Capítulo 8

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ALEXANDER

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ALEXANDER.

Perdí dos horas de mi valioso tiempo intentando callar a los malditos reporteros, estaba ahí para hablar de mi hotel, no de la chica que está a mi alrededor últimamente, intenté bajarle el perfil al asunto, pero luego de esa fotografía mostraron otra, y otra, y otra, no había manera de negar que estaba viéndola seguido, tuve problemas cuando Elena fue fotografiada conmigo vistiendo su hábito, no dejaban de hablar de lo incorrecto que era, tuve que morderme la lengua y admitir que si la estaba viendo, aclarando que dejó la iglesia hace un tiempo y que lo que haga con mi vida no tiene por qué importarle a ellos.

Salí malditamente molesto de esa conferencia, mi secretario estaba esperando listo con el auto, mis escoltas asegurándose que esos malditos me dejaran caminar, llevándome directo al avión dónde tuve que esperar casi dieciséis horas para llegar a rusia, treinta minutos más en auto para llegar a casa, el trafico era una mierda, Delano no me contesta y sigo furioso, estoy malditamente furioso.

Bajé del auto ya en casa y caminé hacia el patio que usábamos de entrenamiento, todos siguen parados ahí cómo ordené, algunos se desmayaron por el calor, se lo merecen.

— Parece que olvidan para quién putas trabajan — sacando mi arma, disparándole a dos imbéciles, no harán la diferencia— Parece que tengo que recordarles que, si yo les digo ladren, ustedes ladran, si yo les digo maten a ese imbécil, lo matan sin preguntar razones, sin cuestionarme, y si yo les digo que no le toquen ni siquiera un cabello a Jelena ¿Qué hacen ustedes? No la miran, no la tocan, ni siquiera respiran cerca de ella, pedazo de imbéciles.

Golpeando a uno de ellos tan fuerte en el rostro que lo envié directo al piso, y no se levantó.

— Boss... es que ella...

— ¿Ella qué? —giré el rostro en dirección del que se atrevió a hablar— Ella me rinde cuentas a mí, no a ustedes.

— No creemos justo que una chica esté en casa, la Bratva no recluta mujeres, menos si no sirven para nada.

Alcé una ceja en su dirección.

— Voy a seguir el consejo de Delano y veré qué tan divertido es cocinarte vivo, hijo de puta — mirando al resto— Y ustedes se lo van a comer ¿No fue tan divertido lastimar a mi protegida? Yo les voy a enseñar lo que sí es divertido.

Tomando del cuello al bastardo que se atrevió a hablar mal de mi cosita insignificante, arrastrándolo todo el camino hacia el almacén, escuchando sus suplicas y sus disculpas, un torpe intento de hacer que le perdone la vida.

Como si existiera la compasión en la Bratva, imbécil.

Akim y Orel llegaron pocos minutos después al escuchar el escándalo, cuando ya lo tenía amarrado y amordazado, a punto de comenzar a encender fogón, iba a hervir vivo a este cabrón para darle a todos una lección.

— Jefe, esperamos instrucciones.

Demostraron su lealtad, ellos no van a comerse a este bastardo, privilegios para quienes mueven la cola como les ordené.

Libre de pecados (+21) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora