Saliendo de la tienda, siento la ráfaga de viento frío pegándome como una cachetada de realidad. Cada hora que pasa, es un grado menos. Me pongo mi chamarra nueva que tengo tantas ganas de estrenar. Miro de reojo a Layla, camina pensativa a un lado de mí.
- ¿Qué haces aquí? –cuestiona Layla, ya es momento, pensé que no le iba a dar ganas curiosear sobre el tema.
Me detengo un momento, ella hace lo mismo. Nos miramos ambos a los ojos, ella con sus ojos cafés oscuros y yo con los míos heredados de mi madre color azul con motas verdes. No sé qué responder, solo inhalo y exhalo, respirando un aire frío que entra y sale de mis pulmones. Más que para responder su pregunta, me la quiero responder a mí. Dudo entre sí estoy haciendo lo correcto, desaparecer de mis responsabilidades por un rato o mejor regresar pedir perdón y continuar la rutina.
Digo lo primero que se me viene a la mente. Simplemente sale de mis labios antes de que pueda estudiar cada palabra de lo que menciono.
- Lo mismo que tú.
- ¿Vienes a comprar helado porque estás deprimido porque tu novia o novio te acaba de dejar? –me pregunta con una sonrisa de lado, esperando a que me dé cuenta de mi error.
- ¿Qué? –pregunto, contesto y analizo, todo al mismo tiempo para después soltar todo.
Le cuento a una completa desconocida todo.
Mi vida organizada por horarios, por rutinas establecidas desde mis quince años. De los sueños frustrados de mi padre, que me quiere ver a mí cumplir lo que él no logro. Le cuento de mi madre que no hizo nada todo el tiempo por poner un alto, de cuáles fueron las palabras de mi padre que me declararon un "tiempo libre", de mí yo de trece años apoderándose de mi cuerpo, haciendo que salga de la casa sin siquiera pensarlo dos veces. Yo manejando deprisa mientras escucho Queen por la radio del coche. Yo topándome con una adolescente de diecinueve años que está más dispuesta a escuchar mis problemas antes que mis propios padres.
No sé si es mi necesidad de contarle a alguien mis problemas, o si es que en verdad es más fácil contar todo a un completo desconocido porque sus críticas no será igual de severo que alguien al que conoces por varios años. Supongo que soltar el tapón que tapaba todo hace que de un momento a otro sea como un vaso de agua chorreando, sin mas, sin preocupaciones, sin tener el miedo de mojar donde caiga.
Hable tan rápido que dudo que haya entendido una sola palabra, solo vuelvo a caminar despacio acercándome al barandal. Me recargo sobre él, mirando el cielo oscurecer.
Percibo su movimiento al acercarse a mí, su delicada mano me hace girarme hasta verla a la cara. No me dice nada, ni una palabra, pero en sus ojos puedo leer asombro y compasión.
No sé cómo segundos después, acabe abrazado con Layla, sus delgados brazos rodeándome y yo rodeándola a ella. Mi cabeza sobre la suya, y yo soltando una dócil lágrima. La luz del sol dejo de iluminar completamente, nos quedamos unos momentos a sin nada de luz. Solo ella y yo, cada quien pensando en lo suyo, pero intentando lograr algún cambio de bien.
Hoy, aquí en medio de la oscuridad me di cuenta de todo lo que no he sentido. Nunca había sentido este sentimiento de amistad. No había nunca experimentado la decisión de escoger la prenda perfecta. Nunca me había sentido avergonzado por ver algo que no debía.
Me di cuenta de que, vivir equivale a sentir. Si quiero vivir, debo de sentir cada momento de mi vida, quiero ser feliz, sentir una aventura, llorar, reírme hasta que me duelan las tripas y se me vaya el aire, quiero gozar la vida sintiendo diferentes cosas. No solo seguir la rutina aburrida que he seguido casi veintiséis años. Quiero ser libre, correr por un campo verdoso, sin responsabilidades. Solamente quiero vivir con emoción.
ESTÁS LEYENDO
Primavera junto a ti
Teen FictionEthan Henderson tiene una vida creada desde que nació, rutinas preestablecidas, trabajo seleccionado, futuro glorioso, pero todo es por el deseo de su padre. Nunca sale, nunca siente, nunca hace nada que su padre no le permita. Cuando a sus veintici...