Capítulo 3: Tatemae

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El comportamiento y las opiniones que uno debe mostrar para satisfacer las demandas de la sociedad

Habían comenzado las clases en la Universidad Victoria, Luary Tametz y Takashi Yanase comenzarían su segundo año en la carrera de ciencias económicas

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Habían comenzado las clases en la Universidad Victoria, Luary Tametz y Takashi Yanase comenzarían su segundo año en la carrera de ciencias económicas. Dos estudiantes, no muy destacados, en una carrera demasiado exigente, llena de personas que sabían muy bien cómo encaminar sus vidas con ese título. Un mundo en el que ellos parecían no encajar.

Ir a la universidad les causaba ansiedad, sus compañeros no les agradaban demasiado, Luary parecía encajar mejor con ellos que Takashi, pero aun así se sentía fuera de lugar. Las clases eran aburridas, nunca disfrutaban o se emocionaban por aprender nada nuevo, si los estudiantes no les agradaban, mucho menos los docentes.

Ninguno de los dos solía llamar mucho la atención, Takashi Yanase, un muchacho japonés, un poco más alto que el promedio, ojos y pelo negro y muy bien cortado, bastante agradable... si le caías bien. No le interesaba en absoluto llevarse bien con sus compañeros de clase, si alguien no le agradaba, no le agradaba y punto. Luary Tametz, una muchacha de piel clara, con las mejillas rosas todo el tiempo, pelo negro y ojos marrón claro, llamaba la atención por ser sencilla y algo hiperactiva cuando estaba con Takashi, pero solía desaparecer con facilidad cuando estaba sola. A diferencia de su mejor amigo, ella sí se llevaba bien con sus compañeros, pero trataba de no involucrarse mucho con ellos, prefería mil veces la compañía del japonés.

–Dios, al fin se terminó esta mierda. –dijo Luary al salir de su clase.

Takashi sólo soltó una pequeña risita, pero la sonrisa desapareció de su rostro cuando Feryel se acercó.

–Hey, Lu. Hola.

–Hi.

Feryel Forcas, el chico más brillante de la carrera, no sólo era un nerd, era el mejor nerd de todos. Luary solía considerarlo su competencia en estudios, hasta que se dio cuenta que no podía competir.

–Con los chicos iremos a jugar billar, ¿quieres venir? –dijo él.

Luary miró a su mejor amigo en busca de alguna señal que indique que no, pero sólo encontró una sonrisa burlona.

–Amm... no, gracias. Tenemos cosas que hacer. Tal vez mañana.

–Ah, que mal. ¿Segura? Iremos a comer después.

–Ya me comprometí con la mamá de Take, lo siento.

–Bueno, nos vemos.

El muchacho se alejó mientras Takashi luchaba por contener la risa.

–Era que vayas con tus amiguitos. –dijo burlón.

–Cállate. No te invitó a ti también, así que... que se joda. –rieron.

–Qué mal, por él.

–¿Por qué?

Takashi sonrió pícaro, sabía mejor que nadie lo que Feryel sentía, todos lo sabían, excepto Lu.

La vida universitaria de ambos se reducía a eso, clases, fingir socializar, estudiar, y tratar de rendir bien los exámenes. Tenían suerte de tenerse el uno al otro, o ambos habrían terminado muy mal.

Llegando a casa la vida era diferente, ella se refugiaba en la música, él en las telas y dibujos. A menudo, mientras ella tocaba el violín, él diseñaba o confeccionaba algo, lo que sea que se le cruzara por la mente. Luary sólo practicaba en la casa de Takashi, no se sentía cómoda haciéndolo en casa de sus padres. Durante esos momentos, ambos eran tremendamente felices, pero sabían que era un placebo, una mentira que duraba poco. El sueño de dedicarse a eso estaba tan lejos como su felicidad siendo economistas.

–¿Quieres una gomita? –le ofreció Takashi.

–Uy, gomitas. –Dijo ella dejando de tocar.

Takashi dejó de trabajar y revisó su teléfono. Encontró en Facebook el anuncio de las audiciones para ingresar al Instituto de Arte Merak.

–Es la siguiente semana... –murmuró. –Las audiciones.

Luary comprendió de inmediato, esa palabra le causaba escalofríos. Aunque estuvieron preparándose para esas audiciones desde hacía meses, ambos tenían miedo.

–¿Ya le dijiste a tu mamá? –preguntó Takashi, ella negó.

–Igual... se decepcionarían si se enteraran. –se refirió también a la madre de Takashi. –Mejor nos decepcionamos nosotros si Merak no nos acepta. –Sonrieron con complicidad y miedo.

El Instituto Merak, el famoso Instituto de Arte de la Isla, un lugar al que sólo podías entrar si tenías talento, o potencial. Cada año se hacían audiciones para permitir el ingreso de nuevos estudiantes, algunos eran becados, otros no y tenían que pagar la costosa matrícula. A menudo los que ingresaban sin beca no asistían a clases, porque no podían pagarlo, así que el consejo de maestros decidió ofrecer becas a los estudiantes ya inscritos en el instituto, para fomentar la asistencia a los que pasan las audiciones.

La única forma para que Luary y Takashi tuvieran una oportunidad en este lugar, era obteniendo una beca. Así que el día de inscripciones se aseguraron de especificarlo en los comentarios que debían llenar.

Ambos faltaron a clases ese día. Les divirtió faltar, se sintieron rebeldes. Al se sentaron en un salón junto a los otros postulantes para llenar el formulario, eran muchos más de lo que Takashi esperaba.

El japonés miró a su alrededor, y se sintió inseguro, pensó que seguramente todos ellos eran mucho más talentosos que él. Su mirada se posó en un chico pelirrojo que estaba sentado a pocos metros frente a él, el pelirrojo no llenaba el formulario, sino que le ayudaba a su amigo a hacerlo. Se lo veía muy enérgico. Sonrió al pensar que se parecía un poco a Lu, entonces el chico levantó la cabeza y su mirada se cruzó con la de Takashi. Se puso nervioso y regresó su mirada a su celular. El pelirrojo sonrió y también regresó a lo suyo.

Mientras salían del lugar, Luary y Takashi revisaron sus teléfonos para ver si podían alcanzar a clases. Se detuvieron en las gradas que quedaban a la entrada del instituto, parecía que no alcanzarían. En eso estaban cuando dos chicas se acercaron.

–Disculpa. –dijo una de ellas. Takashi y Luary levantaron la mirada.

–¿Sí? –respondió él.

–Me preguntaba si... ¿podrías darme tu número?

Luary dejó de mirarlas, tomó la mano de Takashi y entrelazó sus dedos, él al sentir el contacto, bajó la mirada hacia su mano y al ver a Lu volteo sonriendo.

–Perdona. –respondió Takashi. –No puedo.

Ambas chicas se retiraron a la mayor velocidad a la que pudieron.

–Ya puedes soltarme, Lu.

–No hasta que digas "gracias".

–Gracias. –dijo él con voz graciosa y Lu lo soltó entre risas.

Los estudiantes fueron registrados exitosamente en el servidor del Instituto. En unos días, el lugar sería una cueva de locos desesperados por tener una oportunidad. 

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