24.

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Jimin les había hablado a los demás de las visiones que había tenido en el templo, y todo el mundo creía que había sido él quien las había tenido porque su sangre había sido la primera en mezclarse con la lluvia que había desencadenado Anya. 

Hoseok se había transportado al palacio y no había regresado. 

Taehyung había intentando ponerse en contacto con YoonGi varias veces, sin obtener respuesta, y finalmente había llamado a SeokJin, que lo había informado de que el guerrero se había ido a bailar. 

¿A bailar? 

Aquello no era normal en el sombrío YoonGi, pensó Jimin, y se preguntó si Danika no tendría algo que ver. 

¿Cómo respondería YoonGi cuando supiera que su mujer iba a desempeñar un papel esencial en la búsqueda de la caja de Pandora? 

Mientras recorría su dormitorio temporal, Jimin se pasó una mano por el pelo. Los demás estaban ocupándose de vigilar la casa que habían alquilado. Él debería estar ayudando; sin embargo, sus amigos se habían dado cuenta de que no estaba atendiendo debidamente a los monitores, y lo habían echado. Él había salido del salón sin rechistar, contento por poder tener un poco de tiempo para sí mismo. Tenía la mente sumida en el caos. No podía dejar de pensar en qué pasaría si... 

¿Qué pasaría si Serena pudiera volver? 

¿Y si sólo tenía que pedírselo a los dioses? 

Desde que los Titanes habían escapado del Tártaro y habían derrocado a los Griegos, no habían hecho otra cosa que causarles tristeza a sus amigos y a él. 

Le habían ordenado a Jackson que asesinara a las humanas, y como el guerrero se había negado, lo habían condenado a enloquecer de sed de sangre. 

Los Titanes también habían perseguido a Anya, y la habían marcado para la muerte. Y habían permitido que muriera Serena. 

«No. Tú permitiste que muriera». 

No podía negarlo, pero odiaba recordarlo. 

Seguramente, los nuevos dioses no tenían en cuenta el bienestar de los guerreros más que sus predecesores, pero al contrario que los altivos Griegos, los Titanes deseaban la adoración de los demás. Y Jimin podía dársela, por un precio. 

Con el corazón acelerado de nerviosismo y ansiedad. se puso de rodillas. La alfombra le raspó las rodillas desnudas. Se había quitado toda la ropa, porque no quería que nada pudiera ofender a los quisquillosos Titanes. 

Si alguno de ellos se le aparecía y Jimin lo ofendía en algo, lo castigaría. Podrían enviarlo al infierno, o matarlo, u ordenarle que hiciera algo que no quisiera. 

—Merece la pena correr el riesgo...— se dijo. 

Tomó una daga con la mano derecha, y la apretó tanto que se le quedaron blancos los nudillos.

 «Ahora o nunca». 

Elevó el cuchillo tanto como pudo. La luz de la vela de la mesilla arrancó destellos al metal plateado. 

¿A quién debía llamar? 

¿A Cronos, el rey guerrero? 

Cronos entendería el poder y lo respetaría. Sin embargo, parecía que odiaba a los Señores, y él había sido quien había ordenado la muerte de Anya. 

¿A Rea, la esposa de Cronos? 

Jimin no sabía nada sobre ella. 

¿A Gea, la madre de la Tierra? 

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Quizás ella se mostrara más comprensiva hacia su difícil situación. 

¿A Océano, el dios del mar? 

¿A Tetis, que amaba a Océano? 

¿A Mnemósine, la diosa de la memoria? 

¿A Hiperión, dios de la luz y padre del sol? 

¿A Temis, la diosa de la justicia? 

No. Temis estaba en prisión, según había mencionado Anya. La diosa había ayudado a los Griegos a derrotar a los Titanes tiempo atrás. En cuanto había recuperado el trono, Cronos la había encerrado. 

¿A quién podía acercarse?

Estaba Febe, la diosa de la luna. Atlas, que una vez había sostenido todo el peso del mundo sobre la espalda. Epimeteo, el que reflexionaba tarde; se decía que era el más tonto de todos los dioses. 

Prometeo, el dios de la previsión. Aquél era un dios que entendía bien el tormento eterno. Había pasado miles de años soportando que un águila comiera su hígado todos los días, y que durante la noche le creciera otra vez para que su tortura pudiera comenzar al amanecer nuevamente. 

La mitología era engañosa. Los humanos conocían fragmentos de realidad entremezclados con mentiras. 

Jimin, que había sido expulsado del Olimpo miles de años atrás, ya no sabía qué creer. No sabía quién era el más fuerte, quién era amado ni quién era odiado. Si llamaba al dios equivoca, si llamaba a un enemigo... 

Quizás fuera sabio llamar a una diosa, porque casi nadie podía resistirse al demonio de Promiscuidad. Pero, si intentaba seducir a la esposa de un dios... 

Anya le había dicho que Kang se había acostado con Hera. y que como castigo, Zeus lo había privado de la capacidad de transportarse a sí mismo y de transportar a los demás. De ese modo, Kang no podría escapar nunca más de un dormitorio en el que no debiera estar. Tendría que quedarse y enfrentare al marido encolerizado. 

Por lo tanto, nada de diosas. 

Suspiró y pensó en Cronos. Aquel dios era el más enigmático de todos. Era duro y amargado. Sin embargo, había resucitado a Hoseok recientemente, y ésa era la habilidad que Jimin necesitaba. 

Si el templo no estuviera lleno de humanos, habría vuelto y habría llevado a cabo el ritual allí mismo. Tal y como estaban las cosas, tendría que conformarse con esa habitación. 

Cerró los ojos y murmuró:

—Cronos, rey de los dioses, yo te convoco. 

Pasaron varios segundos y no sucedió nada. Jimin no esperaba que el dios apareciera al instante. Sabía que tendría que ofrecer un sacrificio para tentar a una entidad así a que apareciera. Así que bajó el brazo lentamente, y se hizo un corte con la punta del cuchillo en el pecho. La carne se abrió centímetro a centímetro, y la sangre brotó, caliente, derramándosele por el abdomen. 

Sin embargo, tampoco obtuvo resultado. 

—Rey de los dioses, te ruego que me escuches... 

La sangre continuó fluyendo... Fluyendo... 

Jimin había colocado un vaso de agua en el suelo. Era agua de la lluvia de Anya, las lágrimas de la tierra. Jimin mojó una mano en el vaso y mezcló su sangre con el agua de lluvia. 

—Te ruego que me permitas verte. Esperaré humildemente de rodillas. Esperaré eternamente si lo deseas. 

—¿De verdad?— preguntó una voz, en tono irónico y algo enfadado. 

3. Placer Oscuro // Min YoonGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora