Capitulo 1: Primer Encuentro

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Como era costumbre al ocaso del día, Humphrey Bailey paseaba atento por las calles de Londres. No lo hacía por hobby o descanso, si no como parte de su "trabajo", y es que el joven inglés había comprendido que sólo había tres formas de vivir en esta salvaje ciudad: trabajando explotado bajo las órdenes de un rico empresario, tener suerte y nacer en el seno de una familia acomodada o dedicarse a "tomar prestadas" las valiosas posesiones de este grupo social. El ambiente de Londres en la segunda mitad del siglo XIX, aunque pudiese mostrarse próspero, resultaba hostil para gran parte de la población.

Tras un rato caminando, examinando las calles y a sus transeúntes, el ladrón localizó a quien sería su próximo objetivo: una mujer de avanzada edad que salía de un carruaje en dirección a la estación de tren. Con ella llevaba un bolso del tamaño idóneo para no ser molesto en la huida, que parecía contener objetos de valor y, seguramente, dinero en efectivo.

Humphrey se dirigió hacia su posición y se fue desplazando entre la gente con gran fluidez. Estaba acostumbrado a moverse entre multitudes con facilidad, lo que resultaba muy útil para su oficio. En cuanto estuvo cerca de su víctima agarró el bolso y, tirando con fuerza, se lo arrancó de las manos y salió corriendo por la misma muchedumbre por la que había venido, gente la cual empezaba a alborotarse ante los gritos de la señora. Pero al fin y al cabo era el día a día de la ciudad, no pasaba una jornada sin algún robo, amenaza o crimen por mucho que la policía de Scotland Yard dedicase todos sus recursos para evitarlo.

Huyendo a través de los callejones que había estudiado en profundidad durante los últimos años el delincuente pensaba que habría ganado su sueldo del día, sin embargo en un rápido análisis de la situación se percató de que estaba siendo perseguido por dos personas. Dos personas que habían logrado seguirlo entre el gentío y los callejones serpenteantes. Podía notar el peligro acercándose, no sabía quiénes podían ser ¿policías? ¿otros criminales? No, ninguno de ellos podría mantener su ritmo sin perderlo en la persecución. Siguió corriendo con el botín, intentando tomar los caminos más enrevesados que tenía a su alcance, con la esperanza de salir impune. Tras un par de giros pudo notar como ahora sólo tenía un perseguidor, había conseguido librarse del otro. O eso es lo que creía. Al aproximarse a la salida de una de las estrechas calles una persona apareció de un salto, bloqueándole el camino. Ante la sorpresa y la incertidumbre se quedó paralizado, lo que permitió que su segundo perseguidor lo alcanzará, abalanzándose sobre él y embistiéndolo, haciendo que ambos hombres cayeran al suelo.

Mientras el hombre que lo capturó lo agarraba y levantaba con fuerza del suelo por la parte trasera de su chaqueta, la mujer se acercaba para arrebatarle el bolso que había robado.

- Otro ladronzuelo atrapado, aunque esta vez ha sido más divertido de lo habitual. - comentaba el hombre a la mujer con un tono de voz jocoso.

- Los robos no son cosa de risa, Jacob. Tenemos que devolver esto a su propietaria. - respondía la mujer, molesta por la falta de seriedad de su compañero.

Bailey seguía perplejo ante la situación, nunca en sus 23 años de vida habían conseguido atraparle y menos aún desaparecer de su radar mental. Aún estaba sujeto y preso por sus ropas. - Es imposible. - murmuró - ¿Cómo alguien ha podido alcanzarme? Y no sólo una, si no dos personas. ¿Trabajan para la policía? - dirigiendo su mirada hacia la mujer alzó la voz para recriminarle - Y tú... Tú desapareciste. No fui capaz de percibirte al final de la calle. No lo entiendo, siempre percibo la presencia de la gente y sobre todo ante el peligro.

Estás últimas palabras hicieron cambiar la expresión en el rostro de la mujer. Se la veía intrigada ¿a que se refería con "percibir"? Podría no ser nada, pero le generó suficiente interés como para pensar en ello. - Jacob, no dejes que el ladrón se escape. Llévalo a la base. Quiero hacerle unas preguntas. - ordenó al hombre - Yo iré a devolver el bolso y me uniré lo antes posible.

- Está bien hermanita. No entiendo que quieres hacer con este bribón, pero la base está cerca y la carrera me ha hecho ponerme con el suficiente buen humor como para acatar tus órdenes. - respondió el muchacho ante la petición.

