Capítulo 2. Luxor.

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   Comenzaron el retorno a Luxor, esa bella ciudad que tantos antiguos vestigios del Egipto faraónico sigue conservando hoy por hoy. Irían a una de las callejuelas en las que rondaban los interesados en arte egipcio para vender la daga. Mas acaeció que se dieron cuenta que algo raro pasaba con la ciudad, ya que ya no era una ciudad del siglo XIX, sino que era en toda regla una ciudad del antiguo egipto. Había casas de adobe, el Templo de Luxor estaba en su máximo explendor, los colosos de Memnón estaban es perfecto estado y se apreciaba lo que más tarde sería enteramente el Templo de Karnak. De alguna forma, esa daga les había llevado al antiguo Egipto, pero no sabían cómo.

   Aun no había nacido el nuevo día cuando dividaron a alguien. Era un hombre armado con un arco y un carcaj lleno de flechas, además de con una porra parecida boomeran y una lanza corta que servía para pescar. Se dirigía cautelosamente a unos árboles que había junto a un pequeño lago. Sacó una flecha y disparó. Una paloma cayó al suelo, y cuando las otras alzaron el vuelo, asustadas, lanzó la porra y del golpe una se derrumbó. Se acercó, recogió su caza y bebió del estanque. Tras beber, usó la lanza para atrapar dos peces.

   Cuando el hombre hubo terminado, se internó de vuelta en Luxor. Los dos compañeros lo siguieron a través de la ciudad. Llegaron a una zona que por el diminuto tamaño de las casas se hubiera dicho que era una zona pobre. Pero era el antiguo Egipto, era misión imposible encontrar a gente rica, era lógico que hubieran seguido a alguien de bajos recursos. Pero tenían hambre, les daba igual estar en un barrio pobre, necesitaban comer. Dicho esto, se introdujeron casa por casa recogiendo comida, y para no llamar la atención cogieron un shenti. Además, escondieron los camellos en un establo para asegurarse que en un futuro pudieran recuperarlos y metieron la daga en un zurrón que Amin llevaba consigo, donde además llevaba la comida y otros objetos importantes. Tras esto, comieron y comenzaron a caminar por Luxor.

   Luxor era un ciudad magnífica. Y es que esta ciudad fue de las más importantes de la antigua cultura egipcia. El mercado de la ciudad era basto y los famosos templos de la localidad estaban aun en construcción. Era una gran ciudad portuaria. El Nilo daba vida a esta gran ciudad. ¡Oh, lector, si hubieras visto esa gran ciudad! Aun siendo Luxor su nombre actual, por entonces la ciudad se llamaba Tebas, como una importante poli griega. Los dos compañeros caminaban por la ciudad, mas el aspecto de James llamaba demasiado la atención, mucho más que el aspecto de su amigo. Toda la ciudad los observaba con cautela.

  De repente, un hombre fornido se dirigió a ellos, les susurró algo en egipcio tardío y les hizo amago de que les siguiera. Ellos, movidos más por el miedo que por su propia voluntad, comenzaron a andar tras el egipcio. El egipcio les llevó por callejuelas hasta un barrio oscuro, en el cual había una extraña puerta con un grabado de un ojo de Ra encima. El hombre les hizo pasar. Dentro había varias personas que les hicieron comer unos dátiles de inusual tamaño. Tras comerlos, sintieron un pitido en el oído, y tras varios minutos, empezaron a entender lo que decían  esas personas. 

   Repentinamente, entró una bella mujer en la sala. Tenía marcados rasgos egipcios. Su piel era tostada como las arenas del desierto del Sahara. Su cabello era más negro que una noche sin estrellas. Su rostro mostraba grandeza, y más allá de una nariz algo grande, era muy hermosa. Al entrar ella, el hombre fornido se puso en pie.

-Estos son los que crearon la perturbación en el tiempo. Nada más los vi, supe que eran ellos, y por eso los traje.

-Gracias por traerlos, Jabari. ¿Les habéis dado ya los dátiles?

-Sí, mi señora. Ya se los hemos dado. Y yo diría que ya han hecho efecto, ya son capaces de entendernos.-Respodió Jabari.

-Bien, bien. Decidme vuestros nombres, hombres extraños.-les ordenó la mujer.

-A mí no me va a hablar así una desconocida. -Le bufó furioso James.

-Esta desconocida quiere ayudaros a volver de donde venís, así que ten un poco de respeto por mí, ¿te parece?- James bajó la mirada avergonzado frente a la egipcia.

-Bien, mi nombre es James, James McArthur.

-¿Y el tuyo?

-Mi nombre es Amin Atef. Y soy egipcio, como vosotros.

-Extraño nombre para un egipcio. Mi nombre es Sharifa, y junto con mis hombres me encargo de gente como vosotros.

-¿Gente como nosotros? -preguntó el británico.

-Sí, gente como vosotros. Nosotros no encargamos de gente que con artefactos mágicos viaja en el tiempo hasta épocas antiguas. Somos una gran organización repartida por todo el mundo y por todas las época y velamos para que la historia no sea alterada. Entre los miembros de distintas épocas, tenemos la obligación de comunicarnos Habéis llegado al Imperio Nuevo, y actualmente reina el faraón Ramsés II, quien será el más grande de los faraones.

-Bien, sabemos en qué época estamos, pero no sabemos por qué. Lo último que hicimos fue coger una daga que encontramos en una pequeña tumba vacía. -explicó Amin.

-Esa daga estaría maldita. Por eso estáis aquí. -explicó Jabari.

-Mi compañero está en lo cierto, la daga tiene una maldición. Hay ciertos artefactos creados por los "devastadores", nuestros enemigos, para alterar la historia.

-Espera, ¿hay gente que quiere alterar la historia? -preguntó sorprendido James.

-Sí. Son los devastadores. Son gente que, inconformes con la historia, intentan cambiarla de todo tipo de formas. A veces intentan matar a personajes importantes o salvar a otros, intentan crear o evitar conflictos y normalmente cambian a gente de época para crear el caos, como es vuestro caso. En el último año, tuvimos que evitar que salvaran al emperador Calígula, tuvimos que guiar a Colón a América y tuvimos que asegurarnos de que la Gran Muralla fuese levantada en China.

-Entonces, podéis ver nuestro futuro. -les interrogó Amin.

-No podemos hacer eso, ya que vosotros venís del presente, mientras que nosotros vivimos en el pasado. No podemos ver más allá de los eventos históricos que corren más allá de vuestra época, ya que según la linea temporal vuestra época es la que está ocurriendo realmente. Es difícil explicarlo.

-Bien, entonces, ¿cómo podemos volver a nuestra época?

-Dadme la daga que os ha traído hasta aquí. La analizaremos y os llevaremos cuanto antes a vuestra época.

-Que así sea.-dijeron al unísono los amigos.

    Les dieron la daga y todos los allí presentes se sorprendieron, y no gratamente. Se veía pánico en sus rostros, y eso se veía de lejos. Ambos amigos se asustaron. ¿Qué tenía de especial esa daga para asustar a esas personas?

La daga de RaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora