Capítulo 16

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Leighton

Viernes 17 de abril, 2020

—¿Estás segura que no quieres venir conmigo? —asiento, estando totalmente segura, y Maeve suelta un bufido.

Nos encontramos en la acera de mi edificio, ella esperando que su taxi llegue para dirigirse al aeropuerto e ir a Nueva York.

Hace un par de semanas se ha estado preparando un desfile de moda del cual Maeve será partícipe; a mí me trataron de convocar, pero me negué. Si bien, el modelaje es uno de mis hobbies favoritos, por el momento no está en mis planes ejercerlo como tal.

—Ve y demuéstrales cómo se modela en las grandes ligas —la animo y logro sacarle una sonrisa.

—Estoy empezando a extrañar tu presencia en estos eventos.

—Sólo es algo temporal, ya volveré —le aseguro.

—Voy a confiar en tu palabra. Ahora bien, cambiando de tema, ¿qué tienes pensado hacer?

—Texas.

—No me digas que...

—Es tiempo, Maeve. No puedo vivir suponiendo que algo cambió, tengo que comprobarlo en persona.

La bocina del taxi se escucha y nos encerramos en un fuerte abrazo.

—Si algo sale mal, no dudes en llamarme que vendré en el primer vuelo de regreso —dice por último y se mete en el taxi.

Realmente voy a verlo, después de dos años sin comunicación alguna. No sé lo que me espera, pero deseo que no me arruine este gran paso que estoy dando.

***

Sábado 18 de abril, 2020

Llegué a Dallas hace unas dos horas, pero no puedo moverme del aeropuerto. Cada que salgo para llamar a un taxi, me paralizo y vuelvo a entrar.

Creo que me apresuré en hacer esto.

Pero ya estoy aquí, tengo que aguantar y no quebrarme. Ahora la verdadera pregunta es, ¿voy a poder soportar la presión?

A la mierda.

De una vez por todas, marcho decidida y paro un taxi. En treinta minutos ya estoy frente a su casa.

¿Su calvicie avanzó? ¿Me extrañó? ¿Fue suficiente el tiempo distanciados?

Tantas preguntas y sus respuestas están a un sólo toque de timbre.

Allí vamos.

Tardan dos minutos exactos en abrir la puerta —los conté por los nervios—, y cuando finalmente puedo ver quién es la persona que gira la manija, mi respiración vuelve a su ritmo habitual.

—Oh, Leighton —la nueva esposa de mi padre me da la bienvenida. La sorpresa en su cara no pasa desapercibida. Nadie me esperaba, ni siquiera pregunté si seguían viviendo aquí. Ahora que lo pienso mejor, fue muy impulsivo.

—Mandy, hola... —saludo amablemente, pero la tensión incómoda que se percibe en el ambiente es innegable—. ¿Él...?

—No está aquí, pero volverá en una hora. Sus juegos de cricket los sábados son importantes, tú sabes.

No, no lo sé.

—¿Crees que podría esperarlo? —pregunto con timidez. Y, finalmente, se da cuenta que estuvo con la puerta entrecerrada todo este tiempo, por lo que se corre a un lado.

—Por supuesto, Leighton. Discúlpame mi poca hostilidad, pasa —le sonrío.

—Gracias.

Una vez adentro, no siento nada que me familiarice con esta casa. Al fin y al cabo, sólo habíamos vivido dos meses aquí cuando éramos los cuatro una familia —mamá, papá, Logan y yo—.

—Simone está en su cuarto, se alegrará de verte —exclama Mandy, y me doy la vuelta para verla—. También puedes ir dejando tus cosas en el cuarto de visita, supongo que te quedas este fin de semana.

—Está bien —mis respuestas son simples y cortas, y creo que eso le hace generar una leve mueca en el rostro a Mandy.

No es una mala mujer, mi problema no es con ella, pero como está en la vida de mi padre, hace que lo sea también.

Me instalo en el cuarto de visita. Y, una vez allí, suelto una risita irónica. Mi cuarto en esta casa había sido ocupado por otra persona, por lo que tengo que conformarme con este.

Unos toques suaves golpean mi puerta. Se entreabre y me permite ver a Simone.

—Mamá me dijo que viniste —pasa sigilosamente, como esperando una reacción negativa de mi parte, pero no digo nada—. Te extrañé, Leigh.

—¿Mucho? —pregunto con cara seria, aguantándome la risa.

Asiente y se abalanza sobre mí. Las risas aparecen y, por un momento, me recuerdan a Logan, por lo que corto el abrazo.

Simone es mi hermana adoptiva. Papá, luego de la muerte de Logan, se casó y adoptaron a esta niña que hoy en día ya es una adolescente.

Era tanta la decepción y enojo que sentí cuando él la trajo, que discutimos hasta el cansancio y me fui de casa.

***

Domingo 19 de abril, 2020

Stanley Crawford no apareció en todo el día de ayer, su juego de cricket se alargó, al parecer.

—¿Volverá? —le pregunto a Mandy en la mesa de desayuno. Me da una mirada lastimera, lo cual me hace entender que la respuesta es algo improbable.

Mi vuelo de regreso sale mañana, pero no hacia Baltimore, sino hacia Los Ángeles. En la madrugada estuve viendo algunas de las millonadas de ofertas de trabajo que tenía en mi mail, por lo que acepté hacer unas sesiones de fotos para marcas reconocidas.

Todavía tengo que recuperar los tres millones perdidos en Las Vegas, así que es hora de moverme.

Las horas pasan y me doy cuenta que a este punto estoy esperando un milagro.

En la madrugada del lunes agarro mis cosas y salgo de esta casa.

Cuando me subo al taxi, un Audi negro aparca en el garaje.

Tiene que ser él.

—Espere un momento —le pido al taxista.

Mi padre sale del auto; su calvicie sigue en lo normal, pero su rostro, por lo que alcanzo a notar, se ve cansado.

¿Qué estuviste haciendo, papá?

Este viaje fue una total pérdida de tiempo.

No estoy lista para hablar con él, y está claro que Stanley no piensa ni en la más mínima posibilidad de reconciliarse con su hija —hija biológica—.

—Podemos irnos —le indico finalmente al pobre hombre que esperó mientras yo observaba como una acosadora.

Hasta la última vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora