Capítulo 10, Huellas

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Capítulo 10Huellas

Con la gran luminaria a poco de perderse en el horizonte Lennys y Yhei ya estaban a las puertas de Zarpas, una ciudad bastante grande, pero con limitaciones de recursos muy notoria, pues no presentaba construcciones tan impresionantes como en Pedregón; incluso el muro que la protegía era de menor calidad, aparentando ser inmensas piedras grises pegadas con un material similar al concreto del mundo mortal. Además, en lo alto del muro se conseguían avistar los techos de los edificios y lucían muy sencillos, de madera y metal.

Aunque el mayor encanto de la localidad estaba en los extraños árboles que crecían en toda la periferia. El tronco de estos presentaba un color gris oscuro, con anillos más claros, elevando sus ramas hasta unos diez metros, y entre las hojas redondas y pequeñas de color azul piedra crecían flores tan grandes como un puño, de pétalos anchos y que parecían ser de cristal, reflejando los últimos rayos del astro del mundo espectral.

—¿Cómo puede crecer cristal de un árbol? —preguntó Yhei sin conseguir quitar la atención de aquellas curiosas flores.

—Ah, eso es normal por acá. Hay otros árboles del mismo tipo, aunque más raros, cullas flores son recolectadas y vendidas a los espectrales de mayor poder adquisitivo para que las usen como adornos para sus vestimentas, o para decorar lechos, puertas, o cuanta cosa se les ocurra.

—¿Y esas para qué son usadas?

—No lo sé. En Zarpas abundan los forjadores. Tal vez ellos puedan responder a esa pregunta.

Lennys alzó una de sus patas, disparó un rayo plateado para cortar una de las flores. A continuación la atrapó con la influencia y la hizo flotar hasta la mano de Yhei. El hombre la palpó con gran sorpresa, pues los pétalos de aquella flor si bien desprendían un aroma dulzón, y en el centro presentaba las partes en donde se fabricaba el polen, toda ella era de duro y suabe cristal, asemejándose a las piedras de cuarzo ya talladas y pulidas.

—Para ti, Yhei.

—Oh... Gracias...

—No hueles tan rico como esa flor, pero si eres tan, o más hermoso que ella.

—¡Naguara!

—Tranquilo... No te me tenses. Vamos, caminemos. Las noches son muy frías, no querrás estar fuera de la cama cuando la escarcha abrace todo.

—¿Escarcha? —se mostró inquieto Yhei.

—Sí, escarcha. Es una cosa fría...

—Verga, si la conozco —la cortó él—. También hay del otro lado de la barrera.

—Ah... ¿Entonces por qué te sorprende?

—Porque no estoy muy acostumbrado a tanto frío. Me crie en un país cálido.

—Entiendo.

—Oye, pero cuando llegué al mundo espectral era de noche, y no sentí tanto frío.

—No, porque ese era un desierto, y allí las temperaturas son más altas. Creo que es porque la arena mantiene el calor.

—Ya veo... Igual no estamos tan lejos... Curioso.

—Aquí tienes cambios muy drásticos de un territorio a otro, aunque haya poco tiempo de distancia. Vamos, la entrada no está muy lejos.

Caminaron por entre los árboles avanzando hacia la izquierda, donde se alzaba un portón de madera de una sola hoja y adornada por flores de cristal de distintos colores, custodiado por guardias de la misma especie que en Pedregón; sin embargo a diferencia que en dicha ciudad los custodios solo se limitaron a saludar con un gesto de sus garrudas manos, para enseguida ceder el acceso. Esto le pareció tan extraño a Yhei, pues era muy notorio el cambio entre ambas entradas, y pensó que los estatus socioeconómicos también golpeaban severamente en aquel mundo, aunque de forma más rígida, siendo los con más poder adquisitivo verdaderos tiranos con los seres inferiores.

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