Capítulo XII: Bajo un gran aguacero.

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Mi gloriosa gesta al parecer fue inútil, Pablo López había dado respuestas sublimes a todas mis posibles provocaciones, quedé impresionado y completamente atónito, él me pidió que me retirara, estaba muy contento seguramente, pues le encantaba humillar a los demás y demostrar que era el mejor.

Que frustrante era ver todos mis esfuerzos disolverse sin que parecieran siquiera haberme ayudado, le dediqué tanto tiempo a algo que al final no sería nada, algo que más bien recordarlo me traía vergüenza. No soportaba que ahora tenía otro puesto en mi lista de decepciones, quizá estaba destinado a fallar en todo, pero ... si fuera así ¿Qué haría entonces? morirme de inanición tal vez, porque ya no estoy dispuesto a perder mi tiempo y energías en algo que inevitablemente terminará en fracaso. No tenía cabeza para pensar claramente, mi corazón había preparado un cóctel de emociones muy difícil de procesar, era evidente que estaba mal, sólo que no sabía cómo afrontarlo.

Me dediqué a vagar por el barco sumergido en mi sufrimiento interno, mi mente era un verdugo que me atormentaba siempre, sólo que de vez en cuando se enseñaba contra mí, haciendo que mi cordura colapsara por momentos. Estaba en un verdadero trance, lo que hacía apenas lo pensaba, estaba más movido por instinto y por rutina que por cualquier otra cosa, era como si me hubiese convertido en un autómata vacío y frío. Con tantas preocupaciones no podía ni fijarme en el paisaje y lo peor de todo, aunque Pablo no fuera el único motivo de mis mortificaciones, si era el detonante de mi desequilibrio emocional y eso le daba más importancia de la que merecía. No sólo había perdido contra él, ahora estaba perdiendo en una batalla contra mis errores pasados, intentaba desesperadamente demostrar que no era un inútil, aunque sólo había evidencia de lo contrario, me di por vencido y me puse a practicar un poco de lucha, para por lo menos intentar ganar una batalla de las muchas que tenía ese día.

Mi práctica estaba llena de desgano y flojera, en realidad no estaba muy animado como para dedicarle tiempo a algo que no había utilizado en todo lo que llevábamos de viaje, empezaba a pensar que en realidad no lo necesitaba y era sólo otra de mis formas de perder el tiempo. Alessio llegó al cabo de un rato y me acompañó, combatimos juntos y no dejaba de repetirme que estaba muy torpe y distraído ¿y cómo no iba a estarlo? apenas me incorporaba a la realidad, luego de librar una gran batalla mental y sentimental. Yo intentaba inventarle excusas para no explicarle lo que me sucedía, pero el insistía en saber la causa de mis penas y sin querer, de muy mala manera le dije:

- Estoy terrible, ayer y hoy han sido fatales, apenas puedo mantenerme cuerdo, creo que nunca me había sentido tan mal.

- Uno elije como quiere estar, me respondió, es tu decisión dejar que eso te afecte o no.

- ¿Me dices eso cuando todo me ha salido mal en el día? ¿A caso decidí yo que hoy fuera mi día de fracaso? ¿y Dios dónde está?

- El simple hecho de que tengas vida y libre albedrío para cuestionar su voluntad es signo de su existencia.

- Pues quisiera que se apiadara un poco de mí y me quitara esta mala racha, porque toda mi vida ha sido de tropiezo en tropiezo y no me molestaría acabarla ahora.

- No digas eso, estamos aquí por algo, el tiempo de Dios es perfecto. Recuerda "Los hombres simples buscan la vida, los sabios la verdad sobre ella", Cristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad la vida; nadie viene al padre sino es por mí". Sólo Dios es la verdad de la vida, búscalo y encontrarás la paz.

- Lo he perdido todo, ya no tengo fe.

- Esa no es excusa para alejarte de Dios y lanzarte a la muerte, puedes recuperar tu fe

- Quizás, pero tú no puedes hacer nada para que eso pase.

- Pero tu sí, eres el único que puede solucionar tu lucha interna y aliviar tu dolor.

- Si mi bienestar depende de mí mismo, es evidente que estoy condenado.

- Es increíble tu egoísmo y terquedad, sólo recuerda que eres tú el artífice de tu propio dolor y el culpable de todo lo que te ocurre.

El tiempo restante del entrenamiento fue totalmente desagradable, nuestras miradas de arpías gritaban lo que nuestros inmóviles labios no se atrevían a decir, ambos estábamos muy molestos por la anterior conversación, no había ni vencedores ni perdedores, únicamente un sentimiento de rabia muy profundo. Cada golpe parecía confirmarlo, cada impacto estaba cargado de furia silenciosa, que dejaba evidencia de su presencia en la bestial contundencia de cada uno de los golpes. Terminamos el combate sin decir ni una palabra, nos quitamos las armaduras y al salir del gimnasio nuestras miradas se cruzaron, otra vez sin emitir ni el más mínimo sonido, aunque ambos estábamos conscientes del gran choque de personalidades que había ocurrido hace poco.

Cené en mi camarote y pude ver como el sol parecía extinguirse en el horizonte, fue algo muy sencillo, aunque para mí fue maravilloso, pues al parecer era lo único que me había salido bien en todo el día. Era muy temprano, pero sólo quería dormir para tratar de escapar de un día tan rudo y quizá con suerte, morir mientras dormía, porque no podía soportar lo decepcionado que estaba de mí mismo. Desperté luego de un buen rato, era de madrugada según el reloj, mas por el ojo de buey de mi camarote no podía apreciarse nada, estábamos bajo una terrible lluvia que oscurecía todo. Lo primero que pensé fue ¿será que seguirá mi mala racha? y es que no se podía negar que esa no era una buena forma de iniciar el día, al parecer, tampoco sería mi día, mi mente empezaba a desenterrar esos recuerdos que me atormentaban.

No dejaba de pensar en ella, la amaba tanto que no podía olvidarla, pero su recuerdo me hacía daño, anhelaba estar con ella, era mi mayor deseo, sin embargo, estaba encadenado a ese oscuro pasado que me avergonzaba. Su belleza y dulzura eran incomparables, de esas personas de las que es fácil enamorarse pues tienen todo lo que cualquiera pudiese desear. No había en su persona nada que reprochar y es que mi dolor de remordimiento no me lo había causado ella, sino yo mismo, al causarle tanto dolor, que no podía perdonarme. Imaginar que podía volver a verla era una droga que me destruía lentamente y me llevaba al borde del colapso, un veneno que me arrastraba a la muerte y al que no podía dejar.

Los ecos en mi mente se volvieron tan grandes y constantes que volví a dormir, estaba vez, completamente agotado por el cansancio. Desperté tardísimo, ya desde hace un buen rato había pasado la hora del desayuno, en realidad estaba más cerca el almuerzo, por lo que opté por una comida un poco más pesada de lo habitual, un término medio entre la comida más importante del día y la comida pesada del almuerzo.

Sólo comía para tener algo en el estómago, en realidad no estaba muy animado, el desgano me había hecho perder el apetito y me forzaba a terminar mi comida en el plato como si fuera un infante. Morozov me encontró vagando por el barco y me preguntó a qué dedicaría mis últimas horas en el barco, pues dentro de poco llegaríamos a nuestro destino, no supe que responderle, estaba muy decepcionado y seguramente cualquier cosa que intentara hacer me saldría mal, esa era la historia de mi vida.

A lo mejor debí romper muchos espejos condenándome a muchos años de mala suerte o quizás durante mucho tiempo en mi vida caminé bajo escaleras o gatos negros se cruzaron en mi camino. Stanislav intentó ayudarme, me daba consejos, me ayudaba a despejar la mente y me contaba parte de sus anécdotas, era una pena que sus palabras no pudieran hacer efecto en mí, porque estaba completamente sumergido en la depresión, sin embargo, valoré mucho su fuerzo por intentar animarme.

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