[pajita: pajilla, popote, bombilla, pitillo, sorbete]
La cosa tenía su gracia.
SeokJin, el tigre que no sabía regular su aroma, veía poco disimulado al conejito Alfa que se entregaba furiosamente a su bebida, haciendo un espantoso sonido burbujeante.
Le había comentado a grandes rasgos que la forma correcta de beber su leche de plátano era quitando la tapa de plástico y beber del borde directamente, pero la sugerencia se murió tan pronto los ojos negros del Alfa llegaron a posarse sobre los suyos claros.Puede que solo lo haga con el fin de molestar o es que de verdad esa era la forma usual de beber su leche de plátano, bebida que llevaba a diario en un vaso de plástico con una pajita en medio del mismo material. SeokJin no discrimina a nadie por la manera de beber, pero estaba deseando romper, sin querer, aquel artilugio que le impedía concentrarse.
—¿Podrías... almorzar fuera? —Preguntó sin girarse sobre la silla como de costumbre hace, bajando los hombros cohibido por la respuesta.
—Estoy en mi zona de trabajo, SeokJin... —Murmuró sin dejar la pajita fuera de su boca, sobre sus labios y entre pucheros.
SeokJin hizo un sonidito de afirmación, dando a entender que no quería decir ni objetar nada, pero aún así NamJoon no separó sus ojos de él. Le escuchaba hacer más ruiditos aparte, como si intentase gruñir o bufar sin resultado, una especie de cachorro frustrado que recién aprende lo básico de ser mayor, pero que en consecuencia se terminaba asimilando a un juguete deshinchado.
Kim rodó sus luceros intentando ignorarle. Una vez más se dedicó a corregir ejercicios de los últimos exámenes con la tinta roja que tanto caracterizaba sus correcciones, sin prestar mucho entusiasmo al toqueteo nervioso de la cola grisácea del otro en su escritorio. Tenía que aceptar que su pelaje era más sedoso y de tacto más suave por ser un híbrido de conejo, pero tenía cierta curiosidad por aquella cola que le vacilaba.
Sus orejas, ahora gachas por precaución, normalmente estaban alzadas meneándose de tanto en tanto cuando se distraía y en algún punto se venían abajo cuando se quedaba pensando mucho en algo. Aquellas dos orejas le acompañaban en cada momento a la hora de expresarse, al igual que su colita, que se agitaba con ímpetu cuando estaba emocionado. Después de conocer a SeokJin, hace un mes, las cosas entre ellos fueron de mal a peor.
Sobretodo cuando NamJoon quiere silencio, paz, un lugar luminoso y airado, sin distracciones... y tiene como compañero al chico más ruidoso, parlanchín, torpe, que desprende su aroma como si se le fuese la vida en ello, añadiendo el molesto sonidito que hace cuando intenta gruñir.Por lo que las orejas de NamJoon siempre están gachas, su colita está quieta y en su rostro nace de la mezcla de aburrimiento y estrés.
—Haces mucho ruido... —Se atrevió a decir SeokJin, otra vez de espaldas, sus pies no se veían caer del borde de la silla giratoria por lo que estaba claro que estaba sentado de mala forma. Sus orejitas estaban quietas y un tanto curvadas, para captar -esos sonidos inaudibles para los otros- los movimientos lentos y precisos del otro. Su colita estaba acostada en el respaldo de la silla y caía suavemente detrás de ésta, moviéndose con cuidado.
Y NamJoon solo podía pensar en las posibilidades que tenía de tomar la silla y arrojarla fuera del departamento de Artes Matemáticas —como lo nombró SeokJin— para después cerrar la puerta y colocar la llave, se aseguraría unas dos horas de silencio y de paz.
—Uhm... lo siento mucho, no puedo controlar el sonido de un objeto... —Se excusó con un puchero, echándole toda la culpa al popote de plástico.
La referencia estaba clara, Kim solo le sacaba en cara la venganza que estaba llevando a cabo.
—No puedo beber más supresores para mi aroma, pero si quieres puedo salir un rato hasta que te acabes tu zumo —Propuso y sus mejillas se colorearon de rojo, podía ser el enfado del momento, la impotencia de no poder tener un tantito de paz o simplemente le molestó que Kim quisiese pagarle con la misma moneda cuando el trato no era justo.
El azabache se alzó de hombros desinteresado, su colita se meneó.
—No lo digo por eso y no hace falta que salgas... —Masculló entre dientes, estampó la botella de plástico en la superficie de la mesa y agarró una montañita de folios de una esquina— Iré a hacer fotocopias, ¿necesitas algo?
SeokJin se giró un poco ayudándose de sus manos y le vio con los ojitos iluminados.
—Llévate tu zumo, así te lo acabas fuera... —Propuso, divertido por la pelea del zumo y el ruido.
Pero el otro le hizo caso, se puso de pie haciendo que su silla oscilara sola detrás y con sus ojos penetrando los inocentes luceritos grises del Omega agarró su botella.
—Claro.
Y salió dejando un rastro tenue, comparado al de SeokJin, a lo largo de la sala hasta que el escandaloso sonido de la puerta al ser aporreada hizo saltar al tigre en su sitio.
—Qué carácter, conejito... —Susurró haciendo un mohín y regresando a su lugar frente al escritorio.
La sala que tenían no era algo del otro mundo y de hecho habían llegado a la triste conclusión de que tal vez les habían ofrecido la zona de trabajo más obsoleta y sucia de todas las que tenían disponibles, puede que sea por el hecho de que ambos estaban mal vistos por el demás profesorado. Tanto los jefes de departamento como los miembros de éste odiaban a los profesores nuevos que venían a cubrir bajas o los que se quedaban fijos porque eran una carga insoportable para algunos. Enseñar a un adulto a llevar su propio trabajo era estresante para cualquiera.
Y pese a que NamJoon causó gran revuelo positivo dentro de los y las Omegas, no fue bien visto por unos cuantos teniendo en cuenta que se trataba de un joven de no más de treinta años que recién se incorporaba a la vida laboral.
—Uhm... necesito un paquete nuevo de bolígrafos... —Ese era SeokJin, que muy en contra de su voluntad, se vio tentado a husmear en el escritorio de su compañero, abriendo los tres cajones de madera descolorida.
Encontró un sin fin de cuadernos de alumnos, unos paquetes de folios y en el último, SeokJin descubrió un lindo hábito o, problema compulsivo, de NamJoon.
Tenía un montón de cosas de papelería acumulados sin abrir en aquel cajón y los ojuelos del artista se fueron llenando de emoción al descubrir materiales que ni él había pensado que existían.
—Esto me viene bien para hacer collages...
No mal entiendan al Omega, SeokJin no era la clase de persona que entra a robar cuando bajan la guardia, claro que no era eso. Como bien se había dicho, NamJoon tenía sus razones —injustas— para ser odiado, pero SeokJin acarreaba un historial distinto relacionado con su salud.
A la edad de cinco años lo diagnosticaron con TDAH.El Trastorno por Déficit de Atención es un padecimiento caracterizado por la dificultad o incapacidad para preservar la atención en determinadas actividades de la vida diaria. No es una excentricidad para quienes lo padecen saltarse las normas establecidas, olvidar sus obligaciones laborales o no poder terminar una conversación y SeokJin más de una vez se ha quedado varado en medio de una clase, viendo a sus alumnos y estos indagando en sus grises orbes, por ello algunos que entendían del problema le reducen los posibles ataques de pánico y ayudan a su profesor.