16//Agua en calma

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Caminó entre la gente con la mirada cambiando de objetivo de un lugar a otro, descartando rostros desconocidos en milésimas de segundo y apartando personas de su trayectoria virtualmente señalada. Cinco minutos después, una sonrisa familiar se iluminó a final de la estancia, y ella la siguió, como un barco ajado y vetusto seguiría la luz de esperanza de algún faro, después de una larga travesía. Imitó la sonrisa de la persona que la recibía, y exclamó:

—¿Sabías que habría tanta gente aquí, Hanna? ¡Llevo casi veinte minutos tratando de encontrarte!

Hanna esbozó una sonrisa de labios rojos y abrió los brazos, alistándose para abrazar a la recién llegada.

—¡Ni idea! Quedé tan asombrada como tú cuando llegué aquí, Fri, pero bueno...ya estamos en esto. Y veo que no llegas sola. ¡Hola, Chica Scooby-Doo!

La muchacha del cabello negro se abrió paso entre la gente, pues quedó un poco atrás al soltarse de la mano de Frida, y avanzó hacia su amiga hasta fundirse en un abrazo. Hanna cruzó las manos por detrás de la cintura de Dafne y la levantó un poco del suelo, como si de una muñeca se tratase.

—¡Que me vas a matar, Hanna! —chilló Dafne, pataleando cómicamente en un intento de tocar el suelo —Todos nos miran raro.

—¡Déjalos que miren, Daf! Somos personas felices expresando esa felicidad, nada más. Debían aprender de nosotras y dejar de ser tan amargados.

—Acabas de costarme 10 dólares, Fri —la voz de Jeinder hizo que Frida le prestara atención por primera vez desde que llegó —. Aposté con Hanna a que ya no venías, con este atraso.

—Pues te informo que casi ganas esa apuesta, Jei. Venía hacia acá, pero por el camino me crucé con Daf y comenzamos a hablar. Le propuse no seguir con el plan y quedarnos por ahí hablando, pero ella insistió —Frida señaló a Dafne con su índice y le guiñó un ojo —. Parece que tenemos una verdadera aficionada a la pintura.

—Y una mala amiga también —recalcó Hanna halando la manga de la blusa de la pelinegra—, ya que querías dejarme esperando por ti, después de habernos puesto de acuerdo desde hace días.

—¡Vamos, Han! —Frida hizo un puchero gracioso —Te iba a avisar antes, no era como que ibas a quedar aquí a tu suerte mientras Jeinder te aburre con sus chistes extraños. En todo caso, veías las obras que te gustaban y luego te marchabas, nada más.

—Lo más increíble es que tenga yo que agradecerle a la Chica Scooby-Doo el hecho de que tú estés aquí —resaltó Hanna, y Dafne hizo una reverencia graciosa y sonrió —, pero ya estamos, así que vamos a disfrutar del evento y luego veremos qué más hacer.

Dafne acercó la boca al oído de Frida y le susurró:

—¿Luego? ¿Que no era solo la exposición?

—Ni idea —respondió Frida, sin darle mucha importancia —. La forma de pensar de Hanna cada día se parece más a la de Jeinder: misterios del universo.

Los cuatro amigos se adentraron entre las personas que admiraban los cuadros, que colgaban de las altas paredes y mostraban paisajes realistas de bosques y ríos. Dafne se tomaba su tiempo para admirar cada uno de estos, y pedía a Frida que le explicara las partes más técnicas de la obra. Frida observaba sus ojos, siempre sombríos, recorriendo cada milímetro de pintura fresca, cada línea curva, explosión de color, cada tono y claroscuro. Dafne hacía preguntas cual niña pequeña sumergida en un mundo fantástico, y ella respondía, acercándose cada vez a su oído para rebasar el murmullo imperante. Mientras, no muy lejos de ellas, Hanna tomaba fotos a toda la galería de arte, y su novio se empeñaba en no permitir que ninguna de las chicas, que llevaban las bandejas plateadas con los cócteles, saliera de su alcance sin que él obtuviera una muestra de estos.

Remolinos: la belleza del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora