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Nayeon siempre se mantuvo positiva, siempre tenía una sonrisa para dar y siempre podía hacer sentir a todos como en su casa con un simple abrazo, en su pecho, resguardada en sus brazos, Mina encontró lo que sentía como hogar.

No se iba a dejar romper frente a Nayeon, ella no iba a ver qué tanto le afectaba situación, por eso lloraba a solas, y se preparaba para cuando se encontraba con ella, con su mejor sonrisa, con un ramo de flores, con unos chocolates, o solo con un montón de besos y mimos a su chica bonita.

Nayeon le enseñó a tejer y pasaba la tarde con ella, haciendo gorros y bufandas a veces, cuando se aburría mucho, y la menor siempre la felicitaba cuando uno salía más que bien.

Pasaron días y semanas le siguieron, y Mina despertaba cada mañana pensando que quizás sería el último, quizás se había acabado, quizás estaba sola de nuevo.

Pero Nayeon siempre contestaba sus mensajes, y siempre la invitaba a pasarla con ella.

No se atrevió nunca a preguntar cuánto tiempo quedaba, aunque dudaba que la misma Nayeon lo supiera.

Cuando pasó poco más de un mes de lo que supuestamente era "su final", pero no había tenido más síntomas, no se había sentido peor, fue cuando ambas dudaron.

Si, su cuerpo dolía, por las mañanas solía tener fiebre, y estaba agotada y seguía igual de pálida, cada tanto su nariz sangraba, pero se suponía que a esa altura debía estar mucho peor sin la presencia de su quimioterapia, ni ningún medicamento muy fuerte, nada más que unas pastillas comunes y corrientes para sus dolores de cabeza o miorrelajantes para sus problemas de sueño o sus dolores musculares.

Así que fue hacia el hospital una vez más, acompañada de su novia, para ver a su doctor, quién no disimuló bien su sorpresa de aún verla allí.

— Si usted quiere probar con la quimioterapia de nuevo, no tengo ninguna objeción, señorita Im— dijo el hombre—. Haremos los exámenes correspondientes de nuevo y le recetaremos lo que necesite.

>> Al final, nunca se sabe con estos casos, es genial que siga bien, la felicito.

Junto con eso, toda la semana estuvo llena de pruebas, llena de máquinas raras, agujas, muestras de sangre y de orina, y la pequeña Nayeon estaba más que nerviosa, moviendo su pierna de forma incesante, estaban esperando en una habitación a los resultados de las últimas pruebas, las que darían el pie a intentarlo todo una vez más.

— Hey, mi nena bonita— Mina se acercó a ella, tomando sus mejillas, haciendo que los ojos de bambi de la menor la miraran.

Mina se había recuperado perfectamente, su cabello había vuelto a crecer, aún estaba bastante corto, de color negro azabache, igual a sus profundos ojitos amables, el rubor siempre estaba presente en sus mejillas y en su pequeña nariz, haciéndolo ver sencillamente hermosa.

— Tú eres bonita— dijo Nayeon, sonriendo—. Y te amo mucho.

— Ya bebé, guárdate lo sentimental para la boda.

— Mina... — Nayeon negó, para que no dijera cosas así.

— Bebé— acercó sus rostros y frotó sus narices levemente—. Eres una guerrera, más de lo que crees, más de lo que ves... Eres fuerte y ni siquiera te das cuenta, estás teniendo otra oportunidad, amor.

— Mina, no quiero hablar de-

— Pues qué mal— lo interrumpió—. Debes saberlo, Nayeon, puedes lograrlo, yo creo en ti, eres mejor y mucho más que todo esto, y dentro tuyo lo sabes, por eso sigues peleando, aunque creas que estás rendido, por dentro sigues, porque no estás cansada aún, porque sabes que puedes seguir... Eres un orgullo para mí.

Los ojitos de Nayeon la miraron con lágrimas, y Mina prosiguió a besar su rostro, sus lindas mejillas, su naricita, sus lágrimas para borrarlas con besos.

— ¿Crees que haya una cura que pueda servirme? — murmuró Nayeon, había confiado en unos medicamentos más fuertes y no le habían hecho nada bueno, ya tenía desconfianza.

— Tonta, tienes la cura aquí al frente— dijo Mina y le dió un ligero cabezazo que hizo a la menor apartarse.

— ¿Tú? — Nayeon sonrió como si fuera una broma más de su novia.

— El amor, Nayeon, el amor es la cura de todos los males, y te va a sacar de esto también, porque te amo de verdad y no me quedaré de brazos cruzados— dijo, y dejó un pequeño beso en los labios de su novia.

Nayeon estaba ruborizada y jugaba con sus dedos, Mina tomó sus manos y las sostuvo como si fueran el mayor tesoro del universo.

— ¿Sabes quien me enseñó eso? — preguntó la mayor—. Una chica bonita que me dijo que tenía un gorro de tapa de botella y que me donó amor para que yo viviera.

Nayeon sonrió con algo de vergüenza.

— Y ahora te donaré yo para que salgas de esta conmigo, nena. — finalizó dejando un beso en la nariz de botón de su novia.

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