Ambos hombres pusieron rumbo en dirección, de nuevo a la estación de tren, aunque utilizando una puerta de servicio para evitar las abarrotadas entradas. Jacob ahora agarraba del brazo con fuerza a Bailey para guiarlo y que no se escapara. Este intentó zafarse varias veces de su captor, pero no fue capaz. - Shh, tranquilo. Ya casi hemos llegado. Me sorprende que aún tengas energías después de la persecución. Eres realmente rápido y ágil. Podrías ser un buen recluta para los Rooks. -

Los Rooks. Era una banda de delincuentes que había surgido durante el último año y que había ido aumentando su influencia y poder por toda la ciudad de Londres. - ¿Los Rooks? ¿Tú eres el líder de la banda de criminales? ¿Y la mujer? -

- Así es. Yo soy Jacob Frye, fundador de los Rooks, pero no somos delincuentes, o al menos al uso, intentamos hacer el bien para Londres. En cuanto a ella... es Evie, mi hermana gemela. A ella no le ha gustado nunca la banda, pero con nuestro apogeo ha tenido que resignarse y admitir que resulta de gran utilidad. Aún así coincidimos en una cosa y es que no nos gusta que gente como tú ande suelta.

Empezaba a caer la noche, las calles se oscurecían y los faroleros comenzaban a encender las lámparas de gas de las principales calles. En la estación de tren aún había gente tomando los últimos trenes, de entre los cuales destacaba uno en particular. No parecía de pasajeros, pero tampoco de mercancías. Nadie salía ni entraba en él. El motor estaba apagado, con el conductor a la espera de la orden para arrancar. La pareja de hombres entraron en el primer vagón.

Ya dentro del tren Jacob agarró una tela con la que maniató a su preso. - Debería también amordazarte, pero de momento no lo haré. Así nos podemos entretener hasta que llegue Evie. - tras atarlo lo empujó contra la cama y tomó la silla del escritorio, sentándose al revés, apoyando su pecho sobre el respaldo. Su sombrero lo dejó posado en la mesa.

- ¿Y si no quiero hablar? - gruñó tirado en la cama.

- Conozco muchos métodos para hacer hablar a la gente. No me hagas tener que elegir uno, me caes bien. - el puño americano en sus nudillos brillaba con el reflejo de la luz de las velas.

- No me conoces. - protestó mientras intentaba recolocarse. Era complicado levantarse de una cama con los brazos atados a la espalda, pero finalmente consiguió sentarse en la cama, viendo por fin la cara de su raptor. Era un hombre joven, probablemente de su misma edad o similar, con pelo y ojos castaños. En su rostro destacaban dos cicatrices, una en la ceja y otra en la mejilla.

Se le veía fascinado por su presa. Una pequeña sonrisa se le escapó antes de hablar, realmente estaba disfrutando del momento. - Pues para eso estamos aquí ¿no? Tú ya me conoces, ahora me toca a mi conocerte. ¿Sabes? Hacía años que nadie suponía un reto para mi como lo has sido tú hoy. Normalmente atrapo a la gente casi al instante, pero tú eres muy escurridizo. Me ha gustado jugar contigo. Ahora bien, continuemos con las cordialidades ¿Cómo te llamas?

- Bailey. Humphrey Bailey. - rechistó.

- Muy bien, señor Bailey. Agradezco la colaboración. No sé cuales son los planes de mi hermana para ti, pero si no acabas mal parado mi anterior oferta sigue en pie.

- ¿Qué oferta?

- Entrar como recluta de los Rooks. Realmente creo que podrías ser un miembro valioso.

- No trabajo para nadie. Ya tomé esa decisión hace años.

- Ya veo. Un tipo duro y solitario. Te entiendo, a mi tampoco me gusta recibir órdenes.

Apenas pasaron unos minutos en el tren cuando Evie volvió y pasó al vagón, cerrando con llave la puerta tras de sí.

- Ya está todo solucionado. - comentó la hermana aún tomando aliento tras su llegada - La mujer tiene de vuelta su bolso y he convencido a Abberline para que la policía lo ignore. He insistido en que nos encargaríamos nosotros del ladrón y ha aceptado a regañadientes.

Con todo preparado Evie le hizo una señal al conductor para poner en marcha la locomotora, a baja velocidad. Necesitaban salir de la estación pero no querían que el ruido del traqueteo del tren interrumpirse el interrogatorio.

Un nuevo asesino en LondresWhere stories live. Discover now