CAPITULO 47

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Advertencia: ¡Puede que este capítulo toque temas fuertes! Este capítulo hará que quieran odiarme, que quieran tirarme piedras, tirar el teléfono, van a querer abrazar a terry y después pegarle, les dará coraje, les dará tristeza, tendrán intrigas, pero por favor sigan hasta el final...🙏

CAPÍTULO 47
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La textura rocosa de su nombre fue acariciada por las yemas de Terry. Allí, bajo los calmados copos de nieve, el castaño estaba arrodillado frente a la tumba de Susanna Marlowe. Estaba cubierta de ores, mismas que había traído él todos los días. La visitaba religiosamente, a veces compartía unas palabras para ella, pero nunca algo importante. Se sentía fuera de lugar al no verla, de no encontrar aquellos ojos tan azules que lo veían con tanto amor. Ya nunca la vería, y no sabía si estaba mal no extrañarla.

—Susanna... —Quiso hablarle, pero ya no tenía más para decirle, al menos no algo que se atreviera a decir en voz alta. En realidad tenía muchas cosas de que hablar, cosas que en su lecho de muerte no había tenido el valor de admitir—. No podré visitarte por un tiempo, pero prometo que volveré a traerte más ores. Adiós. —Dejó un ramo de lirios sobre la lápida. Estas ores poco a poco comenzaron a ser consumidas por los copos de nieve.

Con una mano en el bolsillo, Terry siguió de largo por el camino del cementerio, mirando al suelo, pero sin prestar atención a nada. El pecho se le encogía y la garganta se le cerraba por cada paso que tomaba. Se estaba acercando.

«Siento que mi cuerpo se desvanece. Me duele», pensó, agarrando con fuerza su pecho y estrujando la tela de su camiseta. Soltó un suspiro tembloroso y se dejó caer en el suelo, recostando su cabeza en la piedra de la segunda tumba. Estaba muy sola comparada a la de Susanna.

«Perdóname, Ally», rogó en su interior, cerrando los ojos al recibir una repentina memoria de aquel día. Había sido demasiado tarde como para prevenir el suicido de su amigo. Ya para cuando había ingresado a su apartamento, ya Allen había muerto.

Desde el día de su funeral, Terry encontraba casi imposible alejarse de la tumba. Todavía no podía meterse en la cabeza que su amigo se había quitado la vida por una mujer que él no había podido amar con libertad, y mucho menos podía quitarse de la cabeza que tal vez todo eso había sido su culpa. Si tan solo hubiera hecho las cosas correctamente...

—¿Por qué, Allen? ¿Por qué fuiste tan idiota? —reclamó, apretando los dientes—. Ni siquiera me diste la oportunidad de despedirme de ti. Te fuiste tan rápido... Nadie se lo esperaba, mucho menos de ti que siempre te la pasabas riendo. No sabes lo que daría por escucharte hacerlo de nuevo. —Terry sonrió de lado, recordando las escandalosas y contagiosas carcajadas de Allen. Ahora todo estaba en silencio—. Conocí a tus padres. Necesitaba hablar con ellos sobre ti... Ellos no sabían lo que te había pasado, pero ahora no sé si hice lo correcto. Creí que merecían saber la verdad, pero cuando les dije, los dejé con el corazón aplastado... Mas ellos me dieron las gracias. Sinceramente, no creo que me lo merezco... Yo no... No pude salvarte. —La voz empezó a fallarle al recordar todo lo que había hablado con ellos.

La granja Ryder estaba lejos de la ciudad, era un lugar que parecía estar lleno de diversión, lleno de animales como gallinas, caballos, cerdos... Era tal como Allen le había contado en todas sus historias, pero lo que había tomado a Terry por sorpresa había sido la señora Ryder. Era una mujer de pelo negro y lacio, de carácter severo y amargo, todo lo contrario a Allen. Había recibido a Terry con desinterés, incluso cuando él le dijo que era amigo de su hijo Allen. La señora había sonreído y dicho que no estaba interesada en saber nada sobre ese chico sucio, que si realmente quería contarle a alguien sobre él, debería ir a ver a los Smith, pero que no debería quitarles demasiado tiempo.

Terence Granchester La Historia DefinitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora