La apertura

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Un escape.

Me ahogo en gritos desesperados.

Un dolor invade mi corazón.

La presencia de alguien me asusta.

Es una sombra.

Pero no es la sombra que quiero.

Es alguien desconocido.

Se acerca a mí.

Intenta atraparme.

Sigo corriendo.

Pero caigo.

La sombra desconocida, logro alcanzarme.

-

-


Me quedo mirando al hombre con el que nuevamente choque.

Eliot.

Su nombre es Eliot, no deja de mirarme fijamente, no dice nada, solo se me queda viendo. Su cara es muy pálida, lo único que resalta son las pecas rojizas en sus mejillas, sus ojos azules siguen mirándome.

—No pensé que conocías a Samael. —Le dije, no quiero quedarme callada, es incómodo.

—Alessandra -Contesta de la nada. —¿Tú eres Alessandra?

Me quedo súbita ante la pregunta. —Emm... ¿Si? Soy yo —Respondo incómoda, por alguna extraña razón, Eliot me produce una sensación diferente a diferencia de todos los del castillo. —¿Qué haces aquí?

—A veces vivo aquí. —Eliot pone una cara pensativa, como si estuviera recordando algo. —... No pensé que fueras tú.

Algo termina murmurando, pero no logre entenderle.

Dios.

Qué incómodo.

—Conozco a Samael. —Eliot vuelve a hablar y se va hasta la salida sin despedirse.

Me encuentro mirando su espalda hasta que desaparece de mi vista, hago memoria de lo que acaba de pasar. —El sujeto llamado Morgan me había dicho que eran cuatro... quizás sea él. —Pienso por lo alto. —Qué encuentro tan repentino. — Y no me extraña para nada, los que viven en este castillo están locos, pero el que les gana a todos en demencia es Samael.

Sacudo la cabeza y entro a la cocina, no tengo apetito, pero Adara me sirvió unos panecillos y me da vergüenza no comerme al menos uno. Sigo pensando en todo lo que me sucede, mi hermana... y ahora tengo dos acosadores, Samael y otro, el cual desconozco completamente, bueno, tampoco es que conozca perfectamente al principal Samael. No tengo idea de su vida pasada, su niñez, por el momento solo se dé su padre y madre.

Todo lo poco que me permitió saber, no llena el vacío de curiosidad que me invade cuando Samael está cerca de mí, estos sucesos que repentinamente andan sucediendo me tienen la cabeza revuelta, cualquier persona que no sepa controlarse en estas situaciones, estaría hecho un maniático.

Y lo entiendo, aunque no parezca, estoy perturbada por todo esto, intentaba ignorar todo, pero resulto que ahora vivo con alguien peligroso, mi hermana está en peligro y no puedo tener la libertad de antes.

Esto es culpa de Samael.

Estoy harta de todo esto.

Tomo una fuerte inhalada de aire y me calmo, calmo mis ganas de no soltarme a llorar y salir corriendo, no pensé que esto me pasaría a mí. Antes todo era normal, y ahora tengo que suplicarle a alguien que dictamino que soy de su pertenencia, rogarle para que me deje ir al menos a mi trabajo.

Tentación siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora