Resist 4.

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Tenía los brazos por encima de su cabeza, las manos aseguradas a ambos lados del marco de la puerta.

Me cortó la respiración.

Verlo cara a cara me hizo olvidar todo lo demás. Madoc, sus revelaciones... ¡mierda! ¿De qué demonios estábamos él y yo hablando?

No podía recordar.

Incluso con mi resentimiento hacia Justin, no podía apartar la vista de la forma en que los músculos de su pecho suave se estiraban con sus brazos. Mi cuerpo reaccionó involuntariamente mientras el calor se reunía debajo de mi vientre y el vapor se trasladaba hasta mi cuello. Había estado en Francia durante un año, y volver a verlo de cerca hacía que mi estómago diera una voltereta doble.

Su cabello castaño oscuro y sus ojos parecían hacer que su piel brillara. Las severas cejas rectas realzaban su presencia intimidatoria. Mirarlo debería ser un deporte. El primero que apartara sus ojos de él, ganaría.

Estaba de pie medio desnudo, vistiendo sólo un par de pantalones negros con una cadena de una cartera colgando de su bolsillo. Su piel estaba bronceada y su cabello descaradamente revuelto. Sus dos tatuajes resplandecían, uno en el antebrazo y otro en el costado de su torso. Su bóxer a cuadros azules y blancos se asomaban por la parte superior de sus pantalones, que colgaba suelto por el cinturón desabrochado alrededor de su cintura.

Desabrochado. Cerré los ojos.

Las lágrimas ardían detrás de mis párpados, y la magnitud de sus obras llegó de golpe. Ver a esta persona que me odiaba lo suficiente como para hacerme daño día tras día me hizo doler el corazón.

Él no tomará mi último año, me comprometí conmigo misma.

Parpadeé las lágrimas no derramadas, mi respiración se ralentizó. Sobrevivir es la mejor venganza, diría mi madre.

Bajo un brazo, vi a Sam asomándose, luciendo cómicamente como Dobby encogiéndose detrás de Lucius Malfoy. Bajo el otro brazo, una sexy morena ―cuyo nombre asumí que era Piper― se abrió paso, luciendo como el gato que acababa de comerse al canario. La reconocí vagamente de la escuela. Llevaba un vestido sin tirantes rojo ajustado a la piel con aterradores zapatos negros de tacón. A pesar de los quince centímetros añadidos a su altura, aún le llegaba por debajo de la barbilla a Justin. Era bonita de una forma... bueno, en todos los sentidos, supongo.

Justin, por otro lado, podría haber estado a punto de comerse un bebé vivo con el ceño fruncido que llevaba. Sin hacer contacto visual conmigo, dejó en claro que él le habló a Madoc y no estaba siendo considerada.

Me metí antes de que Madoc abriera la boca.

―"Ella" quería unas breves palabras contigo.

Crucé los brazos sobre mi pecho y dejé caer mi mirada, tratando de parecer más dura de lo que era. Justin hizo lo mismo, y mientras sus labios estaban quietos, sus ojos estaban entretenidos.

―Que sea rápido. Tengo invitados ―ordenó.

Entró en la habitación y tomó posición al otro lado de la mesa de billar. Madoc y Sam tomaron la señal y se arrastraron de nuevo hacia la cocina. Capté a Madoc por el rabillo de mi ojo, golpeando con fuerza a Sam en la cabeza.

El control que estaba tratando desesperadamente de mantener amenazaba con romperse. Después de la epifanía provocada por la confesión de Madoc, odiaba a Justin más que nunca. Era difícil mirarlo.

―Tengo. Invitados ―repitió Justin, clavándome con una mirada molesta.

―Sí, puedo verlo. ―Miré alrededor de él a la puerta donde la morena seguía en pie―. Puedes volver a servirlos en un minuto.

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