𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟑

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Esa noche, después del trabajo, no podía dormir. Por mucho que intentara quedarme dormido, mis pensamientos no dejaban de vagar hacia JungKook, que me observaba desde su mesa en el club.

Pero no mientras bailaba.

¿Por qué no había querido verme bailar?

¿Por qué había venido?

¿Para burlarse de mí?

Tal vez distraerme había sido su plan todo el tiempo. Se había ido después de mi accidente con el ron y la cola, después de todo. Me había duchado, pero pensé que aún podía oler el licor en mi piel. El olor no me gustaba.

Gimiendo, me levanté y me rocié con la colonia más decadente que tenía. Ya está. Eso estaba mucho mejor. No es que importara, porque mi pequeño petauro era el único que me hacía compañía esta noche, e incluso Gukmul prefería holgazanear en su cama antes de volar o jugar entre mis manos estos días. El pobrecito también sintió el calor.

Mirando el aire acondicionado roto, me abaniqué. Tenía calor por todas las razones equivocadas.

¿Cuánto más miserable podía ser mi noche?

Mi pregunta fue respondida cuando me dejé caer de nuevo en la cama y el colchón crujió.

1...

2...

Otra vez los malditos ladridos. ¿Acaso ese perro tenía súper-oído o era el diablo que se sentaba en su hombro y le susurraba?

Estaba a punto de enterrar la cabeza bajo la almohada cuando el perro se calló.

Debería haberme alegrado, pero ahora se oía un sonido diferente procedente del apartamento contiguo al mío. Una canción optimista sobre alguien que trabaja duro por su dinero.

Oh, por el amor de Dios.

Salí de mi apartamento y golpeé la puerta de JungKook. Ya estaba harto de que intentará humillarme. Llevaba su saco de pulgas ladrador en brazos cuando abrió la puerta. Intentó zafarse de su agarre y saltar hacia mí.

—Cálmate, cariño. Sólo es Jin. No hay razón para excitarse.

¿No hay razón para excitarse?

¿Así era como me veía ahora?

Entorné los ojos hacia JungKook.

—¡Haz que se detenga!

—La hice parar. Le gusta mucho esa canción.

Sí, claro. Como si esa fuera la razón por la que la había cantado. Agité mi mano como una reina dando una orden.

—Encuentra otra forma de hacerla parar.

—¿Esperas que le pegue la boca?

—No, sólo... ¡haz algo!

JungKook me estudió con una expresión de desconcierto, rascando a su perra detrás de las orejas mientras la música seguía sonando de fondo.

—Sólo está asustada porque no te conoce. —me miró un momento más antes de tenderme la perra como si esperara que la cogiera. Petunia me miró como si estuviera tan sorprendida como yo por este giro de los acontecimientos.

Me puse una mano en el pecho.

—Oh, no soy una persona de mascotas.

—¿No solías tener un petauro de azúcar?

𝐇𝐎𝐓 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑Where stories live. Discover now