Despierta lentamente, tratando de enfocar la mirada en el techo blanco sobre él. Las luces blancas y frías hacen que tenga que volver a cerrarlos, apartando la vista hacia otro lugar. Solo por el olor y la sensación de las sábanas en contacto con su piel sabe dónde está, termina en el mismo lugar más veces de las que querría admitir.
-No hagas esfuerzos, Uve.- Una voz conocida llega a sus oídos y le hacen girarse en esa dirección.- Iré a buscar a un médico ahora.
Hace el amago de levantarse, pero Volkov lo para tomándole de la muñeca, haciendo que tome asiento de nuevo.
-Estoy bien, Hache, no necesito ningún médico ahora.- Dice, aunque empieza a sentir cierto dolor por la zona del hombro, un dolor que también es en exceso familiar.
-Los medicamentos dejarán de hacer efecto y sentirás dolor otra vez, tiene que venir un médico.- Insiste, con una seriedad que no tiene cuando se trata de su propia salud.
-¿Qué es lo que ha pasado?- Pregunta el peligris obviando las indicaciones del moreno.
Horacio se cruza de brazos y apoya su espalda en el respaldo de la silla. Mira a Volkov fijamente, con una mirada filosa y dura.
-Lo que ya te dije que pasaría. Te has reunido con los rusos y tu amiguito, le han disparado a él y a ti por intentar protegerlo.
-¿Él está bien?- Pregunta enseguida Volkov, preocupado por la integridad de Petrov.
Horacio solo suspira cansado y asiente con la cabeza, eso hace que Volkov deje ir el aire que sin darse cuenta había contenido en sus pulmones. Se deja caer de nuevo sobre la almohada, mirando los paneles sobre ellos.
-Ya te dije que esto acabaría mal, y tan solo ha hecho que empezar, porque el resto del grupo ha escapado...
-Pronto terminará y Petrov estará a salvo junto a su familia.- Volkov sigue con el objetivo que él mismo se ha marcado.
-Él es igual que los demás, tarde o temprano las cosas terminarán mal... Y no quiero volverte a ver herido por ayudar a alguien así.
-Tiene derecho a vivir su vida también.
-No te entiendo, Volkov.- Horacio habla en un tono bajito, pero en cada palabra se masca la rabia y la incredulidad ante lo que ve.- Te has dedicado toda la vida a ir en contra de este tipo de gente, sin dar tegua a nadie, y ahora... Ahora estás en un puto hospital por querer ayudarlo.-Es diferente, Hache, no lo entenderías...- Dice mientras se vuelve a incorporar, quedando sentado en la cama.
Volkov vuelve a conectar la vista con Horacio, y ve en los ojos verdes del moreno una expresión que nunca había visto.
-No, claro ¿Cómo iba a entenderlo yo?- Responde con rabia, levantándose de su asiento para mirar a través de la ventana.-Yo también quise ayudar a alguien así, porque éramos amigos y también merecía ser ayudado... Y por culpa de esa estupidez perdí a Willy... Pero qué sabré yo ¿Eh?
-Hache...
-Solo quiero protegerte, a mí el conchudo o cómo se llame me da igual, todos me dan igual... Solo quiero que tú estés bien.- Vuelve a mirar a Volkov, sintiendo la distancia que los separa aún mayor.
Tras un momento de silencio, el peligris vuelve a hablar de nuevo.
-Sé que no debería hacer esto, mi parte más racional me lo sigue diciendo... Pero quiero darle una oportunidad, no pretendo poneros en riesgo a ninguno, ni a mí mismo, es solo que...
-Es solo que...- Repite Horacio, animando a Volkov a seguir después de que este dejara la frase al aire.
Volkov se lleva la mano a la nuca, rascándose por puro nervio. Lo cierto es que ni él mismo se entiende, si su "yo" comisario lo viera haciendo algo así no se reconocería. Una vez más se contradice a sí mismo, a los ideales que lleva cargando toda su vida, incluso cuando sabe que no es correcto hacerlo. Esto va más allá de salir de la zona de confort, aquí de ponen vidas en juego, y él quiere pensar que lo tiene todo bajo control, pero sabe que no es así.
-No lo sé, simplemente quiero ayudarlo, solo es un padre que quiere estar con su familia...
Horacio cierra los ojos y relaja su postura. Sabe que está siendo duro con Volkov, pero no quiere que Volkov deba pasar por lo mismo que él. Estas semanas han sido un caos en su vida, y estos últimos días Volkov estaba mucho más tenso y a la defensiva. Sabe que por una parte es por todo lo que ha ocurrido en relación a la muerte de Gustabo y sus problemas para aceptarlo, y por otra todo el tema de la estrella roja.
Y Horacio quiere ayudarlo, y quisiera mostrarse más comprensivo, pero es como un mecanismo adquirido, tal vez lo que ha aprendido durante toda su vida y que aún no es capaz de deshacerse del todo, se vuelve más duro y severo, por más que en el fondo él no quiera. Piensa que su indulgencia ha traído muchos problemas y se ha llevado demasiadas vidas, y no está dispuesto a que afecte a Volkov también.
Ambos notan cómo entre ellos se ha abierto una brecha, se ha creado distancia y sus corazones están más lejos que nunca. Cada uno tiene la cabeza en cosas distintas, parece que vivan vidas distintas, parece que sus caminos divergen de nuevo.
Odian esa sensación, como si cada uno estuviera en un andén distinto y los raíles los separan. Solo pueden verse pero no se escuchan, y antes de que se den cuenta están en trenes que van en dirección contraria.
Los pocos metros que los separan en esos momentos físicamente parecen años luz. Antes orbitaban alrededor del otro, el sol y la luna juntos, pero ahora parece que todo eso queda reducido a polvo que viaja por el espacio etéreo.
Horacio está cansado de ese peso en su pecho, está cansado de fingir que no se ha preocupado por Volkov en todo el rato que ha durado la operación, que no se ha culpado en cada momento por no haberle detenido a tiempo.
Volkov quiere levantarse y abrazar a Horacio, quiere decir que lo entiende, quiere decirle que de verdad todo saldrá bien por una vez.
Saben que es una mala racha, que pronto sus caminos volverán a converger en el mismo punto, que pronto volverán a estar en sintonía.
-Prometeme que no volverá a pasar algo así.- Pide Horacio, avanzando hacia él y quedándose a escasa distancia de la cama.- Prometeme que no volverás a ponerte en riesgo así.- Habla con un nudo en la garganta, haciendo que hablar sea difícil y una niebla se arremoline en sus ojos.
-Te lo prometo, Hache... Ya te lo he dicho, esto acabará pronto.
Horacio asiente ante lo dicho. Quiere abrazar a Volkov, pero no lo hace. Tan solo toma tímidamente la mano del contrario, dejando una caricia suave en los blancos nudillos, ásperos por el paso de los años y todo el trabajo.
Volkov acepta la caricia y la devuelve, trazando círculos con su pulgar sobre la mano del moreno.
En el silencio viven las cosas que quedan por decirse, todo lo que aún guardan para ellos mismos, pero lo mantienen así. Porque al menos ahora pueden sentir que vuelven a ser ellos por un instante, y sienten esperanza de que los dados volverán a salir a su favor, de que pronto sus corazones volverán a latir a la par.