Captítulo 23.

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—¿Nervioso? —la voz ronca y masculina de Jungkook le hizo dar un pequeño brinco que no pudo disimular. Rubor subió por sus mejillas, haciendo que el alfa a su lado torciera sus finos labios en una pequeña sonrisa.

Jimin giró su rostro para asesinarlo con su mirada. Se había perdido por completo, apreciando la maravillosa arquitectura de la gran casona vieja que le recibió apenas bajó del auto.

—No —mintió, porque sí, estaba asquerosamente nervioso.

Jungkook tarareó pensativamente, dejando muy en claro que no le creía en lo absoluto.

Yo puedo con esto. Es pan comido. Nada va a salir mal. Ugh... Mierda, creo que voy a vomitar.

Inhaló profundo para luego soltar todo lentamente, intentando de esa forma disipar las náuseas que sentía ante los repentinos nervios.

—Bien —respondió Jungkook, apartando sus ojos oscuros del sonrojado rostro de Jimin.

De repente, la puerta principal se abrió y un hombre mayor vistiendo un impecable traje negro salió, acecandose a ellos.

—Bienvenido a casa, señor Jeon —el hombre hizo una respetuosa reverencia.

—Hola, Han —Jungkook saludó al hombre, que por años, era quien se encargaba de la organización en los quehaceres de la mansión Jeon.

—Bienvenido sea usted también, joven —Han se dirigió hacia Jimin, haciendo una pequeña reverencia.

Jimin parpadeó rapidito, sin saber cómo responder a eso. A diferencia de Jungkook, él no estaba acostumbrado a tener empleados en su casa, así que no sabía cómo comportarse con ellos. Ni siquiera Taehyung tenía empleados, porque el hijo de puta de su padre, recargaba todo el mantenimiento de su inmensa mansión a su esposa, alegando que era lo mínimo que ella podía hacer por tenerla llena de comodidades.

Comodidades y una mierda.

—Eh. Gracias —respondió tardíamente, sintiendo como sus mejillas se calentaban.

—Llevaré sus maletas a la habitación —informó Han a Jungkook— La señora y el señor Jeon los esperan en la terraza del patio trasero.

—Bien. Gracias, Han —Jungkook respondió con seriedad. Luego, giró su cincelado rostro para mirar a Jimin— ¿Vamos?

—Uhm. Sí, claro.

Tomando su mano, Jungkook lo guió hacia el interior de la casa. Jimin observó todo en completo silencio, sintiéndose inmediatamente tan fuera de lugar que sus entrañas se retorcieron dolorosamente.

—¿Estás bien?

Jimin apartó lentamente sus ojos de los extraños cuadros que adornaban las paredes, para encontrar ese par de luceros en tinieblas que le observaban con demasiada atención.

Y, mierda, ¿cómo podía ser este alfa, tan malditamente hermoso, masculino y sensual? Sabía que ya estaba jodidamente perdido, así que se negó a seguir mortificando por sus propios pensamientos o deseos.

—Sí —respondió Jimin.

—No te creo —Jungkook los detuvo, justo frente a una gran puerta de cristal— Estás nervioso.

Jimin resopló.

—Ya quisieras, abuelo.

Ignorando el comentario final de Jimin, Jungkook elevó su mano libre y acarició con las yemas de sus dedos la mejilla caliente y sonrojada de Jimin, para luego inclinarse y rozar sus labios con suavidad. Inmediatamente, Jimin soltó la mano de Jungkook para enredar sus brazos alrededor de su cuello, jalándolo más cerca de su cuerpo, casi gimiendo por la satisfacción de sentirlo contra su boca. Mierda, era como si hubieran pasado siglos sin besarse o sin tocarse, cuando apenas llevaban un par de horas.

With you Ω KM.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora