—He escuchado tu súplica, querida y ni yo ni los demás hemos podido mirar hacia otro lado – la diosa levantó su mano joven y blanquecina, cuan doncella, y la pasó por la cara desgastada pero hermosa de Andrómaca, borrando el rastro de lágrimas – no solo vengo a socorrer a los héroes, también hay heroínas que merecen todo mi respeto.
-¿Por qué no acudiste en ayuda de Casandra? —Andrómaca miró a la diosa con ira, provocando que Atenea la mirara entristecida—. ¿Por qué no la defendiste? Podrías haber parado a tu guerrero, o haber cerrado el tempo o incluso pedirle a tu padre que lanzara un rayo de advertencia. —Andrómaca no bajó la vista ni un segundo—. Sin embargo, la gran diosa justa, venerable guerrera que lucha por los inocentes y que protege a los débiles, se quedó impasible, mientras un gran guerrero, su protegido, se aprovechaba de la inocencia de una muchacha. ¿Fuimos malditos por los dioses a causa de una prueba hecha por mi cuñado? ¿Miles de vidas por no conseguir una simple manzana?
-No, el destino de Troya estaba escrito, los aqueos ganarían la batalla, pero no con la brutalidad desmesurada que mostraron. —Andrómaca la miró extrañada. No conocía otra forma de guerra, la brutalidad estaba implícita en el campo de batalla—. Me has peguntado por qué no pude socorrer a tu hermana —continuó la diosa— porque simplemente, el destino no me dejó. Ella, siendo maldecida por Apolo, debía pasar por aquellos males, debía sufrir por haber creído que era más poderosa que un dios. Lo que no estaba escrito es que mancillaran mi templo y que pasaran por alto la protección que se brinda en un lugar sagrado —los ojos de Atenea se encendieron, como si de ellos se desprendiera un fuego azulado.
—Sala de autopsias ¿en qué puedo ayudarle? —descolgó Mūsū el teléfono de la sala de autopsias mientras acababa de recoger los pocos utensilios que había utilizado ese día.
—Hola Mūsū, soy Higurashi. —El forense recordó a la mujer menuda que venía como compañera de Ranma y Akane—. Me gustaría saber si tienes alguna coincidencia con la sangre que encontré en la verja.
—¡Ah! Sí. —El médico se dirigió a la mesa y buscó entre los documentos los análisis que había hecho de las pruebas del caso de Plaza—. Por desgracia la muestra se contaminó y no he podido sacar un resultado concluyente —escuchó un suspiro de resignación por el auricular—, pero quería hablar con vosotros, he hecho un segundo examen al cadáver y parece que hay nuevos datos que me gustaría comentar ¿Cuándo podrías acercarte a la morgue? —notó algo a su espalda, pero no vio a nadie.
—¿De aquí a un par de horas? —preguntó Kagome.
—Bien, esperaré aquí —se despidió de ella y colgó el teléfono.
Mūsū cogió los documentos y los guardó en una caja cerca del fregadero. Sabía que no era el mejor lugar, pero así él nunca se olvidada de organizar los papeles antes de irse. Se fue hacia el cadáver y lo tapó con una sábana, para luego introducirlo en el refrigerador. Por segunda vez escuchó un ruido a su espalda, esta vez demasiado claro para poder dejarlo pasar.
—¿Hay alguien ahí? —Mūsū vio una sombra que salía de detrás de un armario, una sombra con algo metálico. El forense suspiró y levantó las manos, odiaba trabajar en casos de drogas.
(-.*-.*-.*-.*-.*)
Se levantó temprano e hizo el desayuno para ambos. Los niños habían ido de visita a casa de sus padres durante una semana para que ellos pudieran tener un respiro. Sesshomaru no se consideraba un experto en la cocina, pero sí que tenía cierta maña en conseguir crear buenos desayunos dignos de uno de los mejores gourmets. Además, aquella mañana quería que fuera especial, necesitaba reconectar con su mujer, porque como bien le había advertido Riko, parecía que su matrimonio pendía de un hilo.
ESTÁS LEYENDO
Las Lágrimas de Andrómaca
FanfictionDespués de siete años de los sucesos con la Araña, Kagome Higurashi se enfrenta a un nuevo comienzo. Abandonada por Inuyasha, la joven se embarca en un nuevo trabajo que la enfrentará un enemigo oculto. Inuyasha, mientras tanto, intentará reparar el...