3. PERDERLO TODO

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—¿Te la trajo el judío?

Leo y Johannes estaban metidos en la cabina bajo cubierta. Se sentaron frente a frente, sobre unos colchones altos.

—Ajá —respondió Johannes, mientras sacaba de sus zapatos unos carrizos de plástico rellenos de polvo blanco.

—No me gusta su cara —sentenció Leo.

Johannes le dio a Leo unos cuantos carrizos y una tijerita que también llevaba escondida, esta vez en la media.

—¿No te parece lindo el chico? —preguntó, burlón.

Leo se molestó.

—No me vengas con tus cuecadas. ¿De verdad fue él quien trajo el perico?

—Qué lengua la tuya... no pareces hijo de tu viejo— dijo riendo Johannes. —Sí, la trajo Benny. Y, para tu información, es cocaína de la buena, no es cualquier perico callejero de esos que tú consigues.

Leo cortó la punta de uno de los carrizos con la tijerita.

—Mira esta precisión —dijo Leo mientras inhalaba todo el polvo que contenía el carrizo de un solo golpe. Se apretó la nariz con los dedos, tragó saliva y sentenció:

—Está buena. Tengo anestesiada toda la faringe. ¿Sabes con quién hace negocios el israelita?

Se le vino a la mente un personaje retratado por una serie de HBO: Meyer Lansky, el socio judío del mafioso ítalo-americano Charles "Lucky" Luciano.

Johannes le pidió silencio con los dedos.

—Negocia con la misma gente que nosotros, hermano —respondió Johannes con tono de sermón. —Y ahora, fin de la conversación. No sé si alguien me puso un micrófono aquí dentro.

Leo lo miró, extrañado.

—¿Tú no le vas a meter?

—No, hermano, me doy abasto con la hierba.

●●●

Alicia escuchaba a Benny con atención.

—Me gradué en la Universidad de Columbia en su sede de Santiago de Chile. Luego, cursé estudios de cinematografía en Camera Obscura, una escuela de arte en Tel Aviv.

—Yo obtuve una beca para estudiar actuación en Nueva York —agregó Alicia. —Conseguí entrar a Stella Adler.

—¿Y eso qué es?

—Una prestigiosa academia de teatro. Ahí estudiaron Salma Hayek y Melanie Griffith. «Pero yo no soy Hayek, ni tampoco Griffith» —pensó Alicia—. Tanto prestigio para acabar trabajando en un programa desalmado, sin audiencia y en un canal que se caía a pedazos.

Benny hizo un gesto de no tener idea de quiénes estaba hablando.

—¿Te suenan Benicio del Toro o Marlon Brando? —preguntó Alicia.

—¡Ahhh, bueno! —exclamó Benny con los ojos brillando como si hubiera visto materializarse a los dos actores frente a él.

—«Le haré una propuesta que no podrá rechazar» —dijo, imitando un acento italiano ridículo.

Ambos rieron, aunque por dentro, Alicia lamentó que el abusador de Marlon Brando siguiera siendo un ícono de la cultura popular, y dentro de esa misma dicotomía, experimentó lo que no había sentido desde la primera noche que habló con Leo: un peligroso atisbo de enamoramiento.

Leo y AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora