23. Camino A La Felicidad

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Harry aún contemplaba el nublado cielo, únicamente iluminado por la tenue luz de la oculta luna, siguiendo la estela que su padrino y Buckbeak habían pronunciado al abandonar el castillo

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Harry aún contemplaba el nublado cielo, únicamente iluminado por la tenue luz de la oculta luna, siguiendo la estela que su padrino y Buckbeak habían pronunciado al abandonar el castillo. Le hubiese encantado poder huir con él, pero sabía que ni Sirius ni Hermione le dejarían.
Ahora que sus padres y su casa habían desaparecido, no tenía lugar donde alojarse; pero no parecía preocuparle demasiado. En realidad, su situación no era tan mala como la de Sirius y Lupin. El primero se tendría que esconder del ministerio y de los dementores, puesto que al no haber demostrado que Lucius Malfoy era un animago, el ministerio seguiría creyendo que fue él el autor de las muertes de Pettigrew, James y Lili Potter junto a la de diez muggles.

Lupin, su profesor, se veía obligado a transformarse en un hombre lobo al menos una vez al mes; esto había supuesto que lo rechazaran en muchos lugares, incluido de posibles trabajos, hasta que Dumbledore decidió contratarlo en Hogwarts. Después de todo, Harry no estaba tan mal.

-¡Harry! -dijo Hermione, tirándole de la manga mientras observaba su reloj-. Harry, tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin que nos vean. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

-¡De acuerdo! -dijo Harry, apartando la vista del bosque prohibido, de dónde provenía un profundo aullido-. ¡En marcha!

Entraron por la puerta que tenían detrás y bajaron una estrecha escalera, con apenas diez peldaños. Al llegar abajo oyeron voces. Se arrimaron a la pared, escuchando con atención. Eran Molly y Snape. Caminaban deprisa por el corredor que daba comienzo en el pie de la escalera.

-¿Le darán el beso inmediatamente a Black, señora ministra? -preguntó Snape-.

-En cuanto lleguen los dementores, Snape -dijo la voz emocionada de Molly Weasley-. Macnair ha ido a buscarlos. Debe de estar regresando con ellos ahora -dijo, mirando la hora de su lujoso reloj de plata-. No puede ni imaginarse las ganas que tengo de decirle a El Profeta que por fin lo hemos atrapado… No sabes el calvario que he sufrido desde que escapó de Azkaban en tan solo una hora. ¡Qué bochorno!

-Tal vez, señora ministra -dijo Snape, fríamente-, El Profeta desee entrevistarle antes de que los dementores le den el beso. Seguro que todo el mundo estará muy interesado en saber cómo logró escapar de Azkaban… He de decir también, si me lo permite, que el señor Potter deseará hablar con él antes de que sea tarde…

-Tienes razón, Severus -accedió Molly-. El ministerio ganará mucha credibilidad al descubrir que hemos atrapado a Black, tal y como prometimos. Y entiendo perfectamente que el pobre Harry quiera hablar con el autor de la muerte de sus padres…

Harry apretó los dientes. No lograba entender cómo la gente podía tragarse aquella historia. Sus pasos se perdieron a lo largo del corredor. Harry y Hermione aguardaron unos instantes para asegurarse que no volvieran y echaron a correr en dirección opuesta.
Bajaron una escalera, luego otra, y luego una más, continuaron por el ancho corredor y entreoyeron una risa delante de ellos.

-¡Es Peeves! -susurró Hermione, cogiendo a Harry del brazo-. ¡Vamos, aquí dentro!

Corrieron a toda velocidad y entraron en un aula vacía que encontraron a su derecha. Peeves iba por el pasillo, dando alegres volteretas y saltitos, más contento que una perdiz.

-¡Seguro que está así de feliz porque los dementores van a ejecutar a Sirius! -dijo Harry, cabreado-. Pues ya verás la sorpresa que se va a llevar cuando descubra que ha escapado. ¡Ja!

-Harry, -Hermione había vuelto a mirar el reloj-. Nos quedan tan solo cinco minutos.

Aguardaron hasta que la risa malévola de Peeves se perdiera por el pasillo. Entonces, abrieron la puerta del aula, miraron alrededor y salieron pitando.

-¡Un minuto, Harry! -advirtió Hermione, jadeando-.  ¡Ya se oye a Dumbledore! Menos mal…

Siguieron por el corredor con cautela. La puerta de la enfermería se abrió y vieron la espalda de Dumbledore.

-Voy a encerraros aquí dentro. Son… las doce menos cinco. Creo que tres vueltas serán más que suficientes, señorita Granger. Buena suerte.

Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó su varita para cerrarla mágicamente. Un gato apareció al lado del director. Aguardaron unos segundos para asegurarse de que el gato no los viera.

-Vaya -le escucharon decir a Dumbledore-. No esperaba encontrarte aquí, Minerva… ¿A qué se debe esta agradable visita? -El gato lo miró fijamente, pero no se transformó en la profesora McGonagall-. Ya veo, tan solo eres un gato normal, ¿no es cierto?

El gato salió disparado escaleras abajo, maullando.
Asustados, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

-Vaya. Esto sí que no me lo esperaba… -murmuró Dumbledore al ver que Hermione llevaba la túnica del muchacho-. ¿Y bien? -preguntó en voz baja cuando llegaron-.

-¡Lo hemos conseguido, señor! -dijo Hermione, orgullosa de haber realizado semejante hazaña-. Sirius ha escapado montado en Buckbeak…

Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa y consultó su reloj.

-Muy bien hecho, chicos -dijo-. Creo… Sí. Ya habéis abandonado la enfermería. Os ruego que no le digáis nada del gato a la profesora McGonagall… Me parece que no se lo tomaría muy bien -Harry y Hermione sonrieron-. Entrad. Os cerraré por fuera.

Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por el hecho de que Ginny los miraba con asombro, desde su cama; y Ron, su hermano, seguía inconsciente en la cama. Después de oír el sonido de la cerradura se metieron en sus camas.

-¿Cómo lo habéis hecho? -preguntaba Ginny, fascinada-. Hace un segundo estabais allí -dijo, señalando el centro de la enfermería-. ¿Cómo es que acabáis de entrar por la puerta? ¿Y por qué llevas la túnica de Harry, Hermione?

Harry y Hermione volvieron a sonreír, sonrojados. Harry sintió lo mismo que cuando había producido su patronus.
Hermione le devolvió la túnica a Harry, que se la echó por encima mientras la muchacha se introducía el colgante de nuevo en el interior de la suya.

-Te dije que nada podía salir mal con esto -le susurró Harry, jugueteando con la pulsera que colgaba de su muñeca. Hermione se rió suavemente-.

Un instante después, la señora Pomfrey salió de su oficina con paso decidido y aire mosqueado.

-¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permite ya realizar mi trabajo y ocuparme de mis pacientes?

Estaba de muy mal humor. Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate y comérselo en silencio. La señora Pomfrey permaneció delante de ellos, más alegre al ver que sus pacientes se comían los trozos de chocolate en silemcio. Pero Hermione apenas podía tragarlo. Harry y ella agudizaban el oído, con los nervios a flor de piel. Y entonces, mientras terminaban sus porciones, oyeron un sonido furioso, procedente de algún aula por encima de la enfermería.

-¿Qué ha sido eso? -dijo, alarmada, la señora Pomfrey-. Estos chicos no podrán descansar adecuadamente con semejante escándalo.

Oyeron voces de enfado, cada vez más y más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta de su enfermería.

-¡Así despertarán a todo el mundo! ¿Qué se creen que están haciendo?

-No se moleste, señora Pomfrey -Ginny habló, desde su cama, ocultando una sonrisa-. Mamá siempre se pone así cada vez que Fred y George la desobedecen. Por más que lo intentamos, tardamos varias horas en calmarla…

Harry escuchaba voces detrás de la puerta.

