31. Frutas del Sueño.

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—¿Las cloacas? —Harin miró las escaleras de mano que lo llevarían al fondo de la ciudad.

—Aquí acaba el rastro —Kanghyun formó una mueca, como siguieran así todo estaría perdido.

Debían apresurarse porque el tiempo parecía acabarse, aunque la noticia de los Omegas desaparecidos ya no fuera tan importante como lo fue en su momento, aún no encontraban respuestas, solo se encontraron con un entramado mucho más confuso de lo que en un inicio se imaginaron.

Desde vueltas por toda su país, solo en un círculo casi perfecto, encontrando papales de más Omegas de bajos recursos. Muchos de ellos que provenían de la zona carroñera, tal vez por eso la atención había disminuido.

Ya no era de interés público, la gente ya sabía que los principales estaban muertos y eso fue suficiente, sin embargo debían seguir escarbando.

Aunque había algo extraño.

La situación con los Omegas se hacía cada vez más confusa, desde los pequeños pasajes que parecían conectar toda la ciudad, hasta los grandes acertijos que se habían encontrado escritos en las paredes.

Las velas los condujeron a un espacio estrecho, tuvieron que agacharse para poder pasar por el pasillo, que cada vez parecía más bajo, el crujir de las rocas debajo de sus pies los mantenía alertas sabiendo que en cualquier momento podrían caer.

—¿Qué es esto? —Kanghyun mostró una mueca al ver un papel pegado, estaba rasgado y húmedo por lo que no era comprensible.

Aún así pudieron saber que era algo malo, muy malo.

La sensación de asco regreso a su cuerpo, todo estaba mal en estos momentos, se sentía tan claustrofóbico. Asfixiándose por falta de oxígeno, se bajaron las mascarillas para poder agarrar el aire que faltaba en sus pulmones, aun así sentían que alguien más estaba robando su fuente de vida, había algo más grande en ese momento, el goteo los hizo sentir frío, la cueva estaba hundiéndose, los huesos que encontraron ahí húmedos, como si alguien los hubiera lamido, Yonghoon se agachó tratando de extraer las pruebas.

—No les recomendaría hacer eso —la voz de alguien los hizo estremecerse— si quitan algo, todo puede caer.

En efecto, habían cavado demasiado mal los que construyeron ese túnel tan estrecho y asfixiante, poniendo apenas un soporte para evitar derrumbes, uno de ellos parecía el cuerpo de aquellos que mataron.

—Ya lo intente —se acomodo su máscara manchada de carmín.

—Eres de esos —Dongmyeong había escuchado a su hermano hablar de sus némesis.

—Supongo... —ladeo la cabeza mirando como escapar si algo salía mal, trazando un mapa— debo admitir que hicieron un buen trabajo, guiándome hasta aquí, ahora podré derrumbarlos sin ningún problema —se burlo de la mirada asustada de los oficiales de policía.

Había vuelto, seguro de querer atormentar a Oneus y si era necesario atacar a sus amigos lo haría, había descubierto todo.

Al final lo que intentaba salvar se destruía..

Pero ahora quería intentar salvarlo.

—Ahora, buena gente —la diversión en su voz causó un escalofrío— conozco los alrededores mejor que ustedes así que será mejor que tengan cuidado porque un paso en falso y quedarán enterrados como todos los Omegas.

Era malvado, al menos así lo veían algunos, todos diciendo que se quejaba por nada, que era demasiado sensible, lo que no debería hacer, lo hacía, siempre parecía tomar malas decisiones, lo que quería salvar al final terminaba por matarlo.

1-1-8: LuminiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora