En lugares poco comunes se pueden encontrar sentimientos maravillosos, pero justamente esos mismos son muy volátiles. Eso hace que brillen como las estrellas en sus inicios, pero que al mismo tiempo sean impredecibles y adolescentes a medida que se hacen mayores y evidentes. Es por eso que a veces caen esos astros, y es esta la historia de cómo se cayó la primera estrella que un cuentacuentos pudo ver…
Los ángeles, puros de espíritu e inocentes de conciencia, solían observar la tierra a tientas de querer bajar y revolotear con delicadeza las vidas de los mortales. Es que, sin advertir las consecuencias de su curiosidad, se veían atraídos por ese mundo ajeno y misterioso que poseían a corta distancia. Además, en estos extraños tiempos, donde no eran regidos por un dios específico los soldados celestiales surcaban los cielos en vano ¿Quién sabe? Tal vez con la esperanza de enfrentar una tormenta.
Una de ellos, sin haber sido la primera en hacerlo, se decidió una mañana a descender al suelo. Ver a las personas tan de cerca la mantenía entretenida y fascinada. Pero, al mismo tiempo, no podía parar de reírse de la aburrida rutina que estos poseían. Simplemente contemplarlos moverse de aquí para allá en tareas cotidianas le parecía gracioso y sin sentido real.
Por otra parte, ella no llamaba la atención ya que en efecto era un fenómeno común del entorno para los lugareños. Aunque quizás sí estorbaba un poco al revolotear las cabezas de los humanos, sus grandes alas ocupaban mucho espacio y no conseguía evitar llevarse por delante algunos sombreros. Pero eso no le importaba en absoluto, más bien la animaba, porque le gustaba la idea de que le prestaran mayor atención. Sobre todo de los adultos inmutables, puesto que los niños sí dejaban escapar miradas de asombro de tanto en tanto.
Así que Paulette se divertía mientras bailaba y sonreía dando volteretas en el aire sin mirar a dónde se dirigía. Hasta que lo esperado sucedió, se mareo y tropezó chocando contra un joven. Es entonces que se observaron atentamente por un minuto el uno al otro.
Luego él se disculpó y ella volvió a reír como olvidando lo sucedido, pues no tenía por costumbre el hábito de pedir perdón. Paulette entonces decidió que acababa de encontrar algo brillante, verdaderamente interesante, y arrastró al joven a través de una plaza concurrida. A modo de juego buscó provocar carcajadas, y a pesar de su desconcierto el chico compartió el intento cómico y la siguió.
Porque puede, y a veces sucede, que tal vez ella no era la única llena de curiosidad.
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The Shot
Short StoryUna corta historia de amor entre un ángel y un humano, en un tiempo y lugar desconocidos donde el cielo brillaba en tonos azules de acuarela y las praderas relucían hilachas verdes de vida. Es la historia de cuando se dio, por primera vez, la caída...