-Debe de haberse desaparecido, señora ministra -dijo Snape, con una voz tranquila y formal, impropia de él-. Debimos de dejar a alguien en el despacho con él…

-¡NO HA PODIDO DESAPARECERSE, SNAPE! -bramó Molly, muy cerca de ellos-. ¡UNO NO PUEDE DESPARECERSE Y APARECERSE DENTRO DE HOGWARTS!

¡Plam!

La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Molly, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso acelerado. Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Snape permanecía con el rostro inmóvil y Molly estaba descontrolada.

-¿DÓNDE ESTÁ? -vociferó-. ¿DÓNDE SE HA METIDO BLACK?

-¡Señora ministra! -dijo la señora Pomfrey-. ¡Cálmese!

-Por favor, Molly, sé razonable -dijo Dumbledore-. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo. No ha podido entrar aquí.

-¡DEBE DE HABER VENIDO AQUÍ! -gritó Molly, examinando cada rincón de la enfermería-. ¡ESTOY SEGURA!

-Cálmese, señora ministra -dijo de nuevo la señora Pomfrey-. O me veré obligada a expulsarla de la enfermería.

-¿Qué… qué me calme? -dijo Molly, dirigiendo su mirada a la enfermera-. ¿Quién se cree usted para hablarme de esa forma? ¡Black ha escapado! ¿CÓMO PRETENDE QUE ESTÉ TRANQUILA? ¡Ha tenido que regresar a por Harry…!

-Basta, Molly -dijo Dumbledore, educadamente-. Piensa un momento. Esta puerta ha permanecido cerrada con llave desde que he abandonado la enfermería, hace unos diez minutos. Señora Pomfrey, ¿ha aparecido Black por aquí?

-¡Por supuesto que no! -dijo la señora Pomfrey, ofendida-. ¡He permanecido con estos muchachos desde que usted se ha ido, y Black no ha aparecido por aquí!

-Ahí lo tiene, Molly -dijo Dumbledore-. A menos de que Black pueda estar en dos lugares al mismo tiempo sin ser visto, no encuentro ningún motivo para seguir molestando a estos muchachos. Y, lógicamente, los dementores tendrán que abandonar el colegio inmediatamente.

Molly se quedó allí, enfadada, apartando la vista de todos cuanto la observaban. Dumbledore y Snape se miraron, sorprendidos, pero a la vez indiferentes.

-¡Muy bien…! ¡Muy bien! -repitió la señora Weasley, dándose media vuelta y saliendo como un vendaval de la enfermería-.

-Vaya, no está mal -dijo Ginny, observando cómo su madre se perdía por el corredor-. Ha batido su récord. Normalmente suele… desahogarse más -explicó-. Se ha controlado bastante bien esta vez. Aunque puede que sea porque Fred y George no estaban aquí…

Cuando Dumbledore y Snape abandonaron la sala, la señora Pomfrey corrió hasta la puerta y la cerró por dentro con llave.

-¡A ver si consiguen entrar ahora…! -murmuró, entre dientes, mientras volvía a entrar en su despacho-.

Se oyó un breve gemido de dolor desde el otro lado de la enfermería. Ron acababa de despertarse. Su brazo estaba mucho mejor, y ya apenas se notaban las marcas de las garras que le había hecho el profesor Lupin. Lo vieron sentarse, sujetarse el brazo y mirar a su alrededor.

-¿Qué ha pasado? -preguntó-. ¿Qué hacemos aquí? ¿Y Sirius? ¿Y Lupin? ¿Esa que está gritando es mamá? ¿Alguien puede explicarme que ha ocurrido?

Harry y Hermione se miraron.

-Mejor explícaselo tú, Harry -dijo Hermione, cogiendo un poco más de chocolate del chico-. Yo estoy muy ocupada.

Cuando Harry terminó de contarle la extraña pero alucinante historia del giratiempo, Ron los miró boquiabiertos.

-¡Maldita sea! Siempre tengo que perderme lo más interesante…

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2022 ⏰

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