XLVIII

746 68 179
                                    

Había llegado la madrugada en la que Ari partiría. Eran las 5 de la mañana y el vuelo salía a las 11 de la mañana.
La razón por la que se debe tomar tanto tiempo para abordar un avión es: El camino al aeropuerto, la fila de espera, el imprimir boleto, el registro de maletas, etc; realmente es una tarea agotadora.

El psicólogo se encontraba revisando los últimos detalles de su maleta, asegurándose por décima vez que nada se le olvidara. Luego de eso, verificó la aplicación donde compró su boleto de salida.

Continuaba frustrado por el hecho de que seguía marcando 2 y no 1, aunque también, nunca se le ocurrió checar el nombre del pasajero.

En un momento en el que el de ojos bicolor había salido de la habitación, una alarma puesta por Mike sonó, pero se apagó rápidamente por el sueño tan ligero que consiguió esa noche. Tuvo que esperar en la cama hasta que su pareja se fuera... O al menos despertarse "accidentalmente" para despedirlo; se oía mejor esa opción.

Pasó un rato y el mayor esperaba en su sala a que el taxi que había llamado llegara a su hogar. Entre tanto silencio, escuchó los pasos del rubio en la escalera, así que se levantó del sillón y volteó a la entrada del lugar. Un Miguel "adormilado" se hizo presente.

—Miguel —nombró Ari y rió un poco—, ¿Qué haces aquí? —cruzó los brazos.

—Bueno —bostezó—, escuché algo de ruido y decidí levantarme —dijo, sonrió y observó la maleta del otro—. Ow, ¿Ya es hora?

—Ya, mi niño —le respondió—. Lamento dejarte solo.

Para continuar la actuación, el de ojos grises caminó hasta delante del especialista y lo abrazó, como siempre, recargando su cabeza en pecho ajeno.

—A la vez me importa y a la vez no —sollozó—. Solo sé que te voy a extrañar mucho, Ari.

—Yo también a ti, pero no te preocupes, dos semanas se pasan rápido.

—¿Dos semanas? —cuestionó sorprendido y volteando a verlo.

El pelicastaño asintió.

—"Oh oh".

El celular del psicólogo emitió un ruido, notificando que su transporte ya estaba fuera, entonces nada más se separó del menor y tomó su maleta para salir.

—Ahora sí es hora de irme, Mike.

No hubo palabras que describieran la despedida, mejor el rubio se abalanzó a besar a Ari, soltando mínimas lágrimas.
La tristeza no era un sentimiento que inundara ahí, solo por el momento salieron sin pensar.

Al dejar de mostrarse afecto, el mayor tomó su equipaje, salió de casa, subió al taxi con sus cosas y se fue. Miguel salió a la puerta a verlo irse, aunque inmediatamente entró para arreglarse.

Tomó una ducha rápida, se vistió, sacó su maleta de su escondite, bajó a la cocina con sus cosas y comió una manzana, solo mientras llegaba otro taxi que lo llevaría a él.

[...]

Mike había llegado al aeropuerto y de verdad se impresionó por lo que presenciaban sus ojos. Era un lugar muy amplio y limpio, con cientos de personas que esperaban por salir del país o viajar de manera nacional.

Buscó la foto de los boletos y guiándose con eso, igualmente buscó donde podía registrarse.

Ya en el lugar y formado en la fila, vió más adelante a su pareja, quien simplemente prestaba atención a su aparato móvil en lo que avanzaba la gente. Había ocasiones en las que despegaba su vista del celular y miraba a los alrededores, por lo que el de ojos grises tuvo que armarse un disfraz improvisado.
Se colocó una mascarilla, unos lentes oscuros y subió la capucha de su sudadera a la cabeza; parecía un tipo que planeaba algo malo, pero nadie en el aeropuerto le dijo nada.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora