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Lavanda

La lavanda representa la frescura, pureza, silencio, calma y el amor a primera vista. El significado al regalar esta flor a un ser querido es que deseamos transmitir un mensaje de calma y tranquilidad.

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Siglo XIX

El sonido de la locomotora y la bulla de la gente saliendo de los vagones se extendía hasta afuera de la estación. La gente estaba desesperada por que pasara el tren para poder llegar con prisa a su destino.

Mientras que en el exterior, gente de todo tipo pasaba por las entradas a la estación, desde el más refinado catrín, hasta aquel que tenía la ropa parchada podía ser vista ante los ojos de aquel chico, que diariamente se paraba fuera del establecimiento para vender sus ramos de flores con empeño.

Era fácil de reconocerle, ya que era uno de los chicos más apuestos que alguien podría admirar, sus ojos negros cual carbón, siempre destellaban unos preciosos luceros, aunque su sombrero lo cubriera del brillo del sol, el cual había vuelto su piel morena.

Sus ropas a pesar de ser humildes, estaban impecables y bien cuidadas, con un singular y tenue olor a claveles. Dichos claveles eran anunciados con entusiasmo al público que pasaba, especialmente a aquellas parejas que iban pegados.

-Bella dama, se merece una flor de parte de su caballero, ¿no cree?

Era la frase que más salía de su boca para que le compraran, aunque muchas veces le regateaban por sus altos costos.

Sus flores eran populares con los habituales usuarios del tren, ya que sus colores no eran muy comunes para una flor en ese entonces.

El día iba como cualquier otro, Quackity se recargaba aburrido y fatigado sobre la esquina de uno de los pilares de la cerca de la estación mientras ofrecía sus flores.

Prontamente observó a un jóven, cuyo traje era un poco diferente al de las demás personas, ya que lucía más como un general, aunque llevaba unas maletas grandes consigo.

Rápidamente el chico se acercó a dicho sujeto para ofrecerle sus flores con entusiasmo, manipulandolo un poco con sus palabras para que así le comprara.

-Caballero, usted luce como alguien que lo vez de dar las flores, las recibe ¿apoco no?- Quackity le acercó el ramo para que observara mejor sus flores.

El chico de cabello castaño se quedó perplejo ante el comentario del contrario; levantó una de sus cejas y frunció el ceño, ya que estaba confundido.

-Qué es esto... ¡Nunca me habían recibido con flores antes!

Aquel caballero miró con una sonrisa cálida al menor mientras tomaba el ramo de flores, rozando ligeramente las manos de Quackity, provocando que sus mejillas se pintaran tenuemente de rojo.

-Ora, señor no se confunda, yo le digo que me compre unas flores, no se las estoy regalando.

-Oh vaya.- Soltó una pequeña risa -Fue muy torpe de mi parte, es la primera vez que visito México y no sé qué tan parecido sea a España-

Entonces, los ojos de Quackity se iluminaron por completo. -Lo hubiera dicho antes don, tenga le regalo dos flores pa' que vea-

El menor sacó dos claveles azules del ramo y se las entregó. El castaño las tomó gustoso por el gesto.

Ambos se miraron por unos minutos, aquellos que se volvieron eternos, momento que fue interrumpido por una mano que se posó sobre el hombro del castaño, perdiendo la atención de los ojos de Quackity y regresandolo al momento.

-Pero bueno Luzu, deja de bobear con el pobre vendedor, que llevamos prisa.

-Ya Willy, te sigo- el chico movió su mano, despidiéndose del chico y moviendo sus maletas.

Quackity bajo el ramo de claveles que tenía en las manos y miró a aquellos hombres partir, no sabía lo que había pasado, juraba que los españoles eran los extraños, más su corazón se había exaltado por aquella corta interacción.

•••

Luzu había viajado durante largos días, en barco y en tren para poder llegar a México a reclamar unas tierras y una casa que con esfuerzo había comprado (y un poco de ayuda de Willy, ya que alguna vez fue su casa).

Mientras viajaba en el tren, miraba hacía afuera con nostalgia, recordando su hogar.

Si bien, él era un chico espléndido y con dinero, el amor era una de sus más grandes problemáticas, pues se culpaba a sí mismo por no poder amar a una doncella así como el resto de sus amigos y camaradas.

Hace ya un par de años que se había resignado, pero como mejor le había nombrado, "curado" de aquel sentimiento por uno de sus mejores amigos. Y aunque esa persona, junto a sus amistades, le perdonaran y ocultaran su padecimiento, ellos no comprendían que eso, definitivamente no tenía cara de ser una enfermedad.

Es por eso mismo que Luzu viajó lejos, para poder encontrar una cura a su malestar y sobre todo para no volver a mirar atrás.

Grande fue su sorpresa, al darse cuenta que después de ese encuentro con el modesto chico, nuevamente su corazón sería movido con estruendo por aquella inocente sonrisa.

El enamorarse es un sentimiento que no se puede detener por voluntad propia y eso era algo que hasta el más tonto sabía.

Pero igualmente, no le tomaría mucha importancia, ya que no sabía cuando sería que volvería a ver los ojos saltones y vivaces de aquel muchacho. ¿Cierto?

-Luzu, has estado muy distraído, ni siquiera has dicho nada de la casa, recuerda para que estamos aquí.

Exclamó Willy, quién estaba de brazos cruzados, observando al castaño con una ligera muestra de preocupación en su rostro.

La estima de sus amigos era la principal razón del porqué seguía con vida, puesto que si sus amigos no hubiesen abogado e implorando por él, aquel hombre no lo hubiera perdonado y seguramente su cuerpo y alma estarían condenados a vagar en pena por las calles de la fría ciudad por la eternidad.

-Willy, todo será diferente, no hay de qué preocuparse- decía mientras abría las ventanas del cuarto y miraba hacía el patio de la casona, dejando que la brisa moviera las cortinas y despeinara su cabello de manera gentil.

-Espero que así sea, recuerda que te libraste de la policía pero no de las miradas juzgonas de la gente.

-Amigo mío, esto es México, la gente no me conoce.

-En México o en España, ¿seguirás estando enfermo Luzu?

Ese último comentario captó la atención del castaño, que volteó para verlo. Su corazón comenzó a acelerarse ligeramente, mientras posaba su mano sobre su pecho con una sonrisa.

Mientras que Willy lo miraba con una de sus cejas arqueadas.

-Solo toma tus pastillas y verás que mejoras más pronto de lo que piensas.

-Claro Wilfred. Como sí unas pastillas de mierda pudieran detener aquellos sentimientos que alguna vez me hicieron mal...

El mayor suspiró pesado y le hizo una seña a Luzu para que lo siguiera. El contrario se acomodó su corbata y lo siguió.

Serían días largos en México, nada estaba escrito y eso era lo que más temía Luzu.

El chico de las flores azules || Luckity AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora