su cuello, dejar sus huellas egoístas en este. Ese sentimiento de posesión estaba creciendo en él, pensando en que ese omega lo tendría para toda su vida, él quería marcarlo al menos por esa noche.

Quitó cada botón de su camisa torpemente, el alfa no le desesperó más bien esperó pacientemente a que el pequeño termina aquello que le parecía tan tierno. Luego de retirar aquella molesta pieza pudo acariciar con libertad imaginando con emoción cómo luciría a la luz del día, besando cada parte, embriagándose de ese maravilloso olor que acompañaba una suave colonia.

Mientras que el alfa acariciaba sus muslos como si quisiera arrancarle todo lo que traía puesto, conteniéndose sólo porque estaba siendo tocado por esa persona que tanto había soñado. Ignorando esas ganas que sentía de tenerlo entre sus brazos azotando cada parte de su cuerpo, porque esa noche, sería su noche.

—Majestad...
—Musitó al sentirlo cerca de su pelvis, tocó su cabello con delicadeza tratando de alejarlo de esa zona, pero el  omega se negaba a detener su magnífico recorrido, así que continuó.
—Majestad, permítame hacer esas cosas, usted no se moleste.

Pero el omega no quería detenerse, porque todas las veces que ha estado de esta forma siempre ha sido tocado nunca antes había tocado. Changbin hacía todo sin permitirle recorrer su cuerpo, sus encuentros terminaban incluso antes de empezar. Está vez quería que fuera distinto, aunque sus toques fueran torpes sus manos querían sentirlo.

—Olvida que soy el emperador al menos por esta noche, permíteme tocarte tanto como quiera. Por favor.
—Tan débil, tanta necesidad en sus palabras. El cuerpo del alfa se tensó de sólo oírlo, ¿Cómo podría negárselo?

Entelequia-HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora