capítulo 59

575 100 8
                                    

Aquella luz blanquecina ilumino las tierras de las costas de Levia, el poderoso estruendo de la explosión de la maquina se escuchó por todo el territorio. Aquellos que observaban, como los que se encontraban ocultos en los refugios, sintieron como si ese sonido marcara su muerte, o así debió ser.

La explosión era muy fuerte, las estructuras dañadas de las costas comenzaron a desmoronarse, y la luz se volvía cada vez más brillante, pero de un momento a otro… simplemente desapareció.

Pero las aguas que hervían con intensidad, así como el calor del aire, demostraban que alguna vez, esa máquina estuvo ahí, pero de la nada, fue devorada por la oscuridad, y ya sin ella, el resto de las maquinas que se encontraban sobre las tierras de las costas, simplemente cayeron.

Las esferas metálicas comenzaron a caer, chocando contra los edificios de la zona, atravesando las paredes y/o derribando las estructuras, comenzando con una lluvia de metal rojizo.

-¡escudos de aire! –grito Naofumi, y múltiples escudos aparecieron en el lugar, protegiendo la zona en la que se encontraba junto a grupo.

El metal caía y chocaba contra los escudos invocados, haciéndose pedazos antes de terminar en el suelo, escudo tras escudo aparecieron en fila, defendiendo los alrededores, pues las maquinas esféricas caían como si no tuvieran fin, pero tras varios segundos de aquella “lluvia”, todo quedo tranquilo.

Los escudos desaparecieron poco después, Naofumi solo vio con malestar el lugar, no por cómo habían resultado las cosas, sino porque parecía buscar algo, soltó un suspiro pesado, dio media vuelta y se dispuso a seguir con su camino, aunque no tenía pensado abandonar tan rápido el lugar.

-¡oye! ¡espera!

El héroe del escudo detuvo sus pasos, y observo al extraño y singular grupo, el cual se estaban dirigiendo a él.

Eran extraños, pero, aun así, había algo que los hacia ver familiares, como sus rasgos, pero parte de su mal genio al recordar parte de sus vivencias pareció reflejarse en su mirada, pues el grupo se detuvo antes de llegar a él.

Solo esperaba que ellos no fueran igual de molestos…
.
.
.
.
.
.
El hechicero observaba la zona donde antes estaba aquella máquina, el cómo las aguas se mecían intranquilas ante lo sucedido, pero él se veía más que tranquilo… aburrido quizás.

-¡podías haber hecho eso desde antes! –grito una joven enfurecida.

-¿mm?

-¡déjate de tonterías! ¡podías haberte desecho de esa cosa desde el comienzo! ¡desde antes de que siquiera atacara! ¡sentí que me rompió los huesos! –se quejó la joven comandante, sus afilados ojos azules parecían arder en un infierno ante su furia.

-si. Podía hacerlo. –respondió, sin intentar siquiera dar excusa, pues sabía que eso solo la molestaría más, pero una duda surgió en su cabeza.

-¡¿y porque tardaste?! Entiendo que es importante no dar información a un posible enemigo entre las sombras, pero aun así… maldita sea, sentí que moriría por los golpes de esa basura.

-podría decirse que estaba esperando algo… aunque no es el que.

Tanya solo observo con molestia a su amigo, soltó un suspiro en el que busco liberar parte de su frustración e ira. –a veces no te entiendo. –exclamo.

Ambos solo observaron la zona de agua y las costas que veían a la distancia, el ruido del mar sonaba a lo largo del lugar.

-esas máquinas se desplomaron, es seguro que habra daños. –dijo Tanya al ver la corta lluvia de metal rojizo, aunque desde su posición se veía muy distinto. –más vale que la reina este bien.

-eso no es problema. –respondió la muerte. Tanya solo tuvo una mirada extraña y confusa. –antes de venir como apoyo, me dio el tiempo suficiente para ir ante ella y sus hijas, están dentro de la fortaleza torre.

-¿en serio te dio tiempo?

-con la magia casi todo se puede. –dijo con un tono bromista, aunque vanidoso.

-¡ja! Tu eres una carta del triunfo. –dijo, estando más relajada, aunque no olvidaría esa molestia por un tiempo.

Ambos se quedaron en silencio, observando el extenso panorama que eran capaces de apreciar desde su posición, las extensas aguas y las tierras lejanas que se observaban, así como la enorme montaña nevada que, a pesar de la larga distancia entre ella y Levia, era capaz de visualizarse.

Muchos quizás se sentirían maravillados al ver aquella imagen, otros podrían sentir una emoción de libertad al estar a esa altura, observando todo… pero ellos dos no.

La comandante y el hechicero sentían una inmensa duda, una presión que se podría volver más grande conforme más vieran este mundo, pensaban que este mundo sería diferente en varios aspectos, pero aquella maquina causo más confusión, y solo les hizo ver, que lo desconocen por completo, que no tenían ni idea de que es lo que se escondía en las profundidades…

De lo que hay más allá, de lo que se esconde entre las montañas, los extensos desiertos, en los bosques, en las cuevas más profundas de las cicatrices de este planeta o en los inalcanzables cielos…

Pero sabían, que en algún momento se enfrentarían a ello, al mismo mundo.

-ya hay que volver.

-si. –respondió Ainz a su amiga, y ambos partieron camino a Levia.
.
.
.
.
.
.
Pasaron algunos minutos, y los civiles comenzaron a salir de los refugios, preguntándose qué fue lo que había pasado, porque había aparecido esa cosa en las aguas cercanas a las costas, y como y porque había desaparecido sin más.

Los soldados se fueron agrupando cerca a los civiles, y los hechiceros realizaron inspecciones por las zonas más afectadas, viéndose los restos de las maquinas por las calles.

Los civiles miraron con dudas y miedo a los restos metálicos que se esparcían por el lugar, así como los escombros y fragmentos helados que se veían a lo lejos, y vieron, como en la lejanía donde debía estar aquella enorme máquina, dos individuos se fueron acercando hacia las tierras de la costa.

Aquel dúo pronto descendió hasta tocar los suelos, y un pequeño grupo se acercó a ellos.

-¡mayor! –dijo con alegría Visha, haciendo un saludo, viendo que su comandante estaba bien.

-¿y los demás?

-se encuentran agotados por el encuentro, están descansando.

-supongo que tendré que ir para alzarles el ánimo. –dijo comenzando su camino hacia el resto de su escuadrón. Aunque por alguna razón, tanto Visha como Ainz, sintieron un escalofrío.

La joven se despidió de Ainz y comenzó a ir detrás de su comandante, mientras el hechicero deicidio partir hacia la fortaleza torre para ver a los guardianes ahí, así como a la reina y las princesas. Sin pensar, que el resto del grupo tenían a alguien que debían presentarle junto a Tanya.

ISEKAI QUARTET: UN NUEVO MUNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora