Capítulo 5

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—Princesa Rania, el rey requiere su presencia en la sala de guerra.

Dejé el libro que estaba leyendo sobre la mesa y miré preocupada a sir Fausto.

—¿Qué ha ocurrido?

—No lo sé, princesa, será mejor que vaya cuanto antes.

—Sí, claro.

Me levanté nerviosa, alisándome la falda del vestido mientras centraba la mente, nunca me habían convocado en la sala de guerra, allí planeaban estrategias y se reunían el consejo y los comandantes del ejército con el rey; no era lugar para mí. ¿Por qué me llamaba mi padre?

Olvidé el libro en la mesa y seguí a sir Fausto fuera de la biblioteca, hasta el único lugar del castillo donde nunca había entrado.

Sir Fausto me abrió la puerta y se quedó fuera cuando entré. En el centro de la sala de guerra, frente a unos enormes ventanales, se encontraba la mesa que reunía a los hombres más importantes del reino, observándome en repentino silencio: los cuatro consejeros del rey, los tres comandantes del ejército; de tierra, agua y aire, el príncipe Deagon, el rey... y un único asiento vacío para mí, junto al rey.

Todos se levantaron para saludarme y devolví sus reverencias con una sonrisa cortés, aunque me comían los nervios por dentro. Compartí una mirada tensa con Deagon, sin poder leer nada en su expresión. Padre me ofreció el asiento a su lado y me dio un beso en la mano cuando lo ocupé.

—¿Qué ha ocurrido? —volví a preguntar, intentando parecer calmada.

—Han invadido la isla de Cuervos —dijo el rey.

—Esa isla lleva años abandonada.

—Unos piratas la han tomado como base de operaciones, están asaltando barcos comerciantes que siguen una ruta cercana.

—Y tenemos que sacarlos de la isla.

—Exacto, hija. Y estamos decidiendo cómo. Me gustaría que prestases atención.

Entrelacé las manos sobre la mesa y asentí, con el nerviosismo convertido en emoción. Mi padre quería que aprendiese cómo reinar. Lo único que me molestaba era la presencia de Deagon, porque él tampoco debería estar aquí.

¿Acaso estábamos compitiendo por el trono y no me había dado cuenta? Porque un robo no era lo mismo que una competición.

Retomaron la conversación y me centré en seguirla y sopesar todas las opiniones, formando la mía inevitablemente. El rey escuchaba y, para sorpresa mía, Deagon también, prestaba tanta atención como yo, pese a que de él habría esperado que quisiera imponerse y llevar la voz cantante. Lo cual solo podía significar que estaba planeando algo.

Después de escuchar todo tipo de opiniones y planes, no pude tener tanta paciencia como Deagon y entré en la conversación sin ser invitada, silenciando a todos con mis palabras.

—Tenemos dragones, deberíamos demostrar nuestra fuerza y atacar.

Todos me observaron con mayor o menor agrado.

—Bajo la isla hay un laberinto de túneles, ahí no podemos atacar con dragones, y podrían coger rehenes —contestó mi padre.

—Mandaremos un destacamento por agua y otro por aire.

—¿No intentarías negociar primero?

—Los piratas no tienen honor, no se puede negociar con ellos, hay que expulsarlos por la fuerza —contesté con firmeza mientras todos escuchaban sin intervenir.

—No quiero provocar una guerra naval contra el rey de los piratas atacando un asentamiento suyo.

—Un asentamiento en nuestro territorio, es una invasión.

EL JUEGO DE LA CORONA fanfic HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora