Capítulo Veinte: Chantaje.

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Capítulo Veinte: Chantaje

"La mente de un niño siempre esta protegida por la infancia, por la ingenuidad y la seguridad de una madre. Aquel niño que no recibe amor constante se convertirá en un ser sin corazón, un ser que a pocas personas les puede gustar ya que lo único que puede dar es lo que a él le ofrecieron: soledad."

Daniel

Mi mente se había convertido últimamente en un caos permanente. Desde que esa chica pisó mi vida jamás podría echarla. Es tanta la confusión que sentía hacia ella, tanto rencor el que me despertaba por hablar tan fácilmente con sus amigos… que la odiaba. La odiaba por ser feliz, por ir mostrando su sonrisa a todo el mundo sin recibir nada a cambio y, en definitiva, porque sabía que era una buena chica, todo lo contrario a mi.

Pero todo eso cambió de alguna manera… todo lo que yo tenía como ideal a la hora de actuar, se fue al garete por su culpa. Era ingenua, no tenía maldad ninguna y yo la quería corromper… quería hacerla sufrir para que supiera lo que se siente al ser destrozado por los que confiabas. Mas el verla cada día hizo el efecto contrario en mi corazón.

Se suponía que sería mi criada para hacerla sufrir y no al contrario como sucedió. Esa chica sacaba lo mejor y lo peor de mi, me restregaba una y otra vez que ella era mejor persona que yo y me reventaba. Quería castigarla, no por lo que su padre estaba haciendo con Lidia, sino por lo que me hacía sentir. ¡Eso no tenía que haber pasado! Pero sucedió… me gusta esa chica más de lo que llegué a imaginar que sentiría por cualquier mujer y sé que, por confiar en ella, me hará daño como todos.

Hoy, cuando me he despedido de ella con ese beso, quería ir a ver a Elisa para cortar con ella. Pero todo ha salido en mi contra. Esa arpía me ha estado engañando todo el tiempo y ni siquiera me había dado cuenta.

Salía con Elisa por un simple motivo: era idiota y me quería solo a mi. Sabía que no me pondría los cuernos porque yo era famoso y atractivo. Y, por otra parte, porque sabía que jamás llegaría a enamorarme de ella y, queráis o no, es lo más ventajoso porque así no me haría daño si decidíamos cortar.

También porque eso me ponía en un estatus social dentro del mundo de famosos muy elevado. Ella era la mejor actriz del momento y eso me beneficiaba. Además, nunca se entrometió en mi vida personal y eso era genial. No quería contarle quien era por miedo a que me delatara y, aunque parezca frívolo, no me importaba nada más que eso.

Pero la muy imbécil resultó ser inteligente… ¡Y se había atrevido a molestar a Miriam! Ahora sí que la odio con toda el alma…

Os lo explico para que me entendáis:

Flash back

Aparqué el coche en el parking de la mansión de Elisa y me bajé examinando el lugar. Era Navidad pero, para mi asombro, no había absolutamente nadie. Eso me desconcertó. A lo mejor se había ido con su familia a otra parte, pero me extrañaba pues me lo habría dicho. En cualquier caso, el mayordomo me fue informando por el camino que ella estaba en casa preparándose para salir con alguien. Fruncí el ceño pero no añadí nada más. Mejor, si tenía un amante en secreto, me habría olvidado y eso me beneficiaba.

 

Entré y el hombre fue a llamarla. Pasados unos minutos, bajó con un vestido muy corto y ceñido al cuerpo, su melena pelirroja caía rebelde por su espalda y sus tacones la hacían solo un poco más baja que yo, lo cual ni me molestaba, ni me agradaba.

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Bajó lentamente y me abrazó con beso incluido. La separé con delicadeza pues no sabía como proceder… nunca había roto con nadie. Es más, esta ha sido mi segunda relación y no llegué a pensar que rompería tan pronto…

 

   —¡Qué bien que has venido! Ya pensaba que no me acompañarías a la fiesta de esta tarde. —me cogió de la mano y nos sentamos en unos sillones.

    —¿Hay alguna fiesta? —pregunté ignorándolo.

   —Claro, la fiesta de navidad de la empresa. ¿Alex no te dijo nada? —inquirió arrimándose más a mi. Él no me dijo nada para no distraerme de mis objetivos: por ejemplo, encontrar a ese periodista…  

    —No, la verdad es que he decidido no ir. Lo siento y… tengo que hablar contigo de algo serio. —le cogí las manos y fingí pesar. Ella dejó de sonreír y puso una mueca extraña.

    —¿De qué se trata, cariño? —pestañeó como una verdadera idiota y quise decírselo ya para acabar con la farsa.

    —Debemos cortar. —al principio no reaccionó, pero luego se separó de mi y me dedicó una sonrisa glacial. Jamás la había visto actuar de esa manera…

     —No. —anunció simplemente —.No quiero cortar contigo. —se miró las uñas y luego a mi.

   —Pero yo si. Ya no me gustas y esto tiene que acabar. No quiero hacerte daño pero… —comenzó a reír como la malvada de una película y luego, cuando se calmó, me penetró con sus dos hielos de ojos.

    —¿Crees que puedes cortar conmigo tan fácilmente? No, querido Daniel. —se acercó a mi y la sujeté por los hombros para que no avanzara más —.Tú y yo vamos a querernos mucho más tiempo.

    —Oye, entiendo que estés dolida, pero esto no es plan. Mira, habrá hombres mejores que yo y…—me puso un dedo en los labios y se acercó a mi oreja.

    —Pero ninguno de famoso como tú. —susurró y me entró un escalofrío —. Mira, Daniel, esto es así: o te quedas a mi lado hasta que yo me harte de ti o… —su proximidad creció hasta que me lamió la oreja —…ordenaré que esas fotos salgan a la luz.

 

Abrí los ojos como platos y la alejé de mi con repulsión. Casi se cae del vaivén que sufrió, pero no me importó. Por mi como si se estampaba contra el suelo y se rompía algunos dientes.

 

   —¿Estás loca? ¿Qué te pasa? —espeté levantándome del sillón. Ella se colocó bien el vestido y me mostró los dientes en una completa sonrisa de superioridad.

    —Soy una mujer inteligente que sabe tu secretito… —se abrazó ella misma y luego prosiguió —. ¡Oh, Miriam! ¡Te quiero…! —sus ojos chispearon con una diversión insana y quise golpearle.

    —¿De qué hablas, Elisa? Miriam es mi hermanastra… —caminó hasta mi y se posicionó a mis espaldas. Yo no me moví y estuve con los puños crispados un buen rato.

    —No te hagas el inocente… sé que la amas, como también lo que ocultas, Daniel Saldivar… —vale, esto era el colmo. Si sabía mi apellido significaba que me conocía muy bien.

     —¿Cómo diablos sabes eso? ¿Eh? ¡Contesta! —ella se rió y me abrazó por la espalda.

    —Porque quería saber con quien salía… Pobre de tu madre, no sabe que eres actor… como tampoco que te acostaste anoche con Miriam. ¿Cómo se lo tomará? Es más, ¿cómo reaccionará el mundo entero cuando vea las fotos en las que besabas con tanto fervor a Miriam? —su risa se incrementó y yo la separé de mi de una sacudida. Estaba claro que me tenía cogido por los huevos. ¿Qué mierda debo hacer ahora?

